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ABC MADRID 17-05-1946 página 9
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ABC MADRID 17-05-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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Diálogo sobre la libertad, junto a su estatua ¿Usted cree que en los Estados Unióos hay libertad? -Sív lo creo firmemente, pero también creo que su estatua la tienen mal emplazada. ¿Cómo es eso? -Sí, la estatua está en el puerto, junto a. la entrada en esa zona ingrata de los interrogatorios, de los juramentos, de las decjaraciones de Aduanas, de los servicios sanitarios, de las divisas, de los lazaretos, de los contingentes, de los emigrantes... A cada obstáculo, a cada formulario, a cada dilación, uno mira a la esi tatúa a veces como si la pidiera ayuda, a veces como si quisiera fulminarla, unas veces con ironía, otras, con cólera. En todocaso uno penetra en el país barbarizando irreverentemente d e ella. ¿Irreverentemente? -Sí, uso esa palabra con plena conciencia de su alcance. Irreverentemente porque no olvide que aquí a la libertad se la tiene como entronizada y que es, en cierto niodo, la única diosa nacional reconocida. ¿Dónde la pondría usted, pues? -En el centro del país, donde ya resulta menos probable que se le falte al respeto y en donde, al fin y al cabo, sería menos justo hacerlo. ¿Luego la libertad existe a su entender? -Existe y en muy ancha manera, ¿quién puede dudarlo? pero siempre dentro de una ley. -Explíqueme. -La ley es como un camino. Los caminos son múltiples y tan buenos, que no hay ningún sitio al que se quiera ir y para el que no se encuentre uno. En política, en negocios, usted puede hacer cuanto le venga en gana; ahora bien, siempre dentro de la ley. Si usted se ajusta a ella, no le pasará nada; si usted se la salta, se sale del camino, se echa al sembrado y corre por- su atajo personal, está perdido- -La íey existe en todas partes... -Sí, pero su coacción no es siempre la misma. Si me fuera permitida una definición del español, diría de él: español, ciudadano que aspira a no ser igual que sus compatriotas ante la ley. Su secreta ilusión es la de ver relajados en su beneficio los resortes que compulsan a la obediencia de los demás o interpretadas con flexibilidad favorable las leyes que pesan sobre la mayoría. En ningún país como en el nuestro las leyes se enmohecen, se pasan, se anticuan, dejan de obligar por el simple transcurso del tiempo, como si prescribieran, aun sin derogación expresa. -Y aquí... -Aquí hay un enrejado de leyes frondosísimo, cuyas cuadrículas, de una u otra manera, le atrapan a usted igual que a la mariposa la red. Y todas esas leyes tienen una tremenda fuerza inexorable. A veces, como es natural, se hace la trampa. En Virginia la ley prohibe poner licores en las mesas, oh the table pero se ha olvidado de impedir ponerlos bajo ellas. Así, en Virginia los licores se beben, pero se d e j a n siempre en el suelo, mas, ¡ay! de usted si los deja sobre la mesa. En Lorcg Island, sin embargo, malgastará sus energías si cualquier domingo antes de las dos pretende usted beber su whisky xf su- ¿Qué es eso? cerveza. Como la ley ha señalado aquí una ¿Usted estuvo aquí cuando la visita divisoria de tiempo y no de lugar, mien- d e Churchill? Churchill hizo ciertas mauiC h h i l l C h h i l l hi i i tras las dos no den en los relojes locales, r- x. que enojaron a un determi; J festaciones usted ha de resignarse a beber, como mánado sector, al más envenenado y hosco ximun, su jugo de pina, si no su vaso de de la pinión de este pueblo. ChurchiH agua helada. era huésped oficial de la Municipalidad- ¿Y qué se puede ¿hacer en contra de de Nueva York y en su condición de tai eso? recibía el homenaje de la ciudad. Mien- -He ahí la justificación de la estatua. tras dos mil representantes de lo: más Si usted discrepa de esa medida, usted granado de ella le obsequiaban con un. puede iniciar una campaña feroz para combatirla, crear asociaciones con ese banquete solemnísimo en la, Sala Sert del, fin, publicar artículos, repartir prosWaldorf Astoria, unos cientos de berganpectos, dar mítines en los que la tiltes se paseaban por la acera del hotel de de estúpida, de maligna ó de perllevando unos carteles en los que le atajudicial para la salud pública si así la caban, a la vez que proferían, acordadajuzga. Nadie se lo impedirá. Usted mente, diversos gritos, de literaria publipuede hacer también otfft cosa: orcitaria, en contra suya. ganizar sus pkkets ¿Y la Policía? -La Policía los tenía. encuadrados de tal manera, que los, pickets evolucionaban sólo dentro de los límites marcados por ella. Una pedrada, un palo, ya no digamos un tiro, habrían costado multa y cárcel severísimas. Todo lo que no fuera eso se toleraba. Los que asistían al banquete descendían de sus coches muy vestidos de etiqueta y cruzaban entre las filas eje los protestantes. No hubo él meñor incidente. Yo calculé a ojo que ese mismo episodio en cualquier ciudad latina habría motivado un mínimum de catorce muertos seguros y otros tantos probables. ¿Puede saberse qué consecuencias deduce usted de eso? -Oh. ninguna temperamental ni de psicología comparada. Yo recuerdo, simplemente, aquella cita dé Tácito resucitada un día por Maeztu. Hay un proceso casi ininterrumpido en la vida política, del hombre- -decía con éstas o- parecidas palabras- Aquel que le lleva a querer la libertad primero, a abusar de ella, en seguida, a necesitar la dictadura, a abominarla más tarde, a volver a empezar. Es un proceso que hasta los años del siglo que llevamos se ha dado siempre con más o menos altibajos y que muchas centurias después de enunciado aun tiene virtualidad. Pienso que; acaso por vez primera, una sociedad humana entra en una fase de cierta estabilización y que los flujos y reflujos de las mareas históricas se producen en su seno sin esas crisis terribles que son las revoluciones. ¿Siente usted algún deseo de emulación? (Hay una pausa muy larga. Y a su fin... -Recuerdo a Bécquer. ¿A Bécquer? -Sí, sí, a Bécquer. En una de sus Rimas diversos símbolos desfilan- ante el poeta: la gloria, el amor, no sé si la 1 riqueza. Desfila también la libertad, en su nlve, a velas desplegadas, seductora, atrayente... ¿Te embarcas? -le preguntan al poeta sirenaicas voces. Oígase la respuesta del poeta: Y yo, sonriendo les dije al pasar: -Ha tiempo lo hice. Por cierto, que aun tengo la ropa en la p ¡aya, tendida a 1 secar. JOAQUÍN CALVO- SOTELO

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