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ABC MADRID 14-05-1946 página 11
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ABC MADRID 14-05-1946 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
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C primavera, además de bajar, las ovejas del Canadá como en el noticiario, estallan efi Madrid to- das e s a s compañías más o menos de vane tés que se denominan comunmente coinp añtas íoltkl 6 ricas. Tie nen la misión importantísima de alegrar la primavera madrileña y, sobre todo, de lanzar a todos los; oídos y a todos los patios las últ i m a s canciones Je León y Qttir. oga. El modeip de todas estas manifestaciones folklóricas; f u e r o n aquellos deslumbrantes ballets de: lia Argenti- UANDO llega la futa de 1934. Aquella marca, insuperada hasta ahora, fue la prueba de que, ibuscarido en la hondo dejo español, se encontraba una vena comercial aún mayor que aquella otra del charléstoneo. Después de la guerra, Gontíhitaí piquer resucitó el género, conservando de los ballets de Encarntta cuadros como el de las calles de Cádizi que habían de ser el molde de todas las bodas bautizos y alegrías callejerás que periódica- mente aparecen en todos estos conjuntos. Al socaire de su éxito, empezaron a independizarse las figuras más destacadas de su conjunto, y pronto surgieron nuevos nombres y aparecieron p o r doquier zambras, tlegrku, soleras y otros denominativos vagos, Lola Florea y Manuel Caracol, a cuya sombra flore. cen Sendos folklores. Hemos de confesar que somos asiduos con- te se tnanteingá; denso y cerrado, como una currentes a estos espectáculos y entusiastas atmósfera especial en que se sumerge al esde la mayor parte de sujs números. Pero pre- pectaídor y de la que no se le libra hasta que cisamente por eso nos gustaría que se perfec- no ha terminado la función. Éstos números. cionasen y, sobre todo, que afinasen más el de campesinas norteñas, de pescadores cansentido del espectáculo. Para eso no hay más tábrico de graciosos y chistosos rompen esa remedio que proclamar una serie de princi- atmósfera, y es como si en el cine, cuando pios, algo crueles, pero necesarios. seguimos una película interesantísima, nos Primero. Que el público va a ver cosas encendieran de- vez en cuando todas las luces de la sala. únicamente del género andaluz. Segundo. Que va a que le canten y a que Pero no son sólo éstas, aunque sean las más le bailen. importantes, lks objeciones que tenemos que Tercero. Que, por tanto, le aburren sobre- poner a nuestro folklore; es, el abuso de los mañera los números de otras, regiones, no melodramas y de los lugares comunes. en los porque estén mal en sí, sino porque le sa- cuadros flamencos. Lo gracioso precisamencan de situación porque le desembrujan, te de las calles de Cádiz es qué no ocurría aunque sea mi momento. nada. Se trataba siniplem ¡ente de un rincón Cuarto. Por el mismo motivo, desentonan de la ciudad en un momento de su día; paterriblemente los excéntricos, loa graciosos, saba la gente, cantaban o bailaban y eso era los números criollos y, sobre todo, las can- todo y eso era sencillamente una delicia. De ciones mejicanas con sus insoportables wa- los folklores que últimamente hemos visto nitos. No es que estos número estén rhal en nosotros, sobran dramas en el argumento, sí; en otro género de espectáculo los acep- brujos y embrujos, hermanos rivales, nialtaríamos gustosos. Es que cuando uno está farios, ciegos que curan cuando pasa la prometido en flamenco, cuando uno está embau- cesión, viejas que envenenan a las bailaricado coa nuestro arte más hondo y podero- nas con el aroma de una flor, tragedias espeso, resulta estridente lo que nos saca (de si- luznantes, ÚR- enredos. Preferimos tuación y preferiríamos incluso tener que. que todo ocurra más sencillamente; el draesperar unos minutos la mutación a que nos ma máximo al que llegamos, es al de La Páentretengan durante ella con esos procedi- rrala, y si me apuran mucho, al de La otra la mientos que requieren otro estado de es- Otra. El sabor popular extraordinario que tienen las letfas de Rafael de León es sufepíritu. Una de las condiciones esenciales en ios ciente para darle valor a una canción siri ¡espectáculos es la continuidad, d ritmo del liecesidád de más argumento. Sobre- todo, si espectáculo en sí y, sobre todo, que el ambien- esté es de folletín de segundo orden, a nos- otros nos basta y preferimos esas letras que siempre tienen garbo y solera, las que a veces son estupendas de sabor y de. color, NoSptros las preferimos así, sin mas adorno que la música de Qüiroga, sin el argumento. En los folklores ha ocurrido igual que en el teatro en cuanto un actor destaca, en una obra, se separa de la compañía, se casa con la damita y allá se vaa por los pueblos de España haciendo Malva loca, rodeados las más veces de unas criminales de paz En esto del folklore ha ocurrido la misma disgregación: -de las pri- meras agrupaciones se han ido separando elemento 1 qué, si; eran rnaraviWosos e n u n buen conjunto, ya destacados y solos lo son menos; a veces, incluso se han unido a pri- N meras) figuras que no tenían talla; ¡pato ser primeras figuras y eso íes ha quitado fuerza a estos espectáculos. Imagínense ustedes lo que sería una compañía folklórica en que equitativamente laotuasen Conchita PiquerJ Lola Flért Carmen Morell, Carmelita Vázquez, Carmela Montes, Gracita, Raíaei Ortega, Mano- lo Caracol, Pepe Pinto, El Caracolillo de Cááis, El Chaqueta, Felipe, Manolo el d Huelvá, Los Pelaos ydos, o tres bailarínas y dos- o tres- bailarines que se rae, olvidan en este momento. Esta compañía sería un es- pectáculo de una fuerza: igual a 1 a de los ballets rusos de. Diaghilé. En fin, no. nos quejemos, y lo único qué cabe hacer es dar a estos espectáculos la auténtica categoría que tienen, y precisamen- (te (por reconocer sus valores y su extremada belleza, exigirles una, depuración y un per- feccionainiento que no hará más que beneficiarlo. Y antes de terminar, unas preguntas: I Es, posible que esos extraordinarios bailarines no sepan bailar mási que bulerías? i No han oído hablar de otros bailes flamencos, incluso de algunos que terminan con los maravillosos desplantes por bujerías? ¿Es posible que solamenter Manolo Caracol se. atreva con las seguiríUas y con las soleares en escena? ¿Es que los demás cantaores de esas compañías; no saben cantar la caña, ni las serratuiSj n i siquiera unos tientos? 1 Por qué entonces limitarse a esos fandanguillós, simpáticotes, -pero amanerados; agradables, pero oriaderiles? Todos los can- taóres de veinte años a esta parte han dicho que el pú. bjico lo que aplaude es el fandanguillo. y que no aguantan el cante grande. Eso es falso, y cuando alguien canta la caña comí es debido, el teatro sie viene abajo, lo que nos hace sospechar que ese rumor lo esparcen los 1 fandanguüleros, incapaces de llegar más allá. Saludemos de- todas ímiriéras a nuestro folklore, primaveral y vayamos, a subrayarlo con nuestros aplausos. EDGAR NEyíLLE

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