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ABC MADRID 30-04-1946 página 8
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ABC MADRID 30-04-1946 página 8

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página8
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IJA del Dolor, Armonía, Armonía! ¡Lengua que el. nenio inventó para el amor! ¡Que de Italia tíos virio y a ía de los cielos- 1 Para Alfredo de Musset, la Artrionía quiere decir simplgnente la Música, y más concretamente la Melodía cantada en la íei ua máK musical, en italiano. No nos debe sorprender esta identificaron. En 1830, para todos los poetas de Europa, con excepción acas Q de alguno alemanes, 1 a música italiana era la única que existía, y la supremacía del bel canto: corno lenguaje favorito de la expresión poético- tnusical, se hallaba fuera de toda duda. Si el propio Stendhal nocreía en más música que en la de la ópera italiana, qué tiefee de extraño que el sensual Musset, el cantor, el amante de Venecia, se dejara seducir, arrebatar por los encantos de la cavatina roj iniatia Las palabras que de él recordáliamos pertenecen a la ve a dos poemas suyos, El sauce y Lucía. Esta repetición de todo un pat ajé bastante extenso de apasionados versos prueba por lo menos el carlffio que el poeta sentía por ellos y por el motivó inspirador íle la mágica de los labios y det corazón. Y también de la que nace de la manos blancas y fantasmales. La noche. Ella y yo solos. Sentado al lado de ella, que hundía la cabera y sobre el clavecín s dejaba, soñadora, aotar su blanca mano. No era más que un murmulle, diríanse las alas I de un céfiro, allá lejos, resbalando entre cañas, 7 temeroso, al rozarlas, de despertar los pájaros. Alfredo y Lucía se entregan a la belleza e m b r i a gadora del instante. n la confidencia callada de unamor más bien le hermanos- S o 1 o s. t r i s t e s estábamos. Teníamos q u i n c e años. De prontjO. l; i luna extiendo por todo el límpido Cielo sn reí! ue plata. Ella mira en mis ojos resplandecer su imagen. Sonreía c o 11 o 1 un ángel. Y comenzó acantar, Y iié es lo que canta Lucía? Lo mismo que año despuécantará María Felicia García, la efímera y maravillosa Malihr áii. cuya muerte prematura inspira ni a Mussrt. sus famosas estancias. MaríaFelicia y Lucía can- tan melodías dé óperas de Rossini. Corina, -Rosiná, Desdciiioihi. i apeles- ligeros o dramáticos. Sobre todo, la particella favorita, la que marca el punto álgido di la fiebre romántica teatral, es la del último acto del Oirtlo rossiniano, difirió, en verdad, de parango- narsc en exaltada belleza melódica con elftle la futura obra maestra de Verdi. Durante casi todo eí siglo xlxVel Otello, de Rossini, no abandona los escenario de ln tetros de ópera de todo el mundo. Sólo con el nuevo siglo logra d depV erdi desalojarle definitivamente. Véanse, por ej. emplo, las cróñiáasi de nuestro Esperanza y Sola y la lenta evolución del. gusto re écto a ambos Qtéllos dtrrante treinta años del Real. jp ¿No era ayer todavía- -pregunta Alfredo, al cadáver de la Malíbtmt- -cuando tú, bañando de lágrimas tus brazos desnudos, cantabas Eimance, pálida Desdémona? Quizá por eso, el recuerdo del árbol ía trito, el que sus queridos amigos han de plantar sóbrela turaba clefjpoeta, tai como él lo redamaba, le obsesiona uii d ta y utrn día y abjíj; y cierra con la copla inolvidable las tiradas de versos elegiacos úcfLiicía a la niña desaparecida. Porque ella cantó aquella ñocha la caSción sbake. speriana del sauce, co ipañándose sobre el clave viejecít de sus abuelos. Y Alfre do piensa en; su propia muerte al despedir a Ifucía: ¡Adiós tu blanca mano sobre el marlil del teclado, en la, s gíjhe de estío no revoloteará ya, I CTKR DO DJEGO 1O SSINI Y MUSSET os ¡1 o. ni b res zahones. -j (jue e s c r ibén de historias y de linajes lo han díclío Atienza es tierra de hombres de pro, que jamás quiebran su palabra ni prometen cosa que jio cumplan. Es viejo solar de caballeros. Este pueblo de Atienza sé recuesta en la ladera de un alto cerro, que remata eti una gran peña, la que protege al lirado caserío como una clueca a s us- polluelos. El juglar, o trovero, que compuso El C a n t a r de Mío Cid llamó a esta eminencia, P e ñ a nniy íort. Y juiit a la peña -que e CO ÍUO, un puño pétreo en el austero y blando paisaje- -está el que fue un día castillo inexpugnable. Mu. clias. veceí el cerro se convirtió en erizo y sus púas eran L La lamosa romería de La Caballada que, desde hace ocho siglos, se celebra sin Interrupción en Atienza. Lo cofrades desfilando por las calles de la villa, precedidos del abanderado y los músicos. las lanza. de ios caballeros y peones, con las que contenían y derrotaban al adversario. Cuando el carnipo de Atienza se llenaba de marlotas y almalafas moriscas, el jefe de la hueste cristiana oteaba desde el castillo ki planicie llamando despectivamente al enemigo montoncillo de gente menuda Los pueblos que no guardan y no aman su tradiciones decaen y se envilecen. Este pueblo, de tan glorioso pasado, conserva con cariño su acervo- tradicional, compuesto por sus Cofradías, sus vieja? instituciones y sus antiguos usos v eos-

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