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ABC MADRID 21-04-1946 página 11
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ABC MADRID 21-04-1946 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página11
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NO de los fenómenos más curiosos en la historia del grabado es el de la inepcia interpretativa de los ilustradores del Quijote. Repasando los dibujos, que acompañan al texto cervantino, nos encontraremos con una perfecta congruencia de estas ilustraciones con el año de la edición y aun con la ciudad que lo imprimió. Resulta asi un refitertorio iconográfico con Quijotes dieciochescos, románticos y naturalistas. Con Quijotes- Faustos y con caballeros de gascona fanfarria. Pero hasta ahora el arte no ha U DON QUIJOTE COMO SOLITARIO hallado la fórmula expresiva del gran manchego, mezclando en una figura el aliento heroico, la ternura visionaria, el fracasio sin resentimiento, la humanidad y el disparate. Viendo la tentación a la risa, tan sólo como la cresta de esfpuma de un enchimiento de ideal tan robusto, que la pobre humanidad para defenderse ha tenido que disimularlo con atuendos cómicos. ¿Y en qué consistirá la incapacidad representativa de una triste figura? Toda la incesante tensión de estas páginas reside en la constatación de una polaridad que soliviante con sus contrastes absolutos los episodios más ¡banales. El gran hallazgo estético de Cervantes reside en esa inexorable dualidad que mantiene en vilo una expectación sometida al juego de contrarios. Todas las Tabulaciones cuentan con la quiebra de una normalidad sometida a la acción de fuerzas opuestas. Pero siempre estas fuerzas han sido homogéneas con el talante y el destino del protagonista, Hasta los vientos de naufragios se les puede, configurar con un perfil tío muy distinto de las naves aqueas. victimadas. Las adversidades del héroe eran recogidas en un escenario de su talla, y sus pasiones se enfrontaban con apetitos fraternos. No importa el signo de estos- encuentros. El abrazo de amor o de homicidio encierra siempre una criatura de análogas medidas. Cuando la entidad de los combatientes no se adapte al mismo canon emotivo, la magnitud de los opuestos puede originar una similitud estética. Por ejemplo, la. candidez de Ótelo y la perfidia de Yago, aun provocando al chocar una de ¡as tragedias más lastimosas, alcanzan, sin embargo, el mismo ras de cima. Y aun dentro del mismo personaje sobrevienen, como en Edipo, con idéntico volumen las desgracias casuales y los arrepentimientos cegadores. -Un climax homologó sostiene un nivel- uniforme sobre el que alcanzan la prisma entidad estética los crímenes y sus expiaciones. Pero en el Quijote la constante dramática es. la alteración de las proporciones, el esfuerzo siempre tenso de adaptación entre figuraciones y sentimientos de módu- los distintos. Sin ninguna violencia de estimación podemos pasar de Aquiles a Pfiama, pues en los dos resuena el mismo bronce de semidioses El final de su encuentro es ajeno a la potencia del esfuerzo, pues lo rigen desde el Olimpo ios compromisos dé la mitología En el Quijote, en cambio, las armas de nuestro caballero se embotan en seres de estirpe diferente: en alas de molino, en cuero de vino o en carne de bachiller. No hay nunca Una equivalencia somática ni intencional entre el caballero y la meta de sus hazañas. Y cuando sus brazos descansan y et corazón se desmanda, Don Quijote se espanta ante el abismo de zafiedad, al que ha dedicado su amor. Esta polaridad se ha reducido gráficamente al contraste entre Don Quijote y Sancho Panza. Entre la macilenta delgadez altra y la grosura terrera ai horcajadas sobre un asno. Entre las formas, estiradas siempre por el ensueño y el séquito bajetón que se puede ocultar en cualquier repliegue en el riesgo de la pelea. Pero esta dualidad planteada con una crudeza tau excluyente no es legitima. No sólo por el proceso- de quijotización de Sancho tan genialmente interpretado por Unamuno, que. le lleva a participar en el curso de? u lealtad en los mismos pre el desceritramiento del caballero, su perenne evasión, sil tropiezo con una llanuraincapaz dej ponerle ni un solo bosque heroico. Cuando penetra en las cerriles asperezas de Sierra Morena, su alma reposa en el silenv cío bravio de la naturaleza, y allí. en el halago de tanto risco, se despoja de las armas y aun de todo propósito aventurero, y se ensimisma en sus enamoramientos. Es este instante, quizá, el más feliz en el frenesí justiciero de Don Quijote por lai. congruencia entre sus fantasías y las rocas violentas que lo rodean. Es en estas quebradas solitarias donde Don Quijote se encuentra menos solo. Porque hay que destacar que el rasgo más imperioso de este caballero, el tepos que lo configura y predestina, es el de su soledad. Más exento que los molinos, se destaca su desgarbo sobre la tierra arada y sobre Jos caminos que terminan en el horizonte. Y es esta misma soledad la que campea sobre los hombres. Con gigantismo de espectro asi sobresale Don Quijote sobre todas- las gente- cillas tan cuerdas que lo rodean, dueñas feroce de su trozo de realidad y que acaban por recluirte en cama de adonizante. Estainaudita soíedad es el sino qué hace hombrearse a nuestro caballero con las creaciones más encumbradas de todos los tiempos. Sus arrebatos de idealismo le hacen crecer incontaminado, s o b r e los tejados máncheseos y sobre las cabezas tan cabales de los 1 demás. hombres. Es la interpretación de Don Quijote como un solitario de estirpe ajena a ¡cuanto! le rodean lo que ha impedido u n a acertada concepción gráfica de nuestro personaje. Ha faltado el intérprete artístico genial, capaz de desconectar formal, y expresivamente, al caballero de su mundo circundante. Y de ex poner, con toda eficacia simbólica, la incompatibilidad ent r e el hombre sin más ley que la de la justicia y los d e m á s hombres justificados por las leyes. Pero hasta ahora todos los dibujantes han fundido al caballero con su aventura. Han insertado al personaje en un paisaje de análoga significación, estética. Y Don Quijote ha quedado así esencialmente desvirtuado, afín a la tierra o al obstáculo prep o t e n te- -humano o natural- -que lo desconcierta y apabulla He aquí dos interpretaciones familiares a Jos lectores del Quijote: la de Gustavo Doré y la de Moreno Carbonero. En, la primera, el romanticismo ha quijotizado el paisadesvarios, sino porque frente al caballero se je v el caballero aparece siempre flanqueado oponen fuerzas de más desarregladas anti- por abismos, calenturientos por cimas nebulonomias (digamos de pasada que en el fervor sas y hasta por el aspa del molino que lo lequijotil del escudero, éste sólo asimila, no vanta con ímpetu wagneriano. Moreno Carla idealidad, sino la locura de su señor, y bonero, por el contrario, lo rebaja a un coti que la contrafigura más acabada de Don Qui- dianismo realista y su magra figura se ayiejote es la del Caballero del verde gabán, el ne con los tapiales castellanos y con los matorrales esteparios que bordean sus rutas. prototipo de la sensatez) Durante toda la novela hay presente un En los dos, falta el irreductible contraste enpersonaje. que es la rectificación más despia- tre Don Quijote y la mezquinanormahdaü dada e inexorable de las fantásticas decisio- que lo rectifica, que es, en definitiva, la ranes de Don Quijote: el paisaje. Xa tierra so- zón de ser de stf tragedia. bre la que se apoya Rocinante subraya siem José CAMÓN AZNAR

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