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ABC MADRID 13-04-1946 página 3
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ABC MADRID 13-04-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA 13 DE A B R I L D E 19 4 6 NUMERO SUELTO 40 C E N T S T Ü UN RETRATO DE MUJER AB I ARIO I L U S TR Aí DO DE I NF O R MA C 1 O N GE N E R i V. J- B ACERCA M LEÓN BLUM DELARDO López de Ayala nace en 1828 y muere en 1879. Fue poeta, dramaturgo, novelista, orador. Fue ministro y ocupó la presidencia del Congreso de los Diputados; intervino en un episodio grave y peligroso de nuestra historia. Cuando se habla de Ayala, se suele citar el soneto que comienza: Dame, Señor, la firme voluntad y el discurso necrológico de la Reina Mercedes, pronunciado desde la presidencia del Congreso: modelo de oraciones fúnebres. Se tacha- de perezoso a Ayala; no hay que confundir el ocio creador con la holganza, estéril. No más extensa que la obra teatral de Ayala es la del duque de Rivas- -reducida, en suma, a una tragedia- ni la de Moratín, ni la de fl amayo, ni la de Eugenio Selles. E n arte, lo qué prevalece no es la cantidad, sino la calidad. 1 Cómo era Addardo López. de Ayala? Sabemos cómo era físicamente; queremos saber cómo era en espíritu. La novela de Ayala Gustavo fue escrita en 1852; no se ha publicado hasta 1808. El protagonista es un poeta; antes ese personaje era un artista, un músico; el autor ha borrado en toda la obra el vocablo artista y ha escrito encima el de poeta. Deeste poeta dice Ayala: Su frente lisa, ancha y desembarazada, anuncia la fecundidad de sus pensamientos, y su mirada, ardiente y luminosa, demuestra la virginidad de su corazón. En 1879, un cronista de las Cortes de 1869, Cañamaque, escribé, hablando de Ayala, que su frente es ancha, tersa, espaciosa y que sus ojos son negros, serenos, grandes Insiste el autor en que Ayala se ha sosegado; ha adquirido un continente de serenidad inmutable. Adviértase que el retrato de Gustavo está hecho cuando Ayala tenía veinticuatro ¿ños; era entonces Ayala un carácter ardiente fuáí luego- -sus ojos lo dicen- -un temperameríío sereno ¿Qué íntimo enlace existe entre el Gustavo de la novela y Ayala? ¿Podremos establecer también correspondencia entre el Gustavo de la novela y Ayala y Consuelo, la protagonista de la comedia así titulada? Adelardo López de Ayala, a nuestro entender, es un hombre fuerte, constante, esforzado, noble, digno; hay en Ay la un matiz simpático de infantilidad; en realidad, Ayala ¡es un niño grande. Todos los actos, en IV vida del poeta, concuerdan con esta conjetura. Hablando Ayala de Gustavo, nos dice que era una mezcla encantadora de mancebo candoroso y de hombre grande Ninguna etopeya del propio Ayala más verosímil. A ¿No habrá relación, repetimos, entre Ayala, y su creación Con ¿uelo? Para, el estudio de Consuelo contamos confín apunte de 1867, embrión de la comedia, y con una descripción física de Consuelo, que lleva lai fecha de 1877. No es Consuelo, por lo tanto, una creación atropellada, al modo de las! comedias de Lope; el pacta ha ido pensando y tornando a peníar en la obra, a. lo largo del tiempo. Consuelo es Una comedia en tres actos y en verso; se estrenó en 1878; sus principales personajes son Consuelo y Fernando; de Consuelo hizo, en la noche del estreno, Elisa Mendoza Tenorio, y de Fernando, Antonio Vico. En la obra hay pasajes bastantes para el lucimiento de uno y otro artista. Fernando tiene uii myiiólpfío; conmovedor; Censúe- lo cuenta, con otro monólogo. igualmente lleno de emoción. El verso, n toda la comedía, es sencillo, limpio, elegante. Algunas frases han quedado como proverbiales. ¿Y qué es, en surtía, Consuelo? EÍ. éxito de El td, Kto por cxéMo pudo acaso s? r mayor; pero esa obra 1 es una. comedia de intriga, además die ser de tesis, de manifiesta tesis social. Cuándo se estrenó Consuelo, se la, consideró también como crítica- -saludable críj; ica- -dé las costumbres; nosotros, a esta distancia, ¡vemos en la obra algo más: un estudio permanente, inactual, de un carácter femenino. En el primer acto, Consuelo se revela a sí misma; antes no sabía ella lo que era, y ahora ya, lo sabe. Consuelo, al parecer, es una mujer sensual, espontáneamente sensual, con una sensualidad candorosa, inocente, como el candor del propio Ayala; siente Consuelo la atracción del mundo; le seduce todo lo qué es refinamiento. Y- en este primer acto, ante el estupor de los qu e presencian su cambio, es decir, su revelación, Consuelo pregunta- -y lo hace con ingenuidad- ¿Qué pasa aquí, ¿Soy la primera que tuvo un novio y sé casa con otro? Fernando, su prometido, ha estado ausenté; al volver, ya no es la misma Consuelo; sin la ausencia se habría llegado al mismo resultado. Consuelo se rinde ante el rico y deja. a Fernando. Todo es sencillo y natural- en; Consuelo. Estamos en presencia de uno de tantos enigmas femeninos. Clarín, en el estudio dedicado a la comedia, dice: Consuelo no es consuelo; es desesperación. En el segundo acto prestepciamos la irritación de Consuelo. Su marido proporciona, naturalmente, a Consuelo todas las comodidades y lujos apetecibles; pero le falta algo a Consuelo: la fidelidad del marido. Y con la fiddidatí, el, cariño, el cariño. confortador. ¿Cómo Coiisuelo no ha podido adaptarse a tal situación? ¿De qué modo este atural suyo sensual no logra, sobreponerse al desvío del marido? No puede transigir Consuelo; en el tercer acto. ya la irritación que Consuelo siente en el segundo se acrece; es la afrenta, la afrenta que supone una; rival, triunfante de Consuelo, lo que hace que Consuelo se exalte. ¿Todo se ha perdido? ¿No se podrá salvar nada? ¿Y Fernando? Por dar celos, al marido, Consueto escribe una carta a Fernando; es ya tarde; Fernando no es ya el mismo. Expira de dolor, anta tanto infortunio, la madre de Consuelo: el sostén moral de Consuelo. Y nuestra, heroína, angustiada, viendo desvanecidas en un punto todas sus ilusiones, exclama dramáticamente, trágicamente: ¡Qué espantosa soledad! La acotación dice: Cae desmayada. Y éste es el final de Consuelo, que hace escribir a Clarín: El final de Consuelo encierra una lección profunda, tan profunda, tan exenta de dogmatismo artificial y empalagoso, f. stá cincelado con tal maestría, que merece por todo aplauso un silencio reflexivo. Final que depende de cómo module la actriz su grito: como el final de Hedda Glaber, de Ibsen, depende también del tono con que, antes de entrar en su cuarto, pronuncie Htdda sus iiltimas palabras. Consuelo es uña Hedda sensitiva, y Hedda es una Consuelo metafísica. i v N S OLICÍTADA p, or sucesos de mayor por- Ñi teóla atención general dij érase que Ha perdido la. pista de León Blum en el cumplimiento, de la misión económica que le ha llevado a I03 Estados Unidos. Yo le sigo, y no precisamente por las- negociaciones que pueda realizar, en sí mismas consideradas, y a las cuales corresponde, en todo caso, a décuado comentario en otiro lugar del periódico, sino por el interés que me inspira la figura de León Blürn. Interés 110: es simpatía, ni mucho menos. Cabe negarle ésta ¡a León Bliim por razones que afectan, históricamente, a nuestra guerra y a su marxismo, por mucho que atenúe este color el más fuerte reactivo comunista. El interés que se Je puede reconocer a León Bliim proviene de que el viejo político representa mejor que otros, y por la concreta razón de su actual mandato, tí transición de la Tercera República a la Cuarta, que albdreu entre sombras nada gratas, como si hubiese un decidido empeño en no romper con la tradición iftmediata de aquel régimen. Esto, en la más benigna de las suposiciones, porqué, probablemente, se tiende a agravar las características de unasi instituciones, en cuyo seno se vinieron aba. jp, catastróficamente, la seguridad de Francia y el tradicional prestigio dV sus armas. Precisamente, León Blum pertenece a la. generación qúc pudo humanizar un tanto la Tercera República f rance: sa. Una generación muy literaria, por cierto. que no venía de las barricadas, sino de la. Universidad, en sentido lato. Los hombres de esa generación que irrumpe en la vida pública hacia los últimos anos del siglo xix, por natural razón cronológica, no eran revolucionarios de los que habían alcanzado, la Commune; eran HOYmaliens, a quienes parecía señalada la tarea de e jercerj irhpregndiiido d s humanismo el ambiente, uña acción sedante, más o menos curativa. Quizá la literatura les hubiese ganado el alma por completo, a les jóvenes que ensayaban; sus armas en las grandes revlstas. corrio el Mercure, en su apogeo, o en aquellas otras de mucho menor alcance. La Conque o La Révtie Blaúche, del grupo que componían, con el propio León Blum, Pierré Loüys, Ándré Gide, Paul Va- léry... Pero se interpuso el violento revulsivo del affaire Dreyfus, y León Blum se lanzó al campo de la batalla civil, que ya no abandonaría. No se frustra un literato impuiKmeiitc, y lo que hay en la literatura de lógico artificio y verbalismo daña necesariamente al juego de ideas y aprecio de realidades que el político ha de menester. Ya. eátaba bastante peaetrado de aire oratorio- -y no habl? mos de error inicial- -el humanismo que Blufn había aprendido de su maestro Jaurés, aparte de lo difícil que es casar Una. doctrina como la socialista, caracterizada por la interpretación económica de la Historia y de la vida, con un superior concepto espiritual. León Blum es de los que han pretendido inútilmente superar tal antinomia, quedando la contradicción en la entraña del mismo. Muy insinuante y distinguido en su palabra y en sus escritos, Blum ha contribuido, sin embargo, a la plebeya crudeza. de la política dominante en Francia, antes y después del Frente Popular, amalgama de que hubiese abominado cualquier héroe literario del Fin de Siccle, P. ero l ú ti npQ que Blum abrió

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