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ABC MADRID 29-03-1946 página 13
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ABC MADRID 29-03-1946 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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sus vicios y de sus espantos, se halla en Goya atenuada por la intervención; demiúrgica de su genio, cuya malignidad se Retiene ahí, en el reitio del d e s e o ncierto: de la bruja. Es curioso pensar que cuando se formulaba el eterno femenino como tentación de tocios los faustos insaciables, Goya sitúa en en la mujer la sugestión de todos los aviesos descarríos de la naturaleza. No en los retratos, pero sí en los dibujos y cuadros de imaginación, las seducciones que la mujer emana trastornan maléficamente los destinos normales. La picardía es para Goya la flor de la belleza. Y con u n a reiteración que llega a ser obsesiva, Goya carga todo su sistema de fealdades en la fisonomía femenina. Con una estética ya romántica, utiliza la fealdad como fórmula de expresión. Ya Leonardo hafeíá dibujado mocosamente muchas cabezas monstruosas con unos rasgos subhumanos. Pero el pintor italiano cotizaba su rareza precisamente por su excep- cumalidad, por su calidad de monstruo. Goya. en cambio, las imagina en el centro del mundo, dirigiendo sus noches y engordando los vientres de los hombres. En sus rostros hocicudos se describe el mal y en sus frentes estúpidas se meditan los desafueros. Por primera vez en la historia del arte, el sistema expresivo facial no va unido ai carácter, sino a la fealdad. Los rasgos rechinan y se alteran hasta quedar al borde de la morfología humana. Y dijérase que la tensión de estos trazos gesticulantes atrae como un abismo a la libido y al crimen. La bruja no e Solitaria, pues esto le impondría una morfología concreta y unas decisiones personales. No más altas que el murciélago, las brujas vuelan a prima noche, cuando las estrellas todavía tantean sus órbitas solemnes. Vuelan en multitudes mucilaginosas, intercambiando sus cabezas y el ardor de. sus faldas, posándose sobre esa montaña no más alta que una chimenea, donde el macho cabrio les lee la cartilla. Y allí se aglomeran en masas de expresiones bisojas, con el alucinante atractivo del misterio del mal ahora revelado. Con la monotonía de los crímenes. asi estas fealdades se superponen sin variar nada más que el guiño de malignidad. He aquí el hallazgo más trascendental do la estética de Goya: identificar el mal con el Capricho. Adscribir todas las formas del dolor, de la violencia y de la sensualidad a la alteración de las leyes de la razón. Inmiscuir en la lógica mental, en. la claridad de los fines y de los anhelos, a las brujas voltarias. Sólo así se puede interpretar la leyenda goyesca El sueño de la rasón produce monstruos. Viendo el sueño, no como ensueño, sino como alertagamiento, como noche 1 de la razón, en cuyas sombras surgen los vampiros y las tentaciones estrafalarias. Liberado de los encargos de los cartones de tapices, Goya vierte sus confidencias en dibujos, cuyas líneas emergen c o m o tallos del mis po cráter de sus imaginaciones. Estos trazos se ciñen al palpito de sus humores 1 y en ellos se exhalan las tremendas contradicciones de la mitología ule la magia con la de la razón. Y lo que agrava su tensión es su convivencia dentro de una unidad temática. Ahí están qué mal morirá? cuerpos atados, no a la roca de Prometeo, sino al otro tronco conyugal. Y sobre ellos, plantada sobre sus cabezas, se yergue no el águila, sino una lechuza con gafas, que roe con la pesadumbre de su seriedad sus vidas de forzados. En todos estos Caprichos, la constante estética que los exacerba es la amalgama en refinados contrastes de formas de salaces senectudes, de brujeriles cuerpos tendérnosos y de florecientes epidermis de pecado. Los apetitos más bastos los inserta en las más nobles vocaciones. Y por los espacios sin soledad vuelan siempre los presagios en forma de arpías. Josa CAUCIÓN A 2 NAR Reproducciones de V. Muro. Dos casados por fuerza, con los Mucho b y q. ue chupar.

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