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ABC MADRID 13-03-1946 página 3
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ABC MADRID 13-03-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA 13 PE MARZO DE 1946. NUMERO SUELTO 40 C E N T S VS í- DICCIONARIOS, GRAMÁTICAS ABC debemos- -dar un rodeo, forzosamente tendremos que usar el vocablo adecuado al caso, sea el que sea. En una tertulia, por ejemplo, entra uno de los tertuliantes; dice que está inapetente, desganado; no ha, comido nada, o casi nada; ha comido tan sólo una pierna. No será una pierna de corde. ro; es o será mucho; nadie se come, sin ser un tragantón, toda una pierna de cordero. Acaso s a una pierna de conejo o liebre; pero esto es algo, y no nada; será tal vez una pierna de perdiz, de codorniz o de gorrión. Se nos dice que la pierna es... de nuez. ¿Y habrá en la tertulia qu: en crea que no desvaría el amigo inapetente? Una pierna de nuez es una de las cuatro partes en que se divide el meollo de dicho fruto. Si de los diccionarios, en perpetua evolución, pasamos a la gramática, nos encontraremos en un terreno igualmente movible. Las gramáticas son materia, contradictoria, amorfa, ondulante, poli forme. No puede una gramática pretender la captación definitiva de la realidad. La materia de la. gramática se escapa, como el azogue, de entre los dedos. Se dan cuenta de ello los gramáticos, y apelan a lo que se llama enálage, para resolver, en este caso, la dificultad. Enálage es la conversión de una parte de la oración en otra: un verbo se convierte en un sustantivo; el tiempo de un verbo se cambia en otro tiempo. Explicar una cosa por otra cosa que no está explicada es inadmisible en la ciencia. Se nos dice que tales cambios se verifican por enálage; pero, ¿cuál es la razón del enálage? ¿Cómo se forma el enálage? Por qué causas se origina? Todo el magno problema del idioma está Ínsito en estas preguntas. En el ser humano hay una parte influenciable y otra parte libre: tal es la doctrina de los clásicos, de un Saavedra Fajardo, de un Quevedo, de un Cervantes, de un Lope de Vega. ¿Y cuál será la parte kvfluenciable y cuál la libre? ¿En qué proporción entrarán en la formación del lenguaje? Un artista, creará, por propia voluntad, una nueva acepción en un vocablo. Pero, ¿y los demás? ¿Y la muchedumbre de cambios de tiempo que encontramos en conversaciones y en libros? Abramos, por ejemplo, los Estatutos y ordinaciones acerca de las lites y diferencias que se pueden ofrecer en las cosas tocatites y pertenecientes a los montes y huertas de la ciudad de Zaragoza, (Zaragoza 1821) La lectura de este libro nos produce vértigo nos lo produce por sus atrevidos y constantes enálages. Al pasar de las hojas encontramos un capítulo en que se nos habla de les que tomarán tierra d- e los caminos; en otro se nos dice que tendrán tales o cuales penas los que arrancarán árboles plantados; en otro se habla de los que harán tapias y motas: Los que harán en sus heredades para cerrar las tapias de tierra, o motas de tierra, o de gallones, o céspedes El capitulo CXXI trata De las oliveras quemadas. Y comienza: Si alguno habrá quemade algunas oliveras, deben mirar cuántas oliveras serán quemadas; y si serán quemadas las ramas con los novalios, deben esperar un año, por si tornaran a echar. en los novalios o ramas. ¿Donde están. el porqué y el cómo de estos enálages? ¿Determinismo? ¿Libre albedrío? AZ 0 R 1 N D I A R I O I L u ST R A D O D E I NF O R MA C I o Ñ G ENER i l SI 4 CLAUSTRO N bibliófilo ha. reunido en su biblioteca diccionarios y gramáticas, multitud de diccionarios y multitud de gramáticas diccionarios españoles, diccionarios españoles- latinos, latino- españoles, diccionarios españoles- franceses, franceses- españoles, gramáticas españolas, gramáticas en francés para aprender el pañol, diccionarios y gramáticas, análogos a los anteriores, correspondientes al idioma italiano. Los diccionarios y las gramáticas, con relación al castellano, en lengua extraña, pueden ayudarnos a esclarecer muchas dudas que surgen en el estudio de nuestra propia lengua. El, bibliófilo a quien aludimos está satisfecho de su copiosa colección. ¿Y cuál podrá ser nuestra actitud ante el diccionario? ¿Qué pensaremos del diccionario y de la gramática? En su libro Trente ans de París (1888) Alfonso Daudet, al hablar de Ivan Turguenev, dice que el novelista ruso hojeaba temblando el diccionario, dans le tétnUement, al considerar el diccionario como un código en que se formulan 3 a ley de k 3 vocablos y los castigos de los atrevimientos les chátiments des hardiesses. Añade Daudet que estas mismas inauietudes las sentía su amigo Federico Mistral. Es curiosa esta actitud de dos grandes escritores a nte el diccionario; pero nuestra actitud, calvando los respetos debidos a. esos dos escritores, será otra: será la de simpatía, ayuda, colaboración ideal. En la colección del bibliófilo que suponernos hay teda suerte de diccionarios: unos que tratan de registrar todas las voces, aunque no consigan su noble propósito; otros que se limitan a un cierto número, que los diccionaristas creen esenciales, sin que su juicio sea indiscutible; otros que dan sólo unas acepciones de las voces y suprimen las demás. No puede ser sino de simpatía nuestra actitud porque el diccionario no es una cosa inmoble, definitiva, invariable, sino evolutiva, siempre en formación; un: diccionario no es, sino que se hace, como diría el filósofo griego. Un mismo diccionarista pudiera variar en su criterio a lo largo de su vida; cambia el sentido que demos a una voz, en relación con su uso o con su desuso; cambia taínbién el criterio que podemos tener en punto a la aceptación de los terminas puramente técnicos cambian las voces que considerábamos anticuadas: de la noche, a la mañana, como i dijéramos, un vocablo que tachábamos de anticuado puede estar en circulación, con vida vigorosa, gracias al genio de wn artista. ¿Cuáles vocablos hemos de considerar necesarios y cuáles inútiles? No lo sabemos. Decimos de una persona que tiene una peca en la manzanilla. ¿Entenderá alguien lo que decimos? Para designar la cosa de que se trata, contamos con la voz barba y con la de mentón; barba ca- mal y barba capilar pueden confundirse; usamos, paira evitar confusiones, el diminutivo barbilla. Mentón procede del latín; pero puede creerse que es un galicismo; en francés tiene, sin embargo, el mismo origen. Ante estas dificultades, ¿emplearemos el citado vocablo manzanilla? Los vocablos tínicos que designan cosas ofrecen menos dudas; si necesitamos expresar una determinada cosa y no queremos- -ni U AYAMOS ahora, a caballo sobre el liger pensamiento, hasta las jambas antiguas de este lejano convento provinvincial para filtrar por el tamiz de la Cuaresma el paso de las horas. Estamos en la margen de una ciudad sin ruidos y es de noche. De una vieja ciudad, que acaba justo donde este claustro empieza. Aquí, sólo el silencio. Más allá se oye, acaso, el tintineo cristalino de un reloj de menestral, poniendo su acento circunflejo sobre la noche, o una puerta que se cierra, o un hembre que pasa con premura, mientras, en Ib alto de una torre distante, se ha encendido una luz y, entre el marco de piedra, una silueta se recorta inclinada sobre su mesa d; trabajo. Pero aquí, es el claustro; tan callado que apenas si se siente nacer en el alma el barboteo de imágenes antiguas, de amadas som- bras, dolorosas y alegres, que suben poblan- i do en la noche familiar los altes sueños. Aízase de las cosas un aroma tenue que las evidencia entre confusa penumbra, perfilándose en su propio perfil, actualizándose; y al tiempo, un cendal de brumosa lejanía las envuelve apartando de nosotros sus contornos ásperos e hirientes. Porque ésta es la paz; la paz conventual, donde las cosas son ya sólo su recuerdo; todo yace aquí sumido en el reposo de los siglos, y todo, a la vez, está presente como en la revisión de las imágenes que realiza el cinema. Estamos aquí tan tranquilos como si una mano amada nos acariciase la frente, mientras, acurrucados a los pies del buen Dios, viésemos, ya a salvo, pasar la caravana atormentadora de las sombras que transitan el siglo. Una melancolía suave embarga entonces nuestro ánimo, tan lejano en este momento del mundo, tan sabio de tedo bien y toda mezquindad, que nada humano le sorprende ya; nada duele en la carne viva del espíritu. Por un momento escuchamos este latido intemporal del alma, diástole de eternidad, que suena extraño en nuestro corazón, hecho al salto apasionado de las horas que se nos escurren de tan premiosas, de cortas que son, entre las manos. Tanto, que nos preguntamos casi sin querer, si es que esta paz hurtada al mundo no será una deserción de lo actual y estaremos aquí, cómplices del silencio, esquivando nuestra voz al clamor de humanidad que afuera aguarda. ¿Silen o n a más? Ahora cruza el claustro un fraile lento y casi fantasmal. Toda su vida transcurre huida de ese caos del mundo vigente, y, sin embargo, su sola presencia es una respuesta, como si todo el secreto que nosotros no tenemos lo tuviera él, repitiendo tan sólo, con su breviario abierto entre las manos, las palabras sencillas y eternas de la Anunciación del Ángel. Repitiéndolas está, pensando que desde hace lustros, siglos y mi laníos, son las mismas, ccn. su alegre tersidad intacta del comienzo; mientras contempla el buen fraile corno en la faz del mundo que hay al otro lado del claustro se hacen viejos los Reinos, los Imperios y Repúblicas, y, se espesa poco a poco la sangre en las venas de los jóvenes, hasta hacerse caduca y pesada con los años, y cambia el rostro de los hombres y las mujeres de su ciudad, y la ciudad, V

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