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ABC MADRID 12-03-1946 página 11
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ABC MADRID 12-03-1946 página 11

  • EdiciónABC, MADRID
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ik EMOS dé confesar que nuestra actitud, ante el espionaje siempre ha sido de un profundo escepticismo; no es que creamos Que no haya espías, lo que dudamos es de su eficacia; no acabamos de creer en que sus informaciones, puedan ser jamás decisivas. Vemos cómo en países de gran tradición en esto del espionaje estaban mal informados en esta última guerra sobre todo lo concerniente a ella. El Deuxifone burcau francés creta en 1940 que los alemanes no tenían arriba dé media docena de tanques y otros tantos aviones de wimbate, y en cambio se entusiasmaban con un tanque que habían hecho ellos detrás de Folies- Berg re, y que derribaba una pared de ladrillo en los noticiarios cinematográficos. El Ittteligeuee Service tampoco se halna enterado de la potencia bélica alemana, y en cuanto a los alemanes, habían seguido su costumbre clásica de no percatarse de nada y de no comprender nada de nada. Total, que la guerra se desarrolló como lo hubieran hecho si ninguno de los tres países hubiesen tenido espías. Siempre sospechamos %i e esto del espionaje lo fomentan los que se ocupan del contraespionaje, ya que es un cargo bastante cómodo durante las guerras y además les permite, coi! una impunidad pasmosa, cometer toda clase de equivocaciones y majaderías durante los conflictos armados. Todas estas últimas guerras están llenas de planchas más o menos sonadas, de los servicios de información. Pero, en fin, todo esto se podía perdonar si al oficio de espía lo envolviera esa aureola romántica y de misterio con que hasta aquí aparecía. 1 espionaje tetfía urt atrezzo y un vestuario estupen- H SE DESEA CONOCER EL SECRETO DE LA BOMBA ATÓMICA do, la vida de los espías estaba muy bien puesta en escena y andaban por esos mundos bellas misteriosas con muchos velos y muchas echarpes. Aquella pobre Mata- Hari que bailaba sus danzas con una serpiente entre las manos era un prototipo de lo que digo, ¡pero yo reconozco que si esto hacía muy bonito, debía dificultarle mucho en su profesión. Un señor de chaqueta, puede encontrar miles de pretextos para visitar una fábrica de municiones, pero, ¿qué puede aducir para la mtrada en una fábrica de bombas un especialista en bailes exóticos? ¿Qué pretexto podría presentar? ¿Que se le ha escapado la serpiente por allí? Y no digamos nada de las damas del velo. Un, señor con chaqueta puede pasearse por una fábrica de tanques sin llamar la atención, pero una dama con velo y echarpe, vaya donde vaya, hace que la gente vuelva la cabeza. Hoy en día esto del espionaje se ha liecho muy prosaico, los países utilizan un empleado con los demás, que unas veces va a descubrir él secreto de la bomba atómica y otras se ocupa de la recaudación del impuesto del inquilinato en su pueblo. Este caso reciente de los países rusos del Canadá nos lo demuestra asi; resulta que habían ido alti cien espías, que las autoridades del Canadá los conocían y las autoridades rusas estaban al cabo de la calle de que todo el mundo se hallaba enterado- de las actividades del equipo y que, por lo tanto, sus espías eran vigilados. Cada ve que se encontraban a un señor n la calle y le preguntaban: Oiga usted, caballero, ¿me puede decir cómo se hace la bomba atómica? el caballero decía: No, señor; no se lo quiero decir, porque es usted espía... I Asi no se ya a ninguna parte 1 Estos espías de hoy de lo primero que se enteran al llegar a un país es de que han sido descubiertos, y entonces se convierten en una especie de corredores de comercio, de esos que cuentan cuentos tan graciosos y que se reúnen en un mismo hotel, que en esta ocasión se podría llamar Hotel de los Espías Pero lo niás ridiculo de este espionaje actual es que no termina con el fusilamiento, y eso le quita todo el dramatismo que antes tenía la profesión. Ahora resulta que los cien espías rusos que andaban por el Canadá preguntándole a todo el mundo si sabía hacer una bomba atómica se han limitado a echarles del país, porque si los detienen, los rusos iban a detener en Rusia en el Hotel de los Espías de Moscú a unos agentes canadienses que están descubriendo lo que se fragua por aquellas latitudes, que por cierto es cosa bien fácil de averiguar desde cualquier parte. Todo este asunto sabe igual que aquella anécdota dei pequeño país centroamericano en que iodos son poetas, y cuando se encuentran dos amigas en la calle y uno de ellos saca unas cuartillas del bolsillo, el otro hace lo propio y le dice: Si me lees, te leo. EOGA NEVILLE

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