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ABC MADRID 22-02-1946 página 9
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ABC MADRID 22-02-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
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gundo. Con esta velocidad, el roce del aire produciría sobre su proa ur calentamiento de 150 prados, pí tv lo que habría que proteger térmicamente al vagón mediante una inyección superficial de agua, que, al evaporarse, absorbiera las calorías; por otra parte, el continuo enrarecimiento del aire impediría en lo sucesivo que aumentara la temperatura, a pesar del incremento constante de la velocidad. Con esa aceleración ¡de 40 metros por segundo, el pesio de los viajeros aumentaría hasta cinco veces el normal, y habría que comprobar si podría resistirlo el cuerpo humano. Mientras se atravesara la atmósfera, se podría dirigir la nave sideral mediante timones manejables que actuaran sobre el aire y sobre los gases de explosión y, una vez en el vacío, reaccionarían únicamente sobre estos gases. El aire del interior se renovaría del mismo modo que se hace en los submarinos durante 1 a inmersión. La temperatura seria acondicionada, según Esnault- Pelterie, ofreciendo a las radiacioPaisaje nes solares, en la medida conveniente, su m i t a d exterior, bien pulimentada y brillante, que las rechazaría, o la otra mitad mate y de color negro, de gran poder absorbente. El artefacto iría de la Luna, Inhabitable para el hombre y para todos (os seres de la Tierra. La Luna cubre el disco solar en el eclipse de 1936. provisto de de un mando giroscópico automático y otro giróscopo permitiría amortiguar el movimiento de rotación, al objeto de poder espaciar las maniobras rectificadoras que ¡se realizarían mediante timones apropiados. A los tres minutos y cuarenta y cinco segundos de su salida, el trayecto recorrido sería de 1.012 kilómetros y entonces llevaría el vagón- cohete una velocidad de nueve kilómetros por segundo, que. debido a la distancia que le separaba de la Tierra, ya no sería necesario incrementar, por lo que sin más impulsos caminaría por efecto de su inercia indefinidamente hacia donde se dirigiera. Al estabilizarse la velocidad y hallarse fuera del campo gravitatorio sensible, cesaría la pesantez de ios cuerpos y, por el momento, se ignoran los efectos prolongados que ese estado de cosas produciría sobre el sistema nervioso central del organismo, humano, pero también cabe el recurso de producirla artificialmente con una aceleración conveniente. Con esta velocidad de nueve kilómetros por segundo tardaría el vagón- cohete en llegar a la Luna solamente cuatro días, pero sería suicida pretender descender sobre ella, por carecer nuestro satélite de atmósfera y no haber, por lo tanto, medios para disminuir la velocidad adquirida que, además, habría aumentado considerablemente, debido a ¡a atracción ejercida por su fuerza de gravitación. Habría, pues, que elegir otro planeta que tuviera atmósfera, como Venus o Marte, y, a pesar de ello, las dificultades aumentarían al querer descender) sobre el mismo o al regreso a la Tierra, después de haber circundado el planeta objetivo del viaje. Al caer libremente el vagón- cohete desde lejanas regiones, donde el campo gravitatorio era casi nulo, y penetrar, por ejemplo, en nuestra atmósfera, la velocidad llegaría a ser superior a los 11 kilómetros por segundo, con lo que el frenazo sería tan violentísimo, que el calor generado por el roce del aire provocaría la muerte de sus tripulantes. Habría, por lo tanto, que producir frenazos artificiales. mediante explosiones de dirección contraria a las del ascenso cuando el vagón se encuentren aún a 1.500 kilómetros de nuestro suelo, y la magnitud de estos frenazos debe ser tal, que produzcan una aceleración negativa de 40 metros por segundo, con lo que se llegaría casi a anular su velocidad al llegar! al la Tierra. Como és natural, las elevaciones de temperatura serían similares a las producidas durante el ascenso, y el peso de los viajeros aumentaría también cinco veces a! normal. A pesar de lo arriesgadísimo que resultaría un viaje de este género, creemos sinceramente que, llegado el caso, sobrarían voluntarios que se prestaran a efectuarlo en un astro- clipper tan original. JOSÉ MARÍA FERNANDEZ- AJUN

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