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ABC MADRID 21-02-1946 página 3
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ABC MADRID 21-02-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA 21 E E DE 946 NUMERO SUELTO 40 CENTS. ít) B LOS PERIODISTAS BREVES ABC de Sagasta, en cuanto Sagasta dejaba ver su pensamiento. Sagasta, cauto, aleccionado por la experienda, repetía con el refrán: Mi secreto pan. mi. Y si no confía cierta máxima de La Rocheíoucatild, la practicaba sin conocerla: ¿Cómo quieres que te guarden el secreto si tú comienzas por no guardarlo, al revelárselo a otro? Ferreras, que escribía cortamente, escribió una. vez una crónica larga: l a escribió desde Bilbao, en el primer viaje que hizo la Reina Cristina a las provincias vascas. Y era una larga crónica... por telégrafo; por telégrafo y en 1887. Puede verse en el minucioso y curioso libro de tres redactores de El Correo, García Alonso, Alvarez Builla y Andrés Miralles: Los dos primeros años de la Regencia, Madrid, 1889. Adolfo Suárez de Figueroa era hermano de Augusto; tenía, a mi entender, más sentido periodístico que su hermano; dirigió El Nacional, órgano de Romero Robledo, y allí publicaba unos artículos breves, que evocaban, por lo a- cres, por lo mordaces, por el desenfado, el pasquín. José Cuartero escribe con más brevedad, can más concisión, con más claridad que algunos de los anteriores. Cuartero nos ofrece un delicado probkma de psicología; cuando se estudia su obra- -artículos, libros- estamos tentados de creer que el autor se inclina más al pasado que al presente, más al mundo antiguo que al moderno. No caigamos en tal error superficial. El ímpetu, la sátira, siempre lícita, de Cuartero, va contra el exceso, y no contra la esencia de las cosas; lo que persigue Cuartero, afanosamente, con reiteración, es un equilibrio en que la demasía esté ausente. Y como en el mundo moderno lo que sobresale es la palabra, por lo menos en el mundo democrático, Cuartero da contra el abuso de la palabra; contra ese abuso representativo de todos los abusos. En su estudio sobre el orador, Cuartero escribe: La elocuencia sólo tiene poder, pero irresistible, sobre el orador; sólo a é! avasalla. Quiere decir el autor que, embriagado eí orador con la palabra, abusando de la palabra, acaba persuadiéndose a sí, ilusivamente, y no a los demás. Bien pudiera decirse de los demás tipos sociales lo que se dice del orador: pudiera decirse del intelectual, que abusa de su posición; de! abogado, que hace uro inmoderado de la suya; cíe! pedagogo, que asimismo nialgista. su prestigio. Y si combatimos ios excesos de todos estos elementos- -y los combatimos con incisiva palabra, como Cuartero- ¿qué resultará? ¿Se verá el fin del periodista, fin palmario, o nos detendremos en la superficie? ¿No advertiremos que el periodista, en este caso José Cuartero, persigue, con su corajudo empuje, un restablecimiento del equilibrio alterado? Y un hombre que ansia una ecuanimidad social, ¿no será ti más moderno de los hombres, el más inactua! de los escritores? Y ahora preguntemos: ¿se pu: de a voluntad ser breve? Quien es largo, ¿podrá ser corto? Podremos aconsejar a! profuso que s: ciña al asunto y que no so pierda en digresiones. Acaso lo consigamos. No conseguiremos nunca que lo que está en el fondo del organismo, lo que es el resultado de una fisiología, como si dijéramos, cambie a voluntad. Se es como se es. El estilo, breve o largo, e ¿un producto de la vida misma. D I A R I O I Ii U S T R A D O D E! NF OR MAQ IO N G EN ER A L OTRO PRINCIPE FANTASMA o tuvieron nunca buena fortuna los falsos príncipes que han cruzado entre las nieblas de la Historia. Envueltos en un jirón de esas brumas, sobre el que venía a dar un lejano rayo de sol, imaginaban que se habrían de vestir de luz y que deslumhrarían al mundo; mas para unos, el rayo fue mortal y otros, los menos desventurados, no consiguieron desembarazarse de aquellas nieblas en que se habían embozado. Ahora, la serie de los Demetrios de Rusia, de los Sebastián de Portugal, de lo? duques de Normandía, de los que simularon ser hijos de Leioester y de Isabel de Inglaterra, se alarga, con un príncipe de Bé! gica aparecido en una ciudad noruega. Mas este príncipe fantasma tiene mayor apariencia de verdad que lo anteriores, porque no viene a reclamar derechos, como lo lucieron los otras; sin duda, por lio mismo, si es menor el interés de la figura lo es también el riesgo de su empresa. ¿Y qué pretendería si no fuera cierta su alegación? ¿Con qué. intento habría de surgir la imaginada personalidad? No hay vacante que ocupar ni trono expoliado por quienes pudieran ser calificados de advenedizos; acaso sea suficiente para los. días que corren, y hasta de mayor provecho, el título que el cargo, el honor que el ejercicio. Parece que toda figura importante qua desaparece misteriosamente ha de ser como esas estrellas fantasmas de que nos hablan los astrónomos, y sigue enviándonos desde ia noche el parpadeo de su luz ya extinta; y el Rey don Sebastián, al desvanecerse en la rota de Alcazarquivir, se prolongará en aquella sombra desconcertante de Gabriel Espinosa, y la tímida silueta del niño del Temple tiembla en el reflejo de Mathurín. Uno y otro nombre, lo mismo que el de Demetrio, se repiten en ecos que se van apagando poco a poco; sin duda, para que llegue hasta nuestros ojos y nuestro corazón, más que a nuestros oídos, la emoción de aquellas vidas malogradas. No creemos que sea obra calculada de una ambición cada una de estas apariciones, sino que cumplen ley de fatalidad, y es el azar de un parecido a arrebatarlos de la vida oscura y serena para presentarlos al mundo. ¿Mas pudiéramos deducir de esta aparición segura y de este fracaso inevitable una lección de njpral? ¿Nos dirá el hecho repetido que todo fingimiento ha de ser desenmascarado? No lo creemos enseñanza para I05 demás, sino equivocación de quienes lo intentan, y todo en ellos, si no hubiera sido impulso irresistible, como el que envía al claro de luna para que se ahogue en el remanso, sería error de máscara. Esos desgraciados ambiciosos que pretenden traer un nombre y un- rostro diferente al suyo empiezan por ¿er ellos mismos los que conocer ia mentira y, un ií. i u otro, ha de descubrirlos el ma cstar te u ¡i aforamiento que les conmueva, a su pesar; pero el disfraz de las calidades diversas, virtud, sabiduría, valor, como no es tan fácil señalarlo al primer examen, basta que se lo endosen quienes emprenden la aventura y que sea creído y voceado como cierto por las gen es fáciles al asombro. A periodistas que escriben breve: Jos hay que escriben largo. Conocí antaño tres periodistas breves: Franv. ow Pi y Alargall, José Ferreras, Adolfo buartz de Figueroa. Conozco ahor a otro periodista que escribe también corto: José Cuartero. Francisco Pi y Margall vivía modestamente; siendo presidente del Poder ejecutivo, cuando se pasaba el día en Gobernación, su ordinario era, en la mesa de trabajo, un bistec traído del caté vecino. Durante la Restauración, no cobró su cesantía de ministro; era abogado y no abogaba en estrados; redactaba informes concienzudos, con su ietrita clara, informes breves, de uno o dos folios, por los que cobraba veinte duros. Hablista consumado, no pudo aceptar el sillón que se le ofrecía en la Academia- -según me dijo é ¡mismo- por no estar conforme pon cierto artículo del reglamento. Publicaba los sábados un semanario; estaba abierta su casa a todas horas, todos los días, menos el viernes, en que escribía sus artículos; eran cortos, precisos, esos artículos. Las ideas estéticas de Pi están expuestas en un diálogo, un diálogo sobre la belleza que puede verse en un tomito, pareja de otro del mismo tamaño en que se estudia ia conquista de Méjico. Más concretamente podemos ver esgs doctrinas n a; gúu trabajo de El Nuevo Régimen, el periódico que publicaba Pi y Margall. En el número del 26 de enero de 1893, con motivo de la muerte del poeta Zorrilla, publica Pi una nota, y a publicada en otro periódico, en que se dice que la poesía ha de ser precursora de los grandes movimientos porque en días no lejanos pasarán los pueblos. A ella principalmente incumbe conducir la humanidad al cumplimiento de nuestros destinos En una coníerencia dada en el Ateneo, sobre el carácter y el fin del arte conferencia reproducida en el periódico mencionado, el 17 de junio del citado 1893, leemos: Para mí el arte no puede tener otro fin que. las demás manifestaciones de nuestra vida. Tienden todas a la perfección de la humr. nidad y del hombre. E; n suma, lo que Pi y Margall defiende es lo que se llamaba entonce; el arte docente ¿Y cómo no ver que la belleza tiene ea sí misma su fin? ¿Y cómo negarse a la evidencia cuando se nos dice que la sola y escueta belleza, sin propósito pedagógico, es un estímulo perteccionador del hcnibre, punficador de las pasiones, acendrador de los más finos sentimientos? ¿Y es que si se descubriera que los brazos perdidos de la Venus de Mil o servían para sostener una rueca, de modo que tuviéramos ante nosotros una hacendosa mujer, no nos sentiríamos defraudados? Pi y Margall escribía corto; sus primeros libros están escritos profusa y vistosamente. Fue poco a poco Pi reduciendo sus períodos; estaba ese apocamiento en. su natural; se ha dicho que d be a la frecuentación de Tácito el logro de tal condición; se añade que la lectura de Mariana, el historiador, contribuyó a lo mismo. Si en su textura mental no hubie ra estado la brevedad, nunca eí escritor hubiera escrito cortamente. José Ferreras dirigía El Correo, órgano de Sagasta; escribía una sección titulada Balarte, en e ¿os breves artículos se contenía el pensamiento del jefe el pensamiento N AZORIN MARIANO TOMAS

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