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ABC MADRID 15-02-1946 página 9
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ABC MADRID 15-02-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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CUENTAN QUE UNA VEZ... LA NOVIA DE LUIS CANDELAS N la vida azarosa de Luis Candelas, el famoso ladrón madrileño que llenó con sus hazañas muchos años del Madrid romántico de principios del pasado siglo, es un remanso de paz el amor limpio de Clara María, la burguesita modesta y buena que amó al bandido sin saber que lo era. Clara María adoraba en Luis su gallarda apostura, su elegante vestir, la correcta distinción de sus maneras de dandy de la época y su alma, generpsa, pero desconocía por completo el aspecto real de su vida de majo, pendenciero y chulo, jefe de una banda de mailiéehores, que en la taberna del Cuclillo, en la calle Imperial, tenía el cubil donde planeaban sus negocios entre el desgarro de una guitarra gimiendo por peteneras, los besos sucios de una coima, y unos boleros tejidos por los menudos y primorosos pies de una hembra de rompe y rasga. Este doble aspecto de Luis Candelas era su característica. Durante el día, lucía su atildado garbo de currutaco, en los paseos, salones y tertulias de moda. Por la noche, cambiando su elegante indumento por la chaquetilla chula y la faja grana, se lanzaba al azar peligroso de su. vida de bandolero salteador. Redimido por el amor puro de Clara María, la damisela de la calle del Colmillo, pues allí vivía, tomó la resolución de abandonar la vida facinerosa y bandolera para ofrendar a la amada con su renunciación un futuro dichoso. Fiel a ello, decidió dardos o tres golpes que aseguraran el futuro económico, declarar noblemente a la novia su verdadera personalidad y huir con ella a Inglaterra. En Valencia ejecutó el famoso robo de la perla rosa: aquí, en Madrid, entre otros de menos importancia, el del espartero de la calle de Segovia y el celebérrimo de la modista de la Reina Regente, doña María Cristina de Borbón; aquella valerosa Vicenta Mormín que en su casa de la calle del Carmen, esquina a la de la Salud, fue víctima, el 12 de febrero de 1837, de la última hazaña del ilustre cleptómano. Algunos días después, repartido d botín y licenciada la banda, Candelas descubrió a su adorada Clara María su verdadera personalidad, romántica y valientemente. Y allá en la destartalada casona que alquiló en la calle del Mesón de Paredes, se presentó de improviso ante ella vestido de bandido y- le contó su vida, llena de azares y de peligros, de aventuras bravas y crueles; le habló de su regeneración, nacida al calor de su cariño, y cuando esperaba el gesto magnífico de la mujer privilegiada, lleno de sublime sacrificio por el hombre querido, se encontró con que Clara María se asustó. E tiemblan lamentablemente ante el hecho, grandioso e inesperado, que no figura en su programa de cosas graves que hay que pasar en esta vida y ante las que ya se tiene estudiado de antemano el oportuno gesto. Y asustada, le siguió en la huida hasta Gijón, donde pensaban embarcar para Inglaterra. Pero en la ¡brava costa cantábrica aumentó la nostalgia del hogar tranquilo, aumentó el susto, y poco a poco, día tras día, con entusiasmos que no se tienen, con silencios que dicen mucho, con ánimos que no se dan, con efusividades que faltan, hizo saber al bandido su resolución irrevocable de volver a la ñoñez de su vida oscura y anodina. Y aquí otra vez el gesto gallardo deí bandolero, que, sabiéndose perseguido y buscado con avidez, emprende de nuevo el camino de Madrid, para devolver a la vulgaridad el único tesoro que escapó a su pericia de robos. Seguramente la desilusión fue tan grande, que forjó en él la idea de dejarse prender y matar. De otra manera no se explica la facilidad con que se le prende el 18 de julio de ese año en la posada de Alcazarén, cerca de Olmedo, ni su prohibición absoluta de que le hablaren de Clara María durante su prisión, ni la asombrosa serenidad con que responde a la notificación de su sentencia de muerte con aquello de que, aunque tardía, la encuentro muy puesta en razón ni el estoicismo con que sube al patíbulo, levantado en la Puerta de Toledo, el 6 de noviembre, brumoso y frío, de ese año de gracia de 1837. F. BONMATI DE CODECIDO Se asustó, como se asustan, casi siempre ante lo grandioso y verdaderamente excepcional, i- sas burguesitas que, creyéndose seres superiores en ti seno de un hogar pleno de comodidades- y exento de privaciones.

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