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ABC MADRID 12-02-1946 página 7
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ABC MADRID 12-02-1946 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página7
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Vista de San Sebastián, desde el monte Igueldo. NA vez más estoy frente al mar. Un mar cosmopolita que entiende de modas y de autos, de arte y de política, de toros y deportas. Tal vez. a este mismo balcón se asomará la bailarina extranjera para ver plisar el coche de la Reina Cristina- -vestido gr s y cjntillá morada al cuello- Vagja jpor, ahí abajo los espectros de José María Saíáverría, desvaído y pulcro, con su pergeñó d, e profesor austríaco, sus bigotes señoriales, y su cuello de pajarita de orla acadéniícaj. del siglo xix; de Asorín, medio inglés y riiedio campesino; de don Jacinto Benávente, afilado y menudo, mefistofélico y humorista. Si Camille Mauclair nos habló de la, espléndida y asiera España, después de aquella peregrinación que empezara muy cerca de aquí, junto a Ignacio Zuloaga, el risueño gigante que conducía el automóvil con dirección a Zumaya, no sería precisamente pensando en el aire, y el aura de San Sebastián. En esta ciudad será mejor decir espléndida y dulce España. Estamos cerca de la dulce Ifrancia, cuya costa dorada se pierde esta mañana en un polvillo azul y violeta. He colocado junto al balcón una mesita y una butaca para escribir y leer sin perder de yista el mar. Pero ahora necesito sentir el aire, el perfume, la temperatura del mar... No hace frío ni calor. Hay una suave humedad, que actúa en nosotros de sedante maravilloso. Salgamos, pues, a la calle. En todos estos escaparates lujosos y exouisitos, con pocas cosas y bien elegidas, se refleja, no el mar, sino la mar, contemplándose como pudiera hacerlo una dama del gran mundo. Hemos llegado al rompeolas, que es siempre un espectáculo gratuito e interesante. No nos cansamos de ver las fantásticas esculturas de las olas. Lo blanco, lo gris, lo azul, lo verde se mezclan invitando a los pintores y a los poetas al gozo de la creación. Bordeando el mar, hemos ido subiendo por el monte Urgul. ¡Qué delicia respirar aquí, a pleno pulmón, sin gente y sin otros ruidos que la canción tranquila de la mar! Nos parece la mar, desde esta cumbre, un verso puro, bello por si mismo, siempre U igual y siempre distinto, ancho y profundo, pavoroso y tentador. Don Quijote, acostumbrado a soñar en demasía, apenas dio importancia al mar. Le pareció, sí, espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera que en la Mancha había visto. Pero él llevaba en su pecho y en sus pulsos un mar de fantasías, mucho más tremendo que el mar de verdad. La realidad no pudo vencer a la poesía, ni el mar de Barcelona, a la imaginación del héroe. Atardecer en Pasajes. Ha saltado una brisa fina, como de sutiles cuchillas de afeitar, y hay en el puerto una emoción de buen cansancio. Los obreros salen del trabajo, y los barcos cabecean ensayando posturas para el sueño. Grúas y chimeneas, humos de barcos y humos de fábricas. En la otra orilla hay un sol viejo, de miel concentrada, que transforma en oro las piedras seculares. Por entre los árboles patriarcales de un bosque de terciopelo, el entierro de un niño. La cajitablanca se ha perdido en la tarde como una barca doliente. Pero hay que regresar. Las maletas están preparadas, y de un momento a otro un taxi me llevará a la estación. En estos momentos se agudiza la nostalgia, y quisiéramos a la vez irnos y quedarnos, derramándolos en amor sobre todos los paisajes vistos o presentidos. ¿Mar desde el huerto? ¿Huerto desde el mar? ¿Mar desde Castilla? ¿Castilla desde el mar? La tarde es triste y bella. El tren se ha puesto en marcha. Cierro los ojos para ver mejor el mar. FRANCISCO JAVIER MARTIN ABRIL Un rincón de Pasajes.

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