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ABC MADRID 10-02-1946 página 17
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ABC MADRID 10-02-1946 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página17
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aó cudeúxvieó al 98 LUIS RUIZ CONTRERAS Asiento con la cabeza, sin palabras. pretendían ser mis secretarias... Yo he ca- -Lo más interesante de mi obra está sado once secretarias... Sí; recuerdo aquellos anuncios solicitando inédito; es un montón de cuartillas que titulo secretaria del escritor que no acertaba nun- Memorias de mis amas de llaves. He tenica a encontrar la que bien le sirviera. Las do treinta y cinco... Sigue rebuscando papeles. muchachas desfilaban mustias por esta casi- -Estos son cantares. Míralos. Los cantata de los altos de Lista, dejando caer sobre las cuartillas sus faltas de ortografía y sus res hay que hacerlos como si los escribiera ilusiones desvaídas. Ya llevaba don Luis so- un albañil. Y así son éstos j pueblo 1 Se levanta, coge un librito, empuña la bre el cráneo el gorrito de seda que entintaba su calva y esa melena, hoy melenita, blan- pluma, escribe una línea. -Mira cómo está mi cabeza; ahora no sé ca y respetable. La barba, entonces, era larga, poblada y nivea. Si no fuera por los oji- cómo te llamas. llos maliciosos, la barba, el pelo, la flaca y Sonrío alta figura y el gorrito, habrían dado al hom- ¿No te decía que e un milagro el que bre una apariencia de dulzura, como la de yo escriba? esos días con los qué se inicia él invierno. Y mientras. traza mi nombre humilde, que Pero la mirada burlona, viva, horadante, se le habk borrado de la memoria con razón, quitaba a la imagen toda idea de calma. le observo. Se ha puesto bajo el gorrito anatolianp Ahora me cuenta una larga historia en la que palpitan personajes vivos. No me atre- una visera de jugador de tenis. La barbita parece, más que barba, pelos sin afeitar desvo a trascribirla. Sólo apuntaré el final. de hace un mes. Entre sus palabras cauda- ...y escribí el epílogo de su libro para losas, recuerdo cuatro, una frase amarga que que lo creyeran dirigido especialmente a él, ni cuándo me ha dicho, refesu padre, su novio y el que entonces era jefe no sé acómo lata de leche condensadaalque le rirse una del Estado. Después se enfadó conmigo. regalaron y fue origen de otro disgusto con- -Algunos se habrán enfadado también al su donante. Eran lo he pasado mal Y le leer sus Memorias. miro con afecto. -Las publico en un tomo. No; no son Este viejo- -reza mi pensamiento- -volteagrias, sino fuertes, porque dicen la verdad. riano, agrio, solo, audaz y tímido, del que Algo pude callar, pero nada de lo que digo se dicen muchas cosas y otras se callan, allá es falso. Todo eso no tiene importancia. Lo en lo hondo quizá sea bueno. Su inteligencia que yo hago bien son los sonetos. arisca le rodea de una corteza punzante. Me observa enseñándome sus tres grandes Y. continúo escuchándole, por si mi predientes. Yo le rindo pleitesía. Y él continúa: sencia es un alivio en su largo camino sin- -Tengo una cosa colosal... No se puede apoyo. publicar. Esto sólo se hacía en tiempo de Luis DE ARMIÑAN Quevedo. Todo es como un milagro. Le veo tan contento, que yo mismo me alegro con su alegría. Si no fuera por la leña que embute en su salamandra, sería hasta feliz escuchándole. Y, como si lo advirtiera, me ducha con su burla: -Gozo porque estás aquí; si no hubieras venido, me daría lo mismo. Ese es mi equilibrio. Y se tiende en un sofá, con una cajita de Tía que saca papeles, cartas, retratos. -Mira qué o j o s esta chica estaba con Vico. Yo entonces era el primer crítico de Madrid. Un día la acompañé hasta su casa y la dije que se dedicara a la zarzuela, y fue famosa... ¿Ahora no va al teatro? -No. No me interesa nada. Ningún autor puede interesarme. Yo hago la crítica mejor que nadie, ya lo sé, pero ai tercer artículo me echarían a la calle. Luis Rui Contreras, en la actualidad. (Foto San Bermejo. Luis Rui Contreras, en el aflo 1881. o veo a Baroja como cuando tenía dieciocho años. El se enfada, ¿pero no es mejor que verle como está ahora? Pasa, pasa... Esto me dice el diablo del viejo al abrirA me la puerta. Y ¡claro I, yo pienso ha soltado la incongruencia para decirme que estoy como no quisiera, y él me desea recordar en la dulce juventud en que me conoció va para los treinta años, años en los que don Luis ya era anciano para nuestros abriles. Con la gotita de acíbar en la silla del alma, entro en la habitación que Ruiz Contreras vive desde entonces. Entonces aquello era el campo, hoy es la ciudad; entonces teníamos por allí un estudio Pepe Planes y yo y eran nuestros vecinos Tono, Reinoso y Arniches, todos ilustres y famosos en su arte. Entonces no necesitaba don Luis esta estufa a la que atiborra de leña, porque el calor lo llevaba dentro; entonces Madrid vivía las glorias de su inocencia, y una huelga de castañeras era terrible trastorno social ¡entonces! -Te voy a contar una cosa de aquella chica que iba al estudio y a la que yo di buenos consejos... Y me la cuenta. Yo no me acuerdo de la chica que hizo caudales en América, arrebatada por sus palabras a los madrigales de algún jovenzuelo, y miro los libros que don Luis tiene sobre su mesa: un Larousse, el Estudio psicológico de Anatole France, de Michaut, y un cuadernillo cuyo título es La confitaría española. Prosa y verso, trabajo y paladar: Ruiz Contreras. -Acabo de hacer un artículo precioso. Es un milagro cómo escribo. No sé ni lo ¡que dige... Ahora tengo que cambiarle el título porque no se refiere a lo escrito. ¿Qué edad tiene usted, don Luís? -Nací en 1864. ¿Vive solo? -Me estorba la criada. Hay qué desordenar el orden. Dkenta me decía que yo era esclavo del orden y me vituperaba. ¿A qué hora te acuestas tú? le pregunté. A las cinco de la madrugada. Pues eso es seguir régimen... Yo hago lo que quiero cuando se me antoja. -Y... ¿se cocina usted? -Hago mi cena. No creas que me aburro. Este cuerpo viejo es una caja que transporta mi espíritu. Leo, escribo, charlo solo. Soy casi feliz; algo hay dentro de mí... ¿Escribe mucho? -No, He vendido mis propiedades por una renta vitalicia. Ahora hago el prólogo de las obras completas de Anatole France, cedidas a Aguilar. Ello me permitirá vivir sin apuros los años que me quedan; no crees que he hecho bien? Pero lo interesante de mi obra son las catorce o quince mil cartas que he escrito desde 1906 y que publicaría si alguien Jas escogiera. Ramón Gómez de 3 a Serna ffie las pidió, luego Pérez Lugín se puso a clasificarlas. Hay cartas a las que Y

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