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ABC MADRID 10-02-1946 página 15
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ABC MADRID 10-02-1946 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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A ausencia en Museos españoles y eii el mismo Toledo de algún ejemplar de La Oración en el Huerto de El Greco nos hace particularmente interesante d cuadro con este tema que, procedente de Andújar, se exhibe ia Exposición de La imagen de Cristo en el arte español Nada menos que nueve ejemplares se. conocen de esta interpretación del Huerto de Gethsemaní, de mano del cretense. Todos ellos asignables ya a las últimas etapas de la pintura. En dos zonas principales concibe E 1 Greco la escena: una, la abismática, la de los Apóstoles dormidos: otra, la de la oración ensangrentada, con el consuelo del Ángel. Las dos a diferente altura y distancia, las dos con formas y colores encrespados, pero agitados por i distintas. En e s t e cuadro, Uu- t, El Greco siendo fiel a la tenebrosa imaginación de sus últimos años, plantea como tema principal el del sueño de ios Apóstoles- Pedro, Juan y Santiago han a b a n d o n a d o a su maestro, y un sueño negro y denso como la tierra, un sueño que a g r a v a sus ojos los posee. Nuev a ni e n t e hay que pensar en el simbolismo, que no olvida nunca El Greco Los tres Apóstoles predilectos duermen con un sueño que es como el pedestal sobre el que se levanta ia Pasión. Bajo las angustias de Cristo, descuidados de una aflicción que reclama. humildemente u n a í ¿hora de vela, c a e n inertes los tres discíjjr pillos, en compacto wgrumo de materia, confusos a n t e las nuevas invocaciones de Jesús. Un simple alerta de compañía pide el Salvador en esta oración al Padre, amasada con su misma sangré. Y otra Tez una negra masa de sueño cae sobre e s t o s cráneos, derrumbando a los tres Apóstoles en la noche profunda, a un tiro de piedra de Jesús. L LA ORACIÓN EN EL HUERTO DE EL GRECO como por un viento terrero, extendidos en flotantes curvas de galbo huracanado. Es una de las mayores audacias expresivas de El Greco Nunca el despliegue de un paño ha trascendido en calidades emotivas tan sobrecogedoras como las de los mantos de San Juan y de San Pedro al hincharse de angustias en esta prima noche. Es una onda de lúgubre sentido la que enarca apenas la combada lisura del manto de Juan, para en seguida levantarse tormentaria y crespa en el manto de Simón y caer derrumbada en el extremo más sombrío del cuadro. Y estas patética- ondulaciones, concebida con El Greco ha representado en estas tres figuras abismadas el subsuelo indiferente y opaco, el inerte fondo siniestro sobre el que se realiza la Pasión de Cristo. Sobre estos tres cuerpos hundidos en la negra noche de la i n c o n s c i e n c i a Jos mantos se despliegan en un genial ritmo dramático, c o n las. Superficies alabeadas na tensión y gigani s ni o, acentuados or colores rechinan: es y, como siracuno s. Singularmente iolento es el rojizorosella de San Juan, ulgurante de u n a ¡asa eléctrica n la resta de la ola, enlaado sin perder agresividad con los amarillos trepidantes de sombras en los pliegues- rampantes de Santiago y de San Pedro. La cabeza de este San Pedro es de una gran nobleza en la concentración inteligente de su sueño obstinado. Se apoya en una mano, y el btro brazo lo rodea como un nimbo a semejanza de uno de los hijos de Laocoonte. A su lado hay una hiedra constante, el símbolo vegetal de! San Pedro, según es costumbre en El Greco Y detrás de los Apóstoles, unas pobres y sequizas ramas de olivo con un tronco recién cortado, que asoma brutal y obtusa su sección, ínlire esta letal masa de muerte y de sueño, en un a l t o irado, se desarrolla Ía oración de Jesús. Es ésta otra de las intuiciones más descarnadas y geniales de El Greco Cristo aparece arrodillado en el momento más angustiado de su existencia. C u a n d o llega a desfallecer y su piel suda sangre y aniñado y desamparado pide al Padre que le absuelva del cáliz de t o d a s las a m a r g u r a s Y El Greco ha representado una figura roja y como cóncava, con túnica de sangre que se remansa n el suelo, como un charco. Es imposible conceDir mayor concentración y desangramiento que el de este man- to cúryado líquidamente. A su lado está el Ángel con el cáliz, blatvea criatura fluida, sin la menor desemejanza formal ni en calidades ni en significación con la nube que lo sostiene. A este Ángel lo respaldan otras nubes hermanas, mientras que detrás de Cristo se yergue una montaña de tupida y maciza materia. Por el fondo, y al resplandor de unas frías llamas de luna, avanza un grupo de soldados con hachas encendidas, grupo espectral rematado por! la pilueta, también enlunada, de u n a ciudad lejana. Hizo El Greco otra versión de este tema repetido en tres ejemplares. En primer término, coloca a Jesús orante. Y bajo el Ángel, y como eri una caverna de acceso ovalado, duermen los tres Aposto- les, envueltos en una luz metafísica. JOSÉ CAMÓN AZIÍAE

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