Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 07-02-1946 página 3
ABC MADRID 07-02-1946 página 3
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 07-02-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página3
Más información

Descripción

MADRID DÍA 7 DE FEBRERO Dfc 19 46 NUMERO SUELTO 4 CENTS. fícil, en la energía, cuando la necesite, en la ternura, en el patetismo, en la clarividencia. El poeta joven, a medida que el anciano va enumerando todas estas cualidades, sonríe; ERDONE usted; estoy un poco cansado. el viejo sonríe también. No sabe ya este Necesito tomar un poco de reposo; hombre senecio en qué pensar para ser grame sentaré, en tanto que concilio las to a su colega. Y de pronto lo que le desea es el cuento de nunca acabar. ¿Y qué es lo ideas. Vengo de muy lejos; ha sido largo oue no se ha de acabar nunca, tratándose de el viaje; vengo del último tercio del siun poeta joven El cuento, de nunca acabar, glo xix. Esto es silencioso; el silencio que el cuento que pudiera escribir el poeta joven, aquí se fruye es el que Cervantes llamaría es el cuento de las ilusiones que no se aca maravilloso las paredes son blancas; aquí ban no se han de acabar en toda la vida. tiene usted una mesita, que es un sencillo taSi las ilusiones faltan, ¿cómo podrá haber blero, y una cama, que es una sencilla cama poeta? El cuento de nunca acabar es el cuende monje. Puede usted trabajar en la mesita, y cuando se canse, tenderse un rato en la to también de las esperanzas que no se han cama: tenderse en espera de que, con las de acabar. Si el poeta no vive en perpetua fuerzas restauradas, torne el estro. ¿El es- y noble esperanza, ¿de qué modo podrá ser poeta? El cuento de nunca acabar es el cuentro del poeta? ¿La inspiración del novelisto de algo que si no se tiene, si se acaba, ta? ¿La maestría del autor dramático? ¿El no servirán de nada ni las ilusiones ni las saber del ensayista? De todo puede escribir esperanzas. Sin ese algo r. o podrá haber usted en este limpio tablero. ¿Y no podría esperanzas ni ilusiones. Y el poeta viejo, ser lo escrito un cuento? ¿Por qué no un como don supremo, desea al joven lo más cuento? l i e escrito muchos cuentos en la vida; he visto también en la vida que mu- preciado que bav en el mundo: el deseo... Que en el poeta joven nunca se acabe el dechas cosas que parecían promesas halagadoras son cuentos. Si a usted le parece, vamos seo; que esté siempre deseando, ansiando, a escribir un cuento; digo vamos, porque yo anhelando algo noble, algo fecundo, algo le ofrezco a usted mi colaboración; usted es bello. Y se acabó el cuento de nunca acabar. joven y yo soy viejo; podemos poner, usted el impulso creador, y yo la experiencia que AZORIN corrige y lima. ¿Y qué argumento elegiremos para nuestro cuento? Usted ya tema pensado un argumento; me permitiré decir a usted que no es ese argumento el que convieLA V O C A C I Ó N ne en esta ocasión. Y si no conozco el argu L catedrático entra en el aula. El rumento, ¿cómo puedo decir que no es el conveniente? Porque s ea el que sea, no será iran- -4 mor alborotado cesa de pronto. Todos los alumnos se han puesto en pie. A ca el que me está a mí escarabajeando el ceuna seña del profesor, vuelven a sentarse. rebro. Usted veo que sonríe; hace usted bien en sonreír; soy muy viejo y desvarío un tan- Comienza la cías con el solemne, imprestico de cuando en cuando; me doy cuenta cindible acto de pasar lista. Alfredo Ruigóde ello; no tengo el juicio abolido; pero le mez Bolívar, Bern- ardino Cordero Arrome... confesaré a usted que sí lo tengo decentado; Todos van respondiendo servidor de usted decentado quiere decir que estando casi en Los chicos contemplan a su sabor al joven mis cabales, algo hay en mi que no funcio- maestro, cuya humanidad! ctenoeña, enjuta, na bien: el juicio no está completo. se destaca en suave contraluz. El catedrático inicia su lección. Habla con voz igual, grata: Estoy ya un poco más tranquilo; puedo comenzar la parte de mi colaboración; usted reposada, sin afectación oratoria, explicando luego verá si el argumento que expongo le v. w capítulo de historia literaria. En ¡a mano, conviene o no. Supongamos un poeta. ¿Y aprieta un pañuelo, que de tarde en tarde dónde colocaremos ese poeta? Un poeta ne- aplica al bigote. Por la pantalla imaginaria cesita estar en un sitio ameno. ¿No está usque se despliega ante los discípulos, desfilan, ted bien entre estas cuatro paredes limpias? con amena claridad y jugosa abundancia de ¿No le gusta a usted esta rnesita en que tie- pormenores, los grandes nombres del pa- ado ne dos o tres libros y un rimero de cuarti- o del presente. Las obras maestras son nallas? El poeta nuestro puede estar en un jar- rradas, contrastadas- unas con otras, leídas y dín, en la playa, en la montaña, en el bos- contentadas en fragmentos reveladores. Junque, en la margen de un río; todos estos lugares son placientes. Y de pronto en el jar- to a los nombres gloriosos de los grandes dín donde se encuentra el poeta, aparece otro poetas, los modestos, como en letra menuda, poeta; sólo que. si el primero es joven, el de eruditos, críticos, historiadores contemsegundo es viejo. ¿Y qué harán en el ameno poráneos. Se observa eti el catedrático un jardín el poeta joven y el poeta viejo? Kste amor singular por el detalle, una tierna atenes un punto que debemos estudiar; en el jar- ción al talento borroso y escondido. Usa palabras favoritas que la aguda perspicacia de dín, la imaginación, en UIK y otro poeta, no puede estar ociosa. El poeta viejo desea ser los chieos capta, en sesrnida: don Marceligrato a su colega; le deseará algo que le sea no. Chancillería, Clarín Yalladoiid, útil en la vida; ya que no pueda donarle un Este singular catedrático, que viene al Instesoro, le deseará la inspiración, por ejemplo; pero la inspiración la tiene el poeta jo- tituto montado en bicicleta, que se pasa el ven. En ese caso será la rima rica lo que el día entre librotes y papeles viejos y, sin embargo, no u; a lente? intriga a sus alumnos; anciano desee para su compañero; pero la rima rica la posee también el joven poeta. les desconcierta. Siquiera al catedrático de Entonces serán las bellas imágenes lo que el Historia, mallorquín cegato de tanto desveterano deseará para el bisoño; pero las cifrar diplomas, se le comprende perfectabellas imágenes asimismo las tiene el joven. mente. Pero este literato -definición con Pues si todo esto lo posee, habrá que pensar honores c mote que le resume- -resulta que en la fluidez de la poesía, en la facilidad di- vive en pleno siglo xx. A- Jo mejor, les habla (y estamos en 1910) de Bena vente o de DIARIO ILUS. T R AD O D E I N h O RM AGi O M G E N Ek A L feJS riir EL CUENTO DE NUNCA ACABAR P Valle- Inclán. Comenta la s Sonatas o Les intereses creados. Recita versos de Rueda y de Darío. El curso pasado, en clase de Preceptiva, se estudiaron entre los Modelos, ios versos de la Sonatina. Y lo que es más sorprendente. Por el escaparate de la librería asoma un libro que se llama La vúes de hogaño. Pronto anda un ejemplar del libro de mano en mano. Son, en efecto, versos ¡le nerviosa trama y rica armonía sonora. En la clase hay, a lo sumo, dos o tres muchachos, niños casi, que gustan de leer por su cuenta y riesgo a los clásico? Alguno de ellos apenas ha cumplido catorce años y aun no ha mudado la voz. Pasa su vida eníre libros y juegos. ¿Qué vas a ser tú? le preguntan sus cama radas. No lo sé todavía. Ellos, ya todos tienen elegida su medicina, su ingeniería, su milicia o sus leyes. Pero él calla y sa marcha con sus amigos a jugar; una partida en las cercanas boleras, tentación de novilleros de la escolaridad. No se le dan mal el birle, la siega y el emboque. Pero sus amigos no pueden adivinar que el cuadro de los nueve bolos se le aparece ya como una estrofa. Y, sin embargo, nada hay seguro. Porque iras veces, s! gui: endo con los ojos la curva gabarda de la bola por el espacio, piensa cen naturalidad en cuestiones de geometría, la inolvidable geometría. Mañana, cuando ü. gue a mozo, cuando se haga hombre, ¿será n a Umát co, ingeniero, músico, catedrático? Al volver del Instituto 1, la turba escolar recorre una calle que desemboca frente a un pabellón de madera, construido en un jardín. Por las ventanas más altas se descubren emadas almenas de libros. A veces, una silueta, familiar y venerada en la ciudad, asoma tras los cristales o atraviesa el huerto cantado por la ¡ira fraterna. Y las 1 chicos reprimen sus voces pata decirse: Don Marcelino. Nuestro escolarcillo conoce muy bien esas barbas y esos andares vagabundos. Más de una vez le sigue por las calles a verle entrar en el Suizo y pedir La Época. Ha leído gran parte de sus libros, embriagándose de viejas historias de caballería y de romance. ¿Será él también un erudito, poseerá una biblioteca para la que haya que construir una chabola en un jardín? ¿O cantará ¡as rosas y el nocturno silencio de su huerto, como el dulce hermano de la vida quieta? Han transcurrido algunos años. El catedrático profesa aho- ra en su querida ciudad natívl. Pincia recobra al más fiel, al más sabio de sus pincianos. El antiguo alumno, hecho ya hombre, quiere ser también catedrático. Y en una revista que su maestro dirige aparecen firmadas por el mozo unas estrofas bajo el título casual ¿casual? Todo cuati o sucede no es más que símbolo de Vocación. Son los primeros versos suyos que imprimen. La Real Academia Española se hoir- i abriendo sus puertas para que ingrese do a Narciso Alon- o Cortés. Todos los estudiosos o aficionados de la literatura saben lo que ese nombre significa. Un saber sin límites, una admirable prudencia crítica, una vida entera de investigación y de trabajo. No todos salien, sin embargo, lo otro. Y lo; otro es- -delicado y supremo oficio- -alumbrar un manantial escondido de infantil vocación GERARDO DIEGO

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.