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ABC MADRID 06-02-1946 página 3
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ABC MADRID 06-02-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA 6 DE FEBRERO DE í 9 46 NUMERO SUELTO 40 CENTS. If f- J RUBÉN DARÍO Y SUS IMÁGENES En la mañana del S de febrero de 1916, hace lioy treinta arios, se extinguió en su Nicaragua natal la vida, rebosante de armonías, del gran vo ta hispano. D í A R fO I L U T RA D O D E 1 NU F OF i ivi A 3 í O Ni G EN E R A h parte, es notorio que la poesía rubeniana es exterior, brillante más que profunda y atormentada. Pues bien; estos hechos tienen su explicación en una de esas aportaciones eruditas a que aludí. A Rubén hasta el conocimiento y la noticia le entraron por los ojos. El gran repertorio mitológico de Menard con sus medallas, relieves, frescos y esculturas le proveyó de saber clásico más que todos sus estudios. Así, por ejemplo, la cuadriga de la Aurora, pasando sobre el campanario erguido y silencioso de su canto a Helios, procede de una pintura que representa tal tema; y la noticia de que Esculapio fuera discípulo de Quirón, al par que Aquiles, no es noticia horjiérida, como él gustaría decir, sin 0 especie sorprendida en una rara medalla en la que se buriló la figura del centauro con sus dos discípulos. Quiere esto decir que Rubén Darío, como cuadraba a su natural imaginativo y deslumbrantemente plástico, recibió muchas especies del mundo por los ojos, como imágenes, y no como conocimientos, y así es bien y es natural que al que se le presentaba el mundo como representación visual le tradujera como imagen. No es éste acaso un descubrimiento, a más bien, una comprobación del carácter de la poesía de Rubén, una explicación más satisfactoria que largos discursos, de una condición esencial de su arte? JOSÉ MARÍA DE COSSIO s: UBÉN Darío ha merecido ya un tratamiento de clásico. El poeta contemporáneo, el que interpreta con toda precisión la sensibilidad de los que viven y le leen, no se ofrece como objeto para la disección y el comentario que para entendernos llamará erudito, es decir, gramatical, retórica, temático, de fuentes y relaciones con poetas o textos del pasado. A Rubén le llegó esa hora y es considerable la bibliografía de este género sobre su obra. No quiere esto decir, en modo alguno, que su poesía no se sienta ya directamente, y ello justifique todo este aparato literario, sino que ha llegado al punto de madurez en el que el lector no se conforma con sentir al unísono, sino que quiere además darse cuenta del mecanismo de las ideas, de la procedencia de las sugestiones, de las fuentes de la sensibilidad que han hecho posible el milagro de su poesía. A la percepción actual, a la entrega sin reflexión del espíritu del lector al embrujo del verso, ha sucedido ese momento reflexivo en que se desea mejorar la impresión con aportaciones de origen meramente intelectual; ese momento, que tanto se resisten los hombres a admitir, en que caemos en cuenta de que las cosas, tan importante como que sean, es que sean en un espacio y en un tiempo determinados. Si la poesía, mejor que otras actividades, en momentos de entusiasmo puede aspirar a un sentido sin principio ni fin, es decir, eterno, ello no es sino espejismo, pues está sujeta fatalmente a circunstancias históricas que determinan sus maneras, aunque permanezca constante su raíz. Ello no es, y ya lie pronunciado la palabra precisa, sino tener el sentimiento de lo histórico, del que parece que los hombres huyen cada día con mayor denuedo, pensando con absurda perspectiva que la humanidad nace en cada momento y que los sucesos actuales lo son sin precedentes. R tellano. Su alma siguió siendo hispana y mística. Su Arte poética procede de Ronsard y culmina en Verlaine. ¿No hay resonancias de Ronsard en sus propios ¡c- aetos? De la musique avant toute chose, De la musique. encoré et toujours: esta es la lección que Rubéa aprendió en los versos alados y torturados del viejo fauno parada. Rubén fue skiru pre un hombre tímido, taciturno, humilde y acogedor. Sus virtudes cristianas y raciales no se extraviaron en el piélago de la literatura llamada decadente Incidió en una sola debilidad de la época parisiense: el ajenjo, el champán y ci abuso de la metonimia. Para ser un gran, pacta lírico y puro, como Shelley, le sobraban ritmos y rimas, epítetos, metáforas continuadas, fugas al Partenón e influencias de los cenáculos montparnassianps. Abrió a los poetas de España nuevas rutas armoniosas. Deslumhró a toda una generación trasnochada de poetas trasnochadores, aquí, en Madrid, y en la América de nuestra sangre. Acaudilló una revolución en la forma poética, con fragancias de Lutecia encerradas en pomos de Verlaine. La evolución de nuestra lírica se ha resentido de una influencia demasiado sumisa a los franceses, y el reproche, no es tanto achacable a Rubén, que conservó integérrima su personalidad inalienable, cuanto a los seguidores de Rubén, que escribían muchas veces en francés sin saberlo, como M. Jourdain hablaba en prosa. Este momento por el que pasa la obra de Rubén es el más fecundo. No se trata de hacer anatomías de un cadáver, sino de estudiar su fisiología y funcionamiento. No se trata de erudición muerta o de embalsamamiento de su poesía, sino de reavivarla con aportaciones palpitantes, que mejor nos la muestren y justifiquen. De cuantas pudiera extraer de los trabajos aludidos, tan sólo quiero mostrar aquí una observación comprobada que, a mi entender, ayuda a penetrar el sentido y la belleza del verso rubeniano. Pese a los alardes constantes de citas mitológicas, o antiguas y modernas, de que están empedrados los poemas de Rubén, su saber histórico no era profundo, ni mucho menos, pero la variedad d e c ¿te superficial saber era extraordinario. Por oír a Rubén Darío vivía en un hotel de Buenos Aires cuando murió Verlaine en París. La Nación le envió un ordenanza para darle f ACIA el año 1893, y de k mano de la noticia, y con el ruego de que escribiera Gómez Carrillo, primero, y de Ale- para el día siguiente algunos recuerdos del jandro Sawa y el griego Moréas, pauvre Lclian. El poeta de Nicaragua, después, entra Rubén Darío, alucinado, en embriagado de alcohol y de las imágenes los cenáculos literarios de París. Cafés y ta- tumultuosas que la noticia evocaba en su bernas de Montmartre. En el dintel, como cerebro, escribió entonces el famoso resgárgola, el Minotauro. La literatura france- ponso a Verlaine, que salió al día siguiensa tenía entonces ese signo desenfrenado. El te en el diario bonaerense, con una fraganmiíjiio de De Quinoey y Poe. Rubén llegaba cia perenne de acanto, de vino y de miel 1 París literario de las flores del mal con destilados ches Moréas Era aquella poee! alma, liviana de espejismos, cantándole ar- sía la sublimación de toda una e- cuela límonías rotundas de España. Busca a Verlairica, un chorro arrebatador de armonía y ne, el Minotauro melodioso, y no lo encuende imágenes vagorosas y fastuosas. El tritra en su palacio de invierno que era el buto postrero a un maestro que le había enhospital Broussais. Lo encuentra en el café señado D Harcourt, cierta noche- -escribe Rubén- II íaut aussi que tu n allles point rodeado, el fauno, de equívocos acólitos Choisir tes mots sans quelque mópriEe: Rubén cree en la gloria literaria... Y, como Eien ¿e plus cher que la chaeson grise su francés es bastante torpe, y sus ademaOú l Indrécis au Précis se joiní. nes, contrahechos, y se aparece envuelto en Uno ha pensado muchas veces que, -i en ¡mudez y sobncr- gimiento, y es un poeta joven de América, y Verlaine ha bebido aque- su arrobamiento y suspensión ante la lírica francesa fin de siglo no hubiese hallado lla noche mucho ajenjo, La gloire Htlcrairc... dice, faríulloso, Rubén, y Verlaine, Rubén la mejor expresión plástica para su sacudiéndose la embriaguez: La gloiref alma armoniosa; si no hubiese aprendido M... replica con el sustantivo famoso de demasiadamente c. i Francia, el gran poca Cambronne. nicaragüense habría, quizás, seguido 3 a ru! i del Romancero (como hizo luego García El Minotauro cretense no hizo presa en el Lorca) constriñendo fu necesidad consusalma candida de Rubén, que nunca se desprendió literariamente de las armonías ro- tancial de armonías a la sonora, severa y iuudas de España, del quijotismo ideal ni de grácil tradición de Lope y ele Góngora. ¡a suspensión esporádica del misticismo casLuis CALVO RUBÉN DARÍO Y VERLAÍNE

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