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ABC MADRID 08-01-1946 página 3
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ABC MADRID 08-01-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA 8 DE ENERO DE 1946 NUMERO SUELTO 40 GENTS. tf tf EL SENEGA Y LA ZARZA LOBERA ABC D I AR LO IL U s: T R AQ DÉ I NF) R M A 3 I 0 N G Ni R A L turismo primitivo, entre franciscano y mitológico, el que formaba el Séneca, acariciando materialmente a su galgo Cigüeño, echado sobre sus. rodillas. El Ci- güéfio tenía su cabeza larga y achatada de serpiente, manchada de canela, apoyada suavemente sobre el hombro del Séneca: y entornando sus ojos tristes, parecía querer indicar que se enteraba de cuanto su amo le. decía. ¿Qué haces, Sénecaf 1- Consuelo al Cigüeño, don José. Lo matriculé este año, como todos, en fes carrera. de liebres. Y ahí Ío tiene usted: él, cargado de victorias, ha sido descalificado. Es su jubilación. ¿Una injusticia? -No; justicia pura. Corría en el llano de la Ina Usted sabe que en él, rompiendo la igualdad de la gran sábana verde de tréboles y gramilla, hay un solo mechón niás alto, formado por unos escaramujos y una zarza lobera. Cuando las liebres se han isto acosadas por los galgos en varias direcciones, sin caer en sus dientes. acaban siempre refugiándose en esa trinchera, de ramas y púas que les sirve de perdedero Muchas se han salvado allí... El Cigüeño ha corrido demasiadas veces en ese llano. Cuando le soltaron hoy, para la prueba, mientras su compañero se disparaba tras la liebre, el Cigüeño se fue con un trotecillo casi sonriente, y, desentendiéndose de la carrera, se plantó a la vera de la zarza. Allí, esperó a pie quieto. Créame usted, don José, que me pareció que se sonreía con su largaíboca negra d diablo. A los pocos minutos, la liebre, llegó a refugiarse en la trinchera. La cazó de un salto. Momentos después, el seño. r marqués, que era juez de la carrera, 3o descalificaba con lágrimas en los ojos. Me lo trajo con pena y me decía: -Se trataba, amigo Séneca, de ser ligero, no de ser listo. -Y ¿crees que tenía razón? ¡Llegar a tanta sabiduría no es más maravilloso que llegar a tanta velocidad? -No Jo crea usted, don José. En las liebres, como en la vida, hay que estar a las reglas del juego. También son maravillosos los ángeles. Pero no servirían para jü- gaí una partida de tute adivinando filos cada canta que iba a salir... Todas las cosas tienen- su perdedero su zarza lobera: las mujeres, los negocios, la política... Todo tiene su trampa, su punto de vulgar emboscada, donde la cosa se alcanza sin esfuerzo, ¡Pero esto no debe saberse. Cuando ya se sabe, viene la Muerte, nos descalifica y nos sacarle la carrera: para que no hagamos una compstencia demasiado desleal a los enamorados, a los trabajadores, a ios sencillos; a. Jos que corren, derecho, por el llano, detrás de 1? liebre. Tomaba entre sus manos sapientes la cabeza chata y entristecida del Cigüeño -Fíjese usted cómo la naturaleza lo dice a t r i t o s ¿Qué parte ocupa esta cabecita de viborilla, al lado del pulmón inmenso, que te coge la largura toda del cuerpo- Todo está hecho para la carrera, no para- la malicia. Los hombres, lo mismo. La cabeza es unaséptima parte del cuerpo, hecho todo él para la alegría y la fuerza. La vida, es ciega y sencilla- como 1 viento o como la cosecha. Toóos osoa? problemas que hay por el muntíoj se promueven cuando retasan de una P ARECÍA un grupo escultórico, de un na- séptima parte el número de los que se nie- por amor y el pitido del primer tren, crugan a correr... El Cigüeño esta bien desca- zando chirriante el paisaje, entre, el estulificado, porque erdiablo le ha entrado en el por y la ilusión. Pero es que, además, el ferrocarril proporcionó al romántico el mecuerpo. jor instrumento que pudo imaginar para- ¿El diablo? -Yo he leído que el diablo es pura inte- salir de sü ambiente propio y aun de. sí ligencia. A mí no tenían que decírmelo. Yo mismo. ¿No es la evasión, una de las netas noto en la vida, revolviéndolo todo, una lis- distintivas del romanticismo? Evasión del tura sin cuerpo; es decir, sin contrapeso ni tiempo hacia tradiciones y leyendas, con unai estorbo. ¿Usted no ha visto con qué facili- convencional nostalgia ds la Edad Media, dad se bebe! a primer? copa, se hace la pri- Evasión del. espacio, hacia países pintoresmera caricia o se sisa la primera peseta? cos, más o menos cargados de color loTodo está dispuesto con- declive sabio y ma- cal Y cuando el romántico o puede esligno. Yo siento la tentación como la cerca- capar, n huida tantas veces de él mismo, nía, viva, de una gran perspicacia. El diablo la vuelta obsesiva alrededor de sU- cuarto A lo José de Maistre: bestia y ángel ennos pera siempre en la zarza lotera. El Cigüeño levantaba hacia su amo sus jaulados. Pero he aquí que el tren aparece, tentanojos metálicos. -El me escucha. Sabe cue no le deshon- do a ir de un sitio ai otro, con facilidades que el viajero en galeras y diligencias iw ro. Estar sobre el juego es un modo glorioso de terminar la camera. Así la terminaron había logrado. Y sobre todoi de prisa, con casi todos los grandes hombres. Así la ter- aquella velocidad de las seis o sietf leguas minó también aquel caballo del marqués el por hora de los, primeros ferrocarriles. Por Agüeito Al caibo de muchas carreras en el unos pocos años, quizá Werthér le hubiese hipódromo, se negó un día, en absoluto, á debido su salvación a Stephenson. La dilisalir. Había entendido que se trataba, en de- gencia resolvía poce y reproducida en loa finitiva, de correr para llegar a aquel, mismo viejos grabados en madera o en romántisitio. Y optó por quedarse allí desde el pri- cas litografías, la diligencia despista un mer momento; como diciendo: ya estoy tanto al observador de aquellos No Iogr 4 convencen a sus jueces: y le des- Verdaderamente, la diligencia- es el anexen calificaron. Es natural ni la vida ni las ba- réginve, mientras que el ferrocarril signifirreras pueden subsistir- si le quitarnos su fun- ca el fenómeno coetáneo del romanticismo: c! hecho nuevo, hisóiiío, de que los romándamental, maravillosa y ciega eílupidez. ¿Qué sería del progreso si se difundiera de- ticos gustaban precisamente, por sprlo: por; masiado ese secreto andaluz, que sabe que su propia novelería. El tren con su anhelo, como se trabaja para poder descansar, no con sus jadeos, con su invitación al viajo, con su aire de aventura, armonizaba con jdeja de ser razonable empezar por el final o sea por el descanso? ¿Que sería de la una juventud que del desasosiego hacía sti Historia si se extendiera demasiado esa. elemento. El ren mató, nece; ariantente, á la dili- ciencia italiana de ganar las guerras que geiicia, p? ro no a la carretera, naturaleza se pierden? Los pueb os viejos, cómo los hombres sabios, han, de salir, un poco, de mucho más que técnica. La carretera no pola carrera; comJk; de un oesto de matnzianas dia morir y revivió, abriendo su regazo inhan de sacarse las que empiezan a reblan- alterable a un nuevo invento: el automóvil. Gracias a és e, la carretera, ha conocido una decerle de puro maduras. existencia mucho más próspera y fastuosa, Besó les hocicos, largos y húmedos, de su que empequeñece al tren, por mucho que galgo. Terminó: éstense renueve. Asombraba antes de puro- -Porque no hay sitio a i el j u é g o i ver- veloz y hoy renquea. Pero tampoco el autodad, Cigüeño? -para los que conocemos 1 móvil ha de pavonearse con excesivo orgusecreto de la zairza lobera. llo. Desde el avión todo es uno y lo tnisnio: la carreta, y el ferrocárrií, d. camión- y el JOSÉ MARÍA P E M A N autobús; -reptiles de una juguetería ánacró- (X) la Real Academia Española nica. De arriba caerá sobr? el tren 1 golpe que le deje, en. definitiva, fuera del cemercio de Jas hombres. La. poesía del tren SÍ lia, hedió yá 1 resueltamente romántica, pero con. matices de mayor delicadeza sentimental, ésto es, los áña didos por esa sensación de distancia propia UY romántico debe- ser el halo que en de las cosáis que ya tienen historia. En tiemcierto modo rodea al ferrocarril, par a 1 pos poco propicios a está clase de empcioque unas simpáticas gentes se hayan nes ¿Azor in sintió, excepciicmalmente, o puncreído en el caso de montar la guardia de su to menos, la poesía del tren y los ¡lectores afecto. Acaban de constituirse, según lee- de Castilla recuerdan las exquisitas pagimos, los Amigos del ferrocarril y por nas dedicada a L s ferrocarriles y El lógica asociación de ideas pensamos en los primer ferrocarril castellano enlazándose Amig os del árbol -sociedad llamada a con otras del buen Mesonero Romanos, que fundarse en tiempo de talas o devastación del asombro- -ante los caminos de. hierro forestal- en los Amigos, de la- capa también extrajo poe- ia a su mapera. Era- la- -prenda que anda evidentemente muy caí- época. en que se tendían los primeros ríeles tía, a punto de morir- en lo s Amigos sobre la tierra de España: entre Barceloni de éste o aquei monumento arruinado, de y Matará, entre Madrid y Aranjtífe. Han, probable derrumbe y ya fúnebre jaramago. pasado cien años, y el trien tiene, -y amigos Por lo visto, el ferrocarril, a su vez, es. cosa con algo de vocación arqueológica. Y pienque pasa, en marcha. hacia atrás. sa uno en que se cumplen ahora; los cinNo es difícil caer en la Cuenta 3 e que el cuenta añbs del cinematógraío, Sírá cosa ferrocarril lo creó el romanticismo, y bas- de preparar la fundación de otra sociedecT taría a hacerlo patente el argumento cro- romántica los amigos del cine mudo. nológico. El oído histórico nos hace sentir simultáneamente el pistoletazo- del suicida M. F E R N A N D E Z ALMAGRO AMIGOS DEL FERROCARRIL M

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