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ABC MADRID 02-01-1946 página 9
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ABC MADRID 02-01-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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Libros a JARDÍN DE LAS QUIMERAS NA manera de definir el modernismo es mostrar los libros de Francisco Villaespesa: los de su primera época, precisamente. Este, verbigracia, El jardín de las quimeras que ds de 1909 y aparece editado en Barcelona, para mayor realce de su eventual sentido: la Barcelona modernista de Gaudí y Rusiñol. Componen el volumen unas decenas de sonetos, y en la superficie de sus versos, donde se engastan- -por el léxico, al menos- -piedras preciosas y materias ricas, chispean palabras, frases, metáforas muy significativas; palidez de nardo la diabólica flor de tu sonrisa vaporosas cual suspiros hipnóticos ojos de zafiro la tarde huía en su corcel de fuego íos tristes ritornelos de la fuente los lebreles de los siete pecados capitales dedos enjoyados de rubíes la telaraña azul de la neblina Surge así la imagen de la poesía modernista con su emoción romántica, con española pompa verbal y con atavío a la moda francesa fin de siécle no poco del simbolismo y algo de los parnasianos. Poesía muy literaria, aunque sus cultivadores gustasen de escribir la Vida con letra mayúscula, como la Belleza, la Verdad y hasta el Pecado. (Sombras tutelares de D Annunzio, VerIaine, Eugenio de Castro, Darío. Wilde, Heredia... Francisco Villaespesa vino a Madrid el año noventa y tantos, adolescente que pretendía la gloria del poeta, desde la tierra- -como alpujarreña, muy brava- -de Laujar, y quien conserva. de aquellos años recuerdos personales evoca al recién llegado, en pareja, que persistió algún tiempo, con el más joven, pero también poeta y ánda luz- -sólo que de otra Andalucía- -Juan Ramón Jiménez. A los dos les unía una común vocación lírica, de un lirismo acendrado y personal, en reacción v i o l e n t a- -digámoslo así- -contra las poesías de l o s Almanaques de La Ilustración Española y Americana pero la juvenil diarquía, llamada a mandar en los cenáculos, se deshizo, y en la bifurcación del camino que hasta entonces s i g u i e r a n Francisco Villaespesa y Juan Ramón Jiménez está una dé las claves de nuestra poesía contemporá- u DE FRANCISCO VILLAESPESA nea. Por una lado, y hacia arriba, marchó Juan Ramón J i m é nez en peregrinación de suma pureza. Por otro, Villaespesa, hacia abajo, donde el mundo hervía c o n ruidos y calores de cafés teatros y saloncillos. Francisco Villaespesa sería éi penúltimo bohemio- -nunca se sabe cuál es el último- -y Juan Ramón Jiménez, el primer ordenador, en la 1 i r i c a de nuestra época, de v e r s o y vida. Y atrás quedaba el fondo realmente memorable de jardines en qne uno y otro se habían encontrado. Jardines lejanos, jardines bajo la lluvia, jardines en primavera, j a r d i n e s conventuales, jardines de alcázar mo- Juan Ramón Jiménez el poeta antipoda de Villaespesa... (Retrato de Vázquez Díaz. risco... Villaespesa, en El jardín de las quimeras repite con las naturales variantes, la canción que ya le habían inspirado, en la Alhambra de su Andalucía oriental, el patio de los Arrayanes y el mirador de Lindarajá. Pero este jardín de ahora es algo más escenográfico y teatral; como montado para representar un espectáculo de luz y de color. Una mujer danza: Con un brazo hacia el suelo y otro en alto, doblada en grácil arco la cintura, surges, vivida estatua dg basalto, sobre un trágico fondo de negrura. Rudo estertor agita tus hechizos, cuando al danzar la oscuridad alegras, y en el aire refuércense tus rizos como manojo de serpientes negras. Tu danza es como un! vértigo; marea. Son tan raudos tus pies, que no- parecen tocar los terciopelos de la alfombra. Y en la noche sin fin que te rodea, tan sólo tus pupilas resplandecen cual dos chispas de fósforo en la sombra. En este soneto se dibuja un figurín, en el que advertimos el presentimiento de una Tórtola Valencia y hasta en Jos mismos ballets russes fQué extrañas correspondencias se descubren en los avisos y señales de cada tiempo! Sin su tiempo, no cabe explicar la poesía de Villaespesa. Se le fue su tiempo, su poesía, su vida. Escribió con prodigalidad de nabad. No es poeta qué deba dar lugar a una edicián de Obras Completas pero sí a una antología, en que sus poesías, bien escogidas, nos dieran el testimonio irrecusable de una nativa sensibilidad poética, de un fino lirismo, delicado y fastuoso. M; FERNANDEZ ALMAGRO i Francisco Villaespesa, en la época en que apareció en Barcelona la primera edición de El jardín de las quimeras

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