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ABC MADRID 26-10-1945 página 6
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ABC MADRID 26-10-1945 página 6

  • EdiciónABC, MADRID
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DE FORHOS A RIESGO PASADO Y PRESENTE DE UN CAFE El huracán innovador que desde hace algunos años viene barriendo de Madrid jardines, arbolado, fuentes, casas, tiendas, cafés y cuanto, en una palabra, nos permitía evocar costumbres de una ciudad simpática, acogedora y alegre, como fue el Madrid de Apolo, el Suizo, los jardines del Retiro, Doña Mariquita y aun el propio pinar de las de Gómez estuvo a punto de terminar también con el café más animado y popular entre los establecimientos de esta clase, acaso, acaso, por lo inmejorable de su emplazamiento. Nos referimos a Pomos, al Fornos de fines del siglo pasado y principios del presente, al Fornos que visitaban a diario los estudiantes ¡provincianos, al Fornos de Antonio el camarero con sus blancas patillas, a lo Francisco José, y su lista interminable de deudores; al de las peñas taurinas, al de los periodistas nocharniegos y los corresponsales y redactores de las Agencias; al Fornos de los autores dramáticos, de los actores, de los políticos, de los espadachines y de las mujeres de bandera... Pera hubo un hombre, madrileño de corazón, aunque asturiano de nacimiento, que por cariño, acaso también por gratitud a la villa, quiso impedir que el madrileñísimo café desapareciera, como habían desaparecido Apolo, los Jardines, el Suizo y cuanto de más típico existia en la ciudad. Y este hombre- -hemos nombrado a Honorio Riesgo- -logró tomar el establecimiento, entonces muy en su ocaso, allá por el año de 1928. La noticia sorprendió agradablemente a los asiduos, y los que sin Fornos no concebían, no ya la calle de Alcalá, sino la propia capital, lo celebraron echando a vuelo las campanas. Porque no era un Banco, ni un gran almacén, ni siquiera una tienda de lujo. Era el mismo lugar de reunión y recreo, la bolsa de las noticias sensacionales, el punto de cita de los diputados con sus electores de los ipueblos... Era Fornos, que a Madrid se devolvía, pimpante y renovado. Pero, este período de su segunda época fu breve, porque al final del año 33 hubo necesidad de cerrarlo, por venta de la finca. No cesó, sin embargo, don Honorio en su empeño, y aunque los tiempos eran de agi- tación ipoli tica, de crisis financieras y de grandes borrascas para los negocios, comenzó su obra de modernización el año 1934, a pesar de los conatos e intentos revolucionarios y de las inseguridades que e! tenebroso panorama de España tenía para toda iniciativa industrial. La revolución, sin embargo, fue más fuerte que su poderosa voluntad de hombre rectilíneo. Y hasta el año 1940, terminada felizmente unos meses antes, y gracias al Caudillo Franco, nuestra guerra ríe liberación, no puede Riesgo ver su obra acabada. El éxito corona su esfuerzo. El café se atore, si bien a tren distinto del antiguo Fornos, pues las pasadas privaciones, el nivel elevado de vida y e ¡empuje vigoroso que a la industria imprimen los que a ella llegan dispuestos a emplear grandes capitales, agotando todos los recursos para dar satisfacción al paladar, excitando, la gula de las gentes, son para Riesgo estímulos poderosos, que le lie- van a superarse en el incesante mejorar de su negocio. -El público- -dice- -siempre tiene razón. Pide confort buen trato, buen servicio, y yo, que estimo justos sus deseos, no le privo de nada. Acaso por esta compenetración está el local lleno de gente... Precisamente esto- -añade- la enorme concurrencia que a todas horas se advierte en el café, me hizo pensar en facili- tar, por medio de una nueva escalera, el acceso al lujoso restaurante, que hube de instalar en el subterráneo del edificio. Resultaba a veces fatigoso llegar a la escalera que parte de la planta baja del. local, pues la clientela en éste congregada impedía la circulación por el café. Ahora ya es otra cosa, porque la entrada por la calle de Peligros es mucho más fácil y sencilla. ¿Es, pues, éste un Fornos totalmente distinto? -preguntamos al Sr. Riesgo. -Totalmente, no, puesto que tiene algunos puntos de coincidencia, tal la abundancia y ia baratura de la comida... ¿No obstante los precios de la plaza... -No obstante. Porque mi crédito industrial, a costa de tantos afanes conseguido, está por cima de todo. Por esto, por mantener mi nombre a la altura en que mi lucha en Madrid acertó a colocarlo, no he vacilado nunca ni he reparado en gastos cuando de servir al público se trataba. ¡Mi firma, lo primero! -Y claro es que se habrá rodeado de buenos elementos para triunfar... -Creo haberlo conseguido- -nos dice- Tengo un repostero húngaro que es un verdadero artista- -y ahí está esa Peña Santa entre otras golosinas, que, coronada de llamas, ilumina el comedor, dándole aspecto fantástico, cuando, a la hora del postre, la sirven los camareros a los comensales... ¿Y el cocinero? ¿El cocinero? Yo he oído hablar mucho de Martínez Montiño, el protagonista de la novela de Fernández y González, que leí en mi juventud, aunque tenía pocas horas para dedicarme a la lectura; y sé algo de Sancho Jarabo, que sirvió a Don Juan II de Castilla, y de Luis, el Negro jefe de la cocina del Gran Capitán... Pues bien: el de mi restaurante nada tiene que envidiar a tan afamados personajes. ¿Es que exige hoy el público comidas más copiosas o platos de logro difícil... -No, señor. Nadie, que yo sepa, ha pedido nunca rábanos adobados con mostaza y vinagre, ni gallinas asadas con salsa caliente, queso rallado, aceite y cominos, que eran algunos de los platos fuertes con los que aquellos cocineros de que antes hablábamos llegaron a hacerse célebres... El público madrileño es, por lo general, de gustos sencillos a la hora del yantar, y resulta raro encontrar quien, aun en celebración de un santo o una fiesta, traiga a nuestra memoria las bodas de Camacho o a Luis el Moro duque de Milán, o al propio Enrique VIII, a cuyas comidas hemos asistido en el cine tantas veces. El ¡pú blico quiere comida sana y bien condimentada, y si esto lo logra a precio moderado, se da por satisfecho. Y el señor Riesgo nos muestra tres o cuatro minutas que confirman cuanto acaba de decirnos. Porque, en efecto, están muy bien. (Fotos V. Muro. Manuel TERCERO

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