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ABC MADRID 25-10-1945 página 9
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ABC MADRID 25-10-1945 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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Descripción

o tengo un amigo que es capitán de la Marina mercante, y este capitán tiene un perro de raza indefinida. Un poco fox- terrier y un poco chucho. Ni grande ni pequeño; la altura media de los perros. El cuerpo, blanco, y en la cabeza, dos lunares ocres. Su nombre es King El capitán y yo pasamos nuestras vacaciones en el mismo pueblecito de la costa malagueña. Cuando yo he llegado, en el mes de septiembre, a mi casa de campo, ya estaba el capitán en la suya. Le había yo escrito unos días antes anunciándole mi llegada, v la noticia fue comentada, seguramente, en alta voz delante del perro. Sería necio decir que King había entendido las palabras que yo escribí a mi amigo. No; seguramente no las entendió, pero- alguna exclamación, quizá la insistencia con que fuera pronunciado mi nombre por el capitán, o alguna frase que éste le dirigiera al perro acerca de mi llegada pusieron a Kíng en conocimiento del hecho que iba a producirse para su satisfacción. Porque cuando yo he entrado en mi casa, ya estaba el perro en ella esperándome para darme su bienvenida de saltos, carreras y ladridos de júbilo. A partir de este instante, la vida de King ha cambiado radicalmente. El capitán ha dejado de ser su único amo y señor para que lo seamos los dos por partes iguales y con todos los derechos que la libérrima voluntad de King su voluntad de sumisión y de lealtad, quiere concedernos, sin predilección manifiesta por ninguno de los dos. King se ha dado cuenta del cariño y de la simpatía que me inspira, y su anhelo de perro agradecido es corresponder a estas sinceras manifestaciones de mi alma. El capitán es para él el amo que la ley natural de los hombres y los perros le ha impuesto. King ama al capitán con el amor que siente todo ser de su especie por la persona que le acogió al nacer y le ha dado su calor y su amparo. Su casa, su verdadera casa, la que él no cambiaría nunc a, voluutaria. mente, por ninguna otra, es la casa del capitán. El podrá tener otros cariños y hasta alardear de cierta independencia sentimental, pero, al fin y al cabo, su amo, el capitán, y la casa del capitán son para él cosas fundamentales. Quien conozca a King sabe perfectamente que éste no vacilaría en dar su vida en defensa de mi amigo y de su casa. No en vano es allí, al cuidado del capitán, donde él hace su vida cotidiana; donde encuentra siempre su cazolita colmada de buen guisado; donde le lavan con zotal para ahuyentarle las pulgas que le mortifican y donde, cuando. se siente enfermo, le administran la droga que ha de devolverle la salud. Pero en su corazón de perro hay espacio para más: y ese espacio lo he ocupado yo, sin haberlo pretendido, sin que tal cosa se me hubiera pasado, ni remotamente, por la imaginación. Yo empecé por acariciar a King como se acaricia a todos los perros simpáticos. Alguna vez le obsequié con- un terrón de azúcar o con un bombón de chocolate. Pequeñas atenciones que otros perros hubieran recibido con codicia, pero sin darle importancia. ¡Como que no la tienen, naturalmente! Pero King repito, debe de po- Y seer una sensibilidad exquisita, y lo que comenzó en él por agradecimiento acabó en ternura y en la más sincera de las adhesiones: en esa amistad íntima, leal, que sólo puede concebirse entre el perro y el hombre. A los pocos días de trato asiduo, King en efecto, me había otorgado, generosamente, el título de amo, que desde entonces comparto, muy a satisfacción mía, con mi amigo el ca pitan. Dueños y señores los dos de la voluntad de King el pobre animalito debe de pasar momentos de honda tribulación y de cruel intrancjuflidad. Se necesita tener su inteligencia y su discreción para ir sorteando las mil dificultades que ofrece una situación como la nuestra. Pero él sabe no sólo sortearlas, sino vencerlas, tan hábilmente y con un sentido tan humano, a pesar de su condición canina, que jamás ha habido entre el capitán y yo, por esta causa, la más leve molestia ni el más ligero resquemor. King sabe repartir sus caricias perfectamente, de modo que ninguno de los dos podamos sentirnos celosos ele sus predilecciones. Ha hecho, sin embargo, una excepción conmigo, que, por lo justificada, no ha mortificado en lo más mínimo al capitán. Por las noches, cuando paseamos por la carretera comentando los sucesos de actualidad, King viene siempre con nosotros, retozando y ajeno, naturalmente, a las inquietudes de nuestro espíritu, aunque sus ladridos, en determinados momentos de nuestra charla, parezcan decir lo contrario. Al separarnps, terminado el paseo, King hace unas graciosas zalamerías al capitán, que son como una despedida, y, siguiendo mis pasos, se viene a pasar la noche conmigo. Su instinto de perro le ha hecho coriiprencler, sin duda, que mi casa, solitaria en el campo, necesita de su vigilancia y no ha vacilado en prestármela espontáneamente, seguro de que a mi amigo, su otro amo, iio habría de pare. cerle mal, como así es en efecto. Por la mañana, v u e l v e King a la casa del capitán, y allí p a s a el resto del día jugando con ios pequeñuelos, unos ratos, y tendido, otros, debajo. de la mesa del comedor. Pasado el verano, la vida de King cambia por completo. El capitán embarca y yo me vengo a M a d r i d Entonces nuestro perro pasa a ser el p e r r o del barco del capitán. La vida de a bordo, el contacto con los marineros y con las gentés ele los muelles le transforman, convirtiéndole en un perro audaz y aventurero. Los viajes, el conocimiento de tierras y de hombres e x t r a ños imprimen en él un carácter de perro mundano, que es la antítesis de su verdadero carácter. Al llegar a los puertos, King es el primero que salta a tierra para verlo y husmearlo todo. Muchas veces se entretiene demasiado en sus correrías. y, cuando intenta volver al barco, éste ha desaparecido del sitio en que lo dejó, siguiendo su ruta. Es un percance al que él no concede importancia ninguna, porque conoce perfectamente la regularidad de los viajes del capitán y tiene la seguridad de encontrarlo de nuevo en el puerto al cabo de unos días. Son unas horas de vida libre y bohemia, a las que King no puede, sustraerse, no obstante haberle proporcionado alguna vez muy serios disgustos. En una carta que me escribe el capitán, me dice lo siguiente: La última aventura de nuestro King ha tenido para él graves consecuencias, y a mí me ha proporcionado honda preocupación. Perdió el barco, como otras veces, en el puerto de Tánger y hemos estado sin saber de él cerca de dos meses. Cuando le creíamos muerto o desaparecido para siempre, le hemos encontrado de nuevo en dicho puerto. Me esperaba en el muelle, cojeando y con una pata vendada. Al atracar el buque, sus ladridos jubilosos me hicieron notar al punto su presencia. Excuso decirte mi emoción y mi alegría. Ignoro qué pueda haberle ocurrido, pues a nadie he encontrado que lo sepa. Lo cierto es que tiene una fractura y varias beridas Todo ¡ello en vías de franca curación. Se ve que alguien, sintiéndose también su amo, como nosotros, le ha asistido con la más cariñosa solicitud. Lo denota su aspecto de perro bien cuidado y lo leo en sus ojos entristecidos por la nostalgia de un nuevo afecto. El capitán no se equivoca, y adivina perfectamente la nueva tragedia sentimental de nuestro perro. En el corazón de King caben todos los amores y todas las gratitudes. Es uñ ser nacido para amar y ser amado. FRANCISCO VERDUGO LAN DI i

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