Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 21-10-1945 página 19
ABC MADRID 21-10-1945 página 19
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 21-10-1945 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página19
Más información

Descripción

P ARA que ningún poeta pudiera sen, tir desgarrársele el corazón como a nuestro Gustavo Adolfo al llorar ¡Dios mío, qué solos... el pueblo árabe, Oriente y sus razas instalan sus cementerios en las ciudades, dándoles apariencia de jardín. Las incógnitas creyentes, cuando la tarde se va entre los claros celajes del nítido aire norteafricano, pasean sobre las tumbas floridas y sonríen al hombre distante sentadas en las blancas losas, mordisqueando pastelillos de miel; en las noches luminosas del Bosforo, en la ciudad alta, ellas sueñan entre los muertos, a los que no pueden temer porque les saben en el goce infinito de la paz; y es un jardín el cementerio de tíucarest, cristiano ya, pero con relieves islámicos, y de una belleza incomparable aquel de los ingleses malagueño, que González Anaya canta magístralmente en su reciente libro El camino invisible La serena y candida gracia del cementerio rural también convida al reposo del ánima; en muchos pueblos de nuestra España, el camposanto, de puerta enjabelgada, cruz férrea y mohosa y tumbas sin vanidad, es paseo obligado por el crucero hasta la constante avenida de cipreses que anuncia a la muerte en Castilla y al carmen en la Andalucía granadina. Pero el cementerio de la ciudad inmensa es algo más que triste, es horrendo y deprimente. Las calles numeradas; los nichos, en enormes paredones como mercancías inservibles almacenadas en el patio de una fábrica inmensa; la tierra, medida hasta el infinito, y sólo al alcance de los poderosos, y en la tierra, panteones en los que lo único puro es el cielo que les cubre. Para el hombre moderno no existe ni el pedazo de tierra donde dormir... DOMDELA MUERTE ES BELLA robado los explotadores del turismo Internacional, como al barrio cuyo nombre suena a pecado en todos ios rincones del mundo. El cementerio y la viña son el resto de una realidad deformada, pero la viña es un motivo más de atracción y de fiesta. Sigue dorando pálidamente sus racimos al blanco sol de Francia, pero, cuando llega el otoño y la vendimia, las estrellas 7 de los cabarets suben a sus surcos para cortar las uvas con sus deditos pulidos y subastarlas a sus adoradores. El cementerio, ya jardín, ofrece umbrías y regatos a quienes buscan, entre el ruido del metro y la prisa de las gentes, una hora de casi silencioso apartamiento. Un parque lírico, jardín, apacible y luminoso, en el que las tumbas son monumentos; los muertos, evocaciones; las sombras, luz, v la luz, color, es el tercera de los románticos cementerios de París, el de todos conocido de Pére Lachal e. No estorba el postulado latino, ni el monumento a los muertos, cuya serenidad y armonía detienen al visitante, fijando sus ojos, más que en los grupos dolientes de los lados, en la pareja eternamente humana que se hunde en tas sombras. No estorba, porque allí, entre sauces esbeltos pinos y plátanos, están los más sonoros y amados nombres de una civilización sin pausa, nombres que terminaron su estela en Francia, nacidos en el mundo entero o que quisieron ser enterrados aquí- -como la rusa, princesa y famosa- porque en París sufrieron y gozaron. Una vez más hemos paseado entre la tumba de los Musset y la de Ella- -la amante de Teófilo, luego esposa de so hermano y, más tarde, la viejécita que de pósito el tesoro de sus cartas de amor y juventud en la Academia- la de Chopin, la de Sarah, Taima y... tantas. Abandonar las avenidas y entrar entre lápida es perderse es un bosque con miedo a pisar violetas. Y. como hace veinte años, nos detenemos ante el túmulo sombrío de Alian Kardel, el espiritista filósofo que escribió para su epitafio esa gran ilusión que dice: Nacer, morir, renacer y progresar sin cesar. Tal es la ley. Si Rossini tiene a sus pies unas rosas no del todo mustias i el mariscal Ney, la sombra de su espada; Wilde, una maceta reciente y florida, y Chopin, entre dos dalias, un azulejo con una sola palabra: Recuerdo Kardel, dentro de la gruesa cadena que cierra su busto de bronce, un pequeño b o s q u e de flores, constantemente renovadas. Aquellos nombres- lucen, al frente de su hechos y obras, y el lector, el músico o el estudioso dedícanles su constante devoción. Hacia Alian corren los que buscan más allá de la muerte la vida, los locos, los soñadores y los desgraciados y los felices. Ha prometido la eternidad en la tierra, y el hombre no quiere morir, aunque se obstine en matar. Nunca, mientras haya hombres y flores, faltarán ofrendas en el túmulo granítico de Alian. La poesía y la gloria son eternas, pero ligeras y sutiles; el ansia de vivir, densa, constante y firme. Luis DE ARMIÑAN El cementerio de Passy. París ha sabido conservar sus viejos cementerios guardándoles dentro de la ciudad desbordante. En vez de arrasarles, llevándose los pobres huesos más allá, ha convertido en parque la tierra santa y en lugar de peregrinación la losa que cubre a sus glorias y a. sus románticos. Tiene, sobre todo, París tres cementerios cuya vista, lejos de entristecer, enternece: son el de Passy, sobre el río; el de Montmartre, en la falda de la colina dominadora de la capital, y el famoso de Pére Lachaise, en c u y a s avenidas siempre se encuentra un lector o una muchacha con flores frescas en los brazos. En el cementerio de Passy, las tumbas primitivas tienen! más de dos siglos. Ha crecido la ciudad saltando el Sena y el barrio es moderno, con solo un viejo rincón: la callejuela donde vivió Balzac. La casa más moderna de París se levanta junto a la tapia del cementerio, que tiene un hada para eternizar el peregrinaje, tiene el cuerpo juvenil de María Baskirchieff, la musa de veinte años de toda una generación literaria; María, enferma en su primavera, trabajaba en un estudio del que nunca salía y a él iban a visitarla los noetas y los pintores; esa habitación está como estaba en el sencillo y suntuoso panteón que guarda él cuerpo y la memoria de María Baskirchieff, c o s t e a d o por sus a m i g o s Centenares de tumbas anónimas la rodean y, a los lados de la balaustrada, el nuevo París en uno de sus barrios escogidos y un punto más que burgués. Paásy crece tn el borde derecho del tajo del Sena y por ello ha podido construir jardines aéreos de un singular atractivo; en este íonclo suntuoso las tumbas permanecen. Monttnartre fue una villa, como tantos otros barrios parisinos. Han querido sus adoradores conservarle íntegro y logrado superar el deseo desvirtuando un poco la realidad, al barnizarla de literatura. La placita pueblerina es ya un objeto de museo urbano y los restaurantes y tabernas se embadurnan de falsas leyendas y colores; pero a su pie está el cementerio y él es la verdad. Lo rasga un puente de hierro, que no puede ser más actual: no importa; rompe su atractivo el macizo bloque de unas casas de cemento: es igual; el cementerio de Monttnartre es el cementerio de una villeja que no envidia a la capital y se extiende entre muros de boj y árboles copudos. Tiene, por tenerlo todo, su parte vieja y su costado nuevo y ese sabor de cosa auténtica que no le han Ei cementerio de Montmartre. (Fotos Arnalfián.

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.