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ABC MADRID 27-01-1943 página 3
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ABC MADRID 27-01-1943 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUSTRADO DE INFORMACIÓN GENERAL. Ig 25 CÉNTIMOS UN RECUERDO A LO- EL PATRIARCA DE LAS LITA ASTOLFI LETRAS ESPAÑOLAS; N algunos periódicos he visto este D- FRANCISCO RODRÍnombre, entre condolencias y lamentos, al evocar, con ocasión del cuarto GUEZ MARÍN, CUMPLE aniversario de su muerte, la desaparición de HOY 88 AÑOS la exquisita artista. No es posible olvidarla, DIARIO ILUSTRA DO. DE INFORMACIÓN GENERAL. 25 CÉNTIMOS B fallará el otro. Son tan inseparables cerno las dos manos en el trabajo, como las dos alas en el vuelo. Empero, en nuestra vida nacional actual, el navio, en sus lontananzas fabulosas, cruza como el buque fantasma Aquí la paradoja terrible de una España rodeada de mar por todas partes menos por el istmo pirenaico y de millones y millones de españoles que 110 han visto ni verán el mar, estando rodeados de él. Un soneto del maestro Esta es verdad que fue mentira. Porque Por reverencia a Dios, que tan bueno es conmigo, pues me deja la España marinera embanderó de honor los cumplir esta edad- -nos dice el in- siglos y los navios españoles circundaron el signe cervantófilo- he escrito, en mundo los primeros y abandonaron la epoacción de gracias, un soneto. peya universal los últimos. De ahí el fervor, Helo aquí. Lleno de inspiración, la excitación, el frenesí que nos guía hacia de impecable forma, a la clásica esos demiurgos del océano que son los poemanera, es lozano y fácil como una tas, en cuyos cancioneros españoles, a la vez obra de juventud. A B C se honra breviarios y oráculos, canta la España marial publicarlo. ñera. Lírica y épica, alfa y omega, principie y fin. La lírica, canción de cuna. La épicn, canción de guerra. En esta revisión de! a lírica, el mar, como un Moisés recién nacido, escucha, en las auroras de nuestra Poesía- -ciclo galaico- oortup ués- -la primera canción de cuna: As llores ds meu amigo briosas van no navio. As flores do meu amado, louzanas van no barco. ¡Ay, llores, flores! CJuen diz flores, diz amores. E no. La recuerdan los que tuvieron el placer de admirar sus danzas, por su arte personalísimo, y los que cultivamos su trato, en su ¡hogar, por su bondadosa simpatía. Fue una danzarina que no tomó ni copió nada de otra alguna: la graciosa elegancia, el no aprendido señorío, la hechicera soltura de sus movimientos, nacieron con ella, se adueñaron de ella y de su cuerpecito flexible y ondulante, y con ella murieron. Como nació y murió con ella también la sonrisa e s- pontánea y tranquila con que iluminaba su carita morena. Lolita Astolfi fue una rosita de pitiminí, pero con olor de violeta; parecía una mujer y era una niña, o parecía una nifiay era una mujer. La brava marea de la vida, del amor, la alejó temporalmente del tablado de sus triunfos, y la volvió a él, años más tarde, en plena sazón de sus condiciones nativas. Marea, resaca más bien, es ésta del vivir que nos arrastra fatalmente con fuerza invencible. Lolita Astolfi, sin embargo, luchó con ella, le cantó sus cuitas, y o la sedujo o la vencieron sus bracitos finos y ágiles, pero fuertes. Volvió a sentir 1 las caricias de la gloria y a cautivar, a las multitudes, afinando y puliendo e idealizando con el estudio y el perfeccionamiento de su idio: sincrasiá las facultades con que Dios la dotó i sin regateo. i Oh, cuánto fuego en tan poquita leña! A DIOS NUESTRO SEÑOR, EN ACCIÓN DE GRACIAS, AL CUMPLIR OCHENTA Y OCHO AÑOS I i i Cuan asombroso es tu poder, Dios mío! I! Los grandes y pequeños luminares i que giran a millones de millares son obra de tu omnímodo albedrío. Gozando entre ellos de amplio señoría, soles inmensos, Betelgeuse y Antares breves lámparas son de tus altares, que dan culto a tu excelso poderío. Luciérnaga entre tanta maravilla como creó tu generosa mano, aun relumbra mi tenue lucecilla. Y pues vivo por Ti, Dios soberano, en tu honra lusca, al par que Antares brilla, el farolito humilde del gusano. FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN (Director de la Real Academia Española. 26 de enero de 1943. ESPAÑA MASJKEKA Playas de. Vigo. canciones de amigo guayadas como barcarolas, repartidas entre el Rey don Diniz y los juglares célticos. Y, con las corrientes del mar, de Norte a Sur, las playeras de Andalucía, con imágenes del amor Yo TIÍJ uig o nue mi barca tíea la mejor del puerto, pero tiene, como tú, los andares marineros. i dijo cantando 1- un poeta, aludiendo a su es! píritu apasionado y a su pequeña figura. Cuando aún nadie pudo sospechar ni temer que estuviesen contados sus días, sintió, como tantas artistas modernas, la tentación del cinematógrafo, y en una sola prueba realizada adquirió la certeza de que también el arte de las sombras y de la luz le ofrecía flores a manos llenas. Y no como bailarina, ciertamente, sino como actriz. En la interpretación de un papel de alguna importancia y responsabilidad, sal y pimienta de la adaptación cinematográfica de cierta comedia famosa, Lolita enamoró a todos, del director abajo, y después al público, por su donaire y su inocente malicia, su naturalidad de ademanes y gestos y principalmente por su dicción, su seseo sevillano, fácil, sencillo, suave, sin marchosería. artificial, sin afectaciones zarzueleras... Aquello era verdad y gracia y buen gusto: sevillanismo nato y neto. Hubiera llegado a ser Lolita Astolfi figura muy sobresaliente de la pantalla en el desempeño de las más representativas de la tierra de María Santísima. Dios ha querido, al arrancarla de la vida cuando aún le quedaban en ella horas halagüeñas y felices que saborear, que los aplausos que le otorguemos hoy sus admiradores y amigos sean más íntimos, más hondos, más puros y desinteresados. EL M A R E N LO S POETAS (Revisión lírica) Y en las riberas valencianas, a los conjuros de Gil Polo, Galatea, como Nausica, ofrenda al mar sus gracias nubiles: Junto al agua se ponía y as ondas aguardaba y, en verlas llegar, huía; pero a veces no podía y el blanco pie se mojaba. J. ALVAREZ QUINTERO. N el presente resurgir español, que cada día tiene un vivo eco universal, laten premuras entre permanentes y aleatorios afanes, entre misteriosos y míticos signo y sino de juventud. Son esos brotes de la nueva savia, esos torrentes de la sangre nueva, esas alucinantes cabalgatas de los pueblos, que saltan como zanjas las décadas y cruzan de la servidumbre a la grandeza como del erial al trigal. Entonces, son los cursos abreviados de la Historia para las juventudes enfiladas por el Des- tino, y los concursos intensivos de la nación para la madurez esforzada de juventud. Entonces surgen los imponderables, entre las nieblas del prodigio. Y cada región, cada gremio, cada elemental del país siente el imperativo del avance. Y cada pulso es un impulso. Asistimos, pues, calos días a una emulación entre losados principios de nuestra existencia como país civilizado. Junto a la España labradora, principio sólido y estático, la España marinera, principio ágil y dinámi. co. Ac uí viene la invocación del tópico, at Huada- -po- rla versión del credo. En nuestra geografía peninsular, el tanto monta esxoiiiérfa é áa, 5 cion aborigen. Tanto monta la tierra como el mar, el arado como el navio. Si uno falla, E ¡Ay del marino, mar adentro, en la soledad de su compañía, cuando el lucero de la tarde cuelga su luz de lámpara familiar! Entonces, cuando todo calla, habla el corazón en la copla: Marinero, sube al palo y dile a la madre mía, que si se acuerda del hijo que en esos mares tenía. Aquí las barquillas de Lope se entrenan en regatas de melancolía o bien yacen en tre peñascos rotas, sin velas, desveladas, entre las olas solas. Allá, la más bella niña de Gongora, hoy viuda y sola v ayer por casar, a su madre dice, que escucha su ínnl: ¡Dejadme llorar, orillas del mar! En las arenas solitarias, la novia, pálida de amor, ve cruzar la galera amada y lanza su canto de cisne: Irme, madre, quiero, a aquella galera, con el marine. ro a ser marinera... CRISTÓBAL D E CASTRO

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