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ABC MADRID 20-08-1942 página 3
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ABC MADRID 20-08-1942 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DíATnÓ ILUSTRADO DE INFORMACIÓN GENERAL. 25 CÉNTIMOS LAS RUTAS DEL MAR L mar nuestro, el mar latino, tuvo más riesgos para los navegantes españoles hasta las postrimerías del siglo x v m que el mismo tenebroso océano. Si en 3 a batalla de Lepante, que es una página llena de honor v de gloria, las galeras de don Juan de Austria arremetieron y desbarataron las de Alí, juntas con las de sus aliados Uluc y Sirocco, no por ello se logró limpiar aquellas aguas mediterráneas de piratas berberiscos y tunecinos. Al contrario, pasadas las horas dramáticas de la derrota, más aún las infestaron embarcaciones de audaces argelinos, dispuestos a que sólo ellos dominaran esas rutas marítimas, en las que estaban a la husma del oro y de la aventura. Durante la centuria XVII, sobre todo etilos días claudicantes en que daba cabo la dinastía austríaca, los barcos españoles tenían que surcar los mares, antes tan frecuentados por catalanes y aragoneses, atentos a defenderse de sorpresas y de asechanzas. Pero como todo cambia y se sucede, lo que no pudo hacer el siglo x v n por su estructura ideológica, pudo lograrlo el XVIII, menos cerrado a exclusivismos dogmáticos. Además, el poder naval que se deshizo con la Invencible adquirió pujanza insospechada bajo el mando de Alberoni, y luego de Patino, y más tarde de Ensenada. Las rutas del mar, día a día, se fueron haciendo más an. chas y más largas para España. Felipe V tendió su mirada hacia las costas mediterráneas, con la aspiración ilusionada de crear un estado de derecho, a pesar de que los piratas estorbaban el navegar sin cuidados en aquel mar, cuyas olas, en su espuma, llevan de un lado a otro el alma de la raza. Poco, sus tristezas y sus quebrantos, permitieron hacer a Fernando VI. La gloria de que una Escuadra española, sin nada que temer, en misión -de paz, pudiera andar por las alturas de las LUCIANO DE- T A X O N E R A Cursolares, de Cefalonia, de Eamagusta, le estaba reservada a Carlos III. Precisamente, en días del final de octubre del año 1784, bajo un cielo de azules intactos, acariciadas por el oro deí sol, naves españolas que llevaban N la exaltación de valores hispánicos, en sus mástiles la: enseña gloriosa, viva ex. que el triunfo del Movimiento: Naciopresión de las mismas esencias tradicionales nal está realizando, se destaca, señera, qué lucharon en Lepanto, arribaban al puerto de. Augusta, ya eri: los dominios del Sultán de la figura- excelsa de don Andrés Manjón, cuyo nombre ha de inscribirse pronto dentro del T u r q u í a i- Qué. había sucedido? España, después de Santoral. muchos años, logró sacudir su modorra. Qui- Los que ya hemos vivido bastante, atesoso volver a ser; la que siempre fuera: la que ramos en la memoria uña serie de recuerdos, paseó las luces de la verdad por; los mares que. el; tiempo, va valorizando paulatinamente, y las llevó también hasta lejanas tierras. No haciendo sobresalir algunos de ellos sobre la iba a imponerlas ya con la- espada, niíton el faramalla de los- cotidianos- sin- interés. Tal cuchillo vengador, ni con el, hacha de abor- mi evocación personal de -aquel hombre exdaje. El sentido político reclamaba su lugar. traordinario. Bien estaba amenazar con- expediciones, pero Me parece estarle viendo en Granada, camejor se hacía prometer con: negociaciones. mino dé In, Universidad al. Sacro- Monte, don, E s e doble juego debía poner término. ¿a- una de moró treinta, y nueve años de su vida, colucha secular, en que hubo momentos en que mo canónigo en aquella abadía. Iba caballero, los hombres eran héroes y los héroes semeja- en su pollina, un quitasol rojo a lo labriego, o ban dioses. La estampa luminosa de la guerra. paraguas en mano, según pintara el tiempo, dé siempre- se fue, en el tiempo, desvanecien- enfundado en una raída sotana, campesino do. La necesidad de acciones fecundas hizo el aspecto, abstraída la mirada de los ojillos que nacieran otras ambiciones marineras. acerados, que se emboscaban bajo las cejas ¡Hasta aquellos mares, sobre los que vivieron blanco matorral hirsuto. sus hazañas de codicia y de crueldad infieles Siempre humilde, había escogido el pri- y piratas, llevaron, junto con la noble arro- mitivo medio de locomoción referido. Pocos j ganda de su fe, los anhelos políticos. de su lugares existen en el mundo de belkza. com- naci ón Barceló al ir contra Argel y Ma- parable. al de la colina sobre la cual se ele ¡zarredo al presentarse frente a. Túnez. Pero van la iglesia y el claustro sacromontano, la misión hispana, en esos días en que ya des- donde el santo varón profesó largos años -la: pertaban las apetencias más insaciables, era cátedra de Derecho Canónico, simultaneja: la de afianzar su influencia en. el. mar latino, da con otra en la Universidad, relativa a dando dé lado diferencias y. odios, deílos. que igual materia, cuya acumulación le obligaba tanto se aprovecharon los adversarios, m ¿s o al- diario trasiego, desde la urbe- al Monte y fnenos encubiertos, de nuestra grandeza, y el del Monte a ía ürbe, DO DE INFORMACIÓN GENERAL: 25 CÉNTIMOS ¡SM, 24 de diciembre de 1783 tuvo realidad el primer Convenio dé amistad y comercio entre España y Turquía. Ya los mares, tras de esa firma, se pudieron considerar libres de enemigos y piratas, porque después del Tratado con la Puerta Otomana no se hizo esperar ia avenencia con los Regentes soberanos de Argel, Trípoli y Túnez. Los documentos que con este suceso se relacionan hacen mención de que la persona utilizada por España en las conversaciones previas, aun sin ningún carácter oficial, fue un comerciante establecido en Cádiz, un tal Bouligni, muy sabedor de la vida turca, muy al corriente de sus usos y sus leyes y muy relacionado con la Corte del Sultán, particularmente con un personaje de ella, con Achmet Effendi, que luego, en misión diplomática, entre fastuosidades orientales, vino a Madrid. Lo cierto es que España, en aquellas postrimerías del x v n i pulsó el nervio de una política exterior. en el viejo mar de Europa adelantándose a llevar una influencia que debía ser más de ella que de Francia P de Inglaterra. Y en un finar de octubre, de días serenos y magníficos, las velas españolas, desplegadas a los vientos de futuros anhelos y de pretéritas nostalgias bajo un cielo de maravilla y sobre un mar de eternidad, surcaron las, viejas aguas, en las que está prendido un recuerdo que es siempre como una esperanza, rumbo a Constantinopla. España ensanchaba sus rutas en el mar. Sus barcos, sin riesgos, sin sorpresas, sin tener que combatir, con todo el hdnpr; hispano y toda la catolicidad fíispária, realizaron el gran cometido de reivindicar la influencia sobre el mar latino para España, En. ciento cincuenta- y- -siete años la Historia se ha hecho, se ha borrado y se ha rehecho varias veces; Pero por encima- de la: Historia y sus avatares- está el afán marinero de los españoles, que fue de ayer, -es de hoy y será de mañana... Todo, el valle de Valparaíso, extendido a los pies del Sacro- Monte, rezuma la frescura del agua de nieve que lo transtnina y riega de fertilidad exuberante. Legiones de pájaros, sobre todo, ruiseñores, que encantan con. s. ús líricas sonatas las noches de aquellos lugares de ensueño, pueblan las frondas de arpegios y batir de alas. La ruta que don Andrés había de recorrer diariamente, cruza muy ele. yada, entre terrenos de seca arenisca, donde junto a los africanos nopales y chumberas. se abren las célebres cuevas de los gitanos, n que los desterrados hijos de Egipto urden su misérrima vida al son de los yunques herreros, punteada con rumores de castañuelas para turistas. Don Andrés, desdeñando la bella exterioridad pintoresca del cuadro, sólo advertía con íntima piedad el drama de las- almas incultas y de los cuerpos hambrientos, sobre todo, el de los churumbeles broncíneos, que, completamente desnudos, corrían y jugaban salvajemente. Tal visión fue la voz de Dios que, injertada sobre esa misteriosa y divina inclinación de cada uno, llamada Vocación; determinó el nacimiento de las escuelas avemar. ianas, prodigio de comprensivo amor al niño, en los cuales Manjón vuelca toda su ciencia pedagógica, aprendida, no e n los libros, sino en la ruda enseñanza de la vida. En la obra de este hombre, evangélico, que a fuerza de tesón voluntarioso surjp tallar su espíritu sobre ideales- de: perfección, dominando sus pasiones hasta conseguir la suprema; serenidad, sin que la dura lucha se. traspareritara nunca fuera, habló la Naturaleza de modo espontáneo y fácil. La tierra que él trabajó? -como agricultor, los, bosques por donde discurrió travieso y libre de ¡niño, el cielo, las bestiezuelas del buen Dios, los chicos compañeros, el espectáculo de los hombres y de sus pecados le inspiraron secretamente toüa su filosofía, que éUtransforma. enpalabrás sencillas, de; evangélica- ¡gracia y, sobre todo, en acción- apostólica 15 1 Los niños, qwé oif Aji drés amaba cómodos amó Cristo, fueron el: objeto principal de sus desvelos. Para, ellos creó esas admirables- escuelas del Ave María, jardín y corazón, que se han adelantado muchos años a los últimos progresos pedagógicos de nuestro tiempo. A: los niños pobres enseñaba jugando con ellos, nutría dándoles alimentos, vestíalos y divertía. Comienza por realizar el milagro dé domesticar a los gitanos de las cuevas, a quienes antes se consideraban sólo desde el punto. de vis. ta. de la célebre descripción cervantina: nacen para ladrones... extendió luego sú influjo benéfico a los demás barrios de. Granada, a la España; entera luego. De tal suerte era su hábito frecuentar a la gente. menuda, que la fiel borrica, donde cabalgaba aquel justo cotidianamente en sus trajines incesantes, acostumbraba a detenerse sin mandato del amo cada vez que en sus caminatas encontraba a un grupo. de chavalillos. Amemos, amemos mucho, cada día más, con mayor fe, esperanza y, más que nada, -ca, ridad ha escrito don Andrés en frases- que son- la síntesis de toda su labor insigne. Desde los. tiempos de San Juan de Dios- no había conocido la ciudad de Granada un amor a sus, semejantes tan encendido, abnegado y eficázicpmo el de don Andrés Manjón, cuya, humildad. Je dictó a modo de único epitafio pa. ra, s fi 5 uttiba las iniciales A. M. digno rasg- ol d l rjipnibre que, como Jesús, vino al mundo fin. un. establo y pasó toda su existencia, reíiünciando tanto honores como riquezas. ¡Y aun hay quien afirma la igualdad de todos los humanos I JUAN DEL GENIL E AMOR Y EX AGOG 1 A O DON ANDRÉS MANIÓN E

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