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ABC MADRID 22-07-1942 página 3
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ABC MADRID 22-07-1942 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO 1 LUSTRADO DE INFOR RACIÓN GENERAL. 25- CÉNTIMOS NÍA R 1 C R II Z- DIARIO ILUSTRADO DE INFORMACIÓN GENERAL. 25 CÉNTIMOS 8 un blanco tapete de terciopelo y ha ido mos- nio? Cajal, ¿investigó, para darle caudal a la trando las joyas. Le pjacc a Mari Cruz con- ciencia y gloria a su pueblo, en los años de AY que escribir lentamente y con. pulso templar el diamante, prístino: su claridad y su mocedad? Es la inefable, la herniosa contifirme este nombre: Mari Cruz; pare- dureza íe atraen. En el anular de Mari Cruz nuidad, que vigoriza las vocaciones, que culce que conforme vamos trazando las le- luce un brillante límpido engastado en delga- mina los, recur s humanos. Como ahora, el dras nos envuelve el efluvio inquietador de un dísimo anillo, de platino. El joyero dice: ilustre literato, bibliófilo y cervantista al que ¡carácter indescifrable en su. enigma. Cuando -Ahora le voy a enseñar unas alhajas que se rinde un j. usto homenaje. Igual, el. viejo IMari Cruz termina de leer la comedia de- Mo- sin duda usted conocerá. maestro. Quiere su ejercicio. Ama, apasiona- Sí que las conoeia. Mari Cruz. En el teatro, damerite, sus tareas. La cabeza no envejece. ¡reto El desden con el desdén, coge un papel y escribe: Entretenida; pero superficial Al en las recepciones, las había visto ostentar a No es como el músculo. El. atleta ha de cor concluir, de insertar esa nota en el cuerpo del noble dama. Ahora no son ya de sus herederos. tar ún día la intensidad de su quehacer. Lo- ¡Qué vida tan doíorosa! ¿Verdad? ¡libro, recibe, eri bandeja de plata, la carta prefísico tiene su término. Se pierden facultade? Y sin que Mari Cruz, pronuncie, palabra al- Y sí hay riesgo, la debilidad lo aumenta. Sé ¡vista. Mari Cruz se nos presenta de estatura mediana; es blanca y sonrosada. Sus ojos cla- guna; el joyero ha añadido: es viejo muy pronto. -i Verdaderamente trágica! ros tienen vislumbres de acero. En un salón, Así va llenando sus meditaciones el profe- La casa era espaciosa; desde la muerte. de eñ el coche, en el palco, Mari Cruz- se mansor. Pronto le llegará la hora de cesar. Su ca- Jtiene siempre erguida: su busto, irreprochable la madreaseis años antes, -no se habían vuelto a abrir varias habitaciones; Mari Cruz al rrera tiene unas normas. Hay una palabra tejen él modelado, procura- Mari Cruz vestirlo, de suerte que permanezcan definidas las puras lí- tercer día de recibir la carta, quiso- recorrer la rrible: la jubilación. Es justo. Hay que dejar jiftas. Enhiesta, inmóvil, con su faz fina- y se- casa y penetrar en esos aposentos. Su exte- paso a los jóvenes. Como el agua de los canisena, semeja Mari Cruz estatua griega. Su rior era impasible, y en lo interno una desaso- gilones, cada generación, va ocupando sus j gesto habitual, al estar sentada, es el de tener dadora, sensación h bía ido creciendo de día puestos, reclamando sus derechos. Unos se ¡sóbrelas rodillas, juntas las manos con los sn día. Ya cada vez que pasaba ante el bufe- van. Otros llegan. En el ritmo de la vida, no dedos enclavijados: Cuándo habla lo hace, con te, en su cuarto, procuraba no posar la vista se puede prever ni el dolor del desplazamien ¡palabras mesuradas y precisas. Lá lentitud en en la carta. Al recorrer las cerradas habita- to, ni la injusticia del ímpetu. La tneníe no Uu. habla; y el sosiego de sus modales realzan ciones llegó a un antiguo cuarto ropero: la se hace vieja. Pero la rueda no se detiene- más indeleble visión que tenía de su tnadre, Las cosas son así. No pueden ser de otro jél brillo turbador de sus ojos metálicos. La. carta que acaba de recibir es blanca, en era. la de estar en esté cuarto la madre, con los modo. El joven profesor, el que sustituirá al ypapel satinado, y el libro qu leía Mari Cruz brazos levantados, arreglando las ropas en un anciano, cuando- le llegue su momento, cree ¡ha sido encuadernado en tafilete rojo. El ta- gran armario. Mari Cruz abrió la puerta de, rá, de seguro, que lo hace mejor. Es el ímpe lerb. enque se. hallan, carta y. libro. es. el. d? los hojas de ese armario: había allí, entre tu juvenil, la fuerza irresistible de las ilir un bufete antiguo. de caoba con embutidos- de ótros trajes de su madre, el traje nupcial, traje siones, de los optimismos. Acaso llegue a conplata y nácar. Junto a lo rojo nítido del libro de seda blanca. Lo descolgó. Mari Cruz, se fundirse y crea que es su vigor físico el que reposa lo nítido blanco- de la- misiva. En e! sentó, lo puso sobre sus rodillas y pasó por la tiene los derechos. En eso, hará mal el. maesr silencio -y claridad de la rica estancia, la mi- jovante seda- y repasó su mano con blandura. tro mozo. Sí se fija bien, caerá en la cuenta Lo blanco del traje le hizo involuntariamente rada, del pintor o del amante de pintura se de que los pocos años le dan la fortaleza fijaría ahincadamente placientemente, en la evocar lo blanco de la carta, allá junto- a lo muscular; pero 3 a plenitud de la. inteligencia, rójó del libro. i n a z nota roía y en la vivaz nota blanca. El no. Nunca se sabe; bastante. Para enseñar, es -silencio ¿d jardín cercano, jardín con sus Ha: llegado ya el momento inaplazable; el preciso aprender. Para explicar, habrá de co mntos y sus lósales, completarían i a sensa- momento dé abrir la car a: -lá carta de- amor- -nocerse bien, lo que se traslada a las. denlas, ción del aitista y de contestarla. Mari Cruz, impasible, se halla conciencias. El maestro, lo será mejor, más La carta descansa sin ser abierta a par del erguida ante, su escritorio y sus o jos. parecen libro. Se ha recibido, a media tarde y a otro atalayar lontananzas irreales. ¿Aristocratismo ducho, a medida que su ejercicio se. repite, día Mari Cruz ha de salir con- amigas al cam- inflexible? de una variedad racial, superior, o Esto preocupa mucho al viejo profesor. ¿Lo po. La carta quedará intonsa. En el. campo, un vulgar dureza afectiva? La observación aten- creerá así, cuándo llegue, el qué le ha de re- río- caudaloso discurre entre frondosa, olmeda, y ta nos inclina a. lo primero, Mari Cruz aparta levar? ¿Por qué le releva? ¡Ah, sí, los años, en. cierto paraje parte del río una hijuela que de sí instintivamente aquellas de sus amigas las facultades, la rueda del vivir! Es como los forma uii ancho remanso, a modo de tranquilo sensibleras y tiene como nocivos, disolventes cajigilon- es del. agua. Sin embargo, los destajos lago. Mari Cruz ha logrado separarse de sus del carácter, ¿1 lloriquear y el gimoteo. Pare- de la mente no. se agotan. Ni. envejecen. El se amigas durante una- hora y. ha divagado por ce respirar ya el aire de una Europa nueva. encuentra más lozano- que nunca. Dispuesto a ia cam- piña. Llega al ancho remanso del río Mari Cruz tiene en la mano la carta y se preparar millares de promociones. ¿Si no es unatleta, Señor, -por qué se considera que- ya uo y su mirada abarca la superficie tersa del agua dispone a abrirla, sirve? Sus facultades lio se debilitaron. -No. esI y la bóveda azul- del cielo. Los- álamos han como e! jugador que sale a los campos, para en, IAZORIN sustituido aquí a los olmos; tiemblan incesantretener a los públicos mientras tenga destreza. temente: las hojitas de los- álamos y las golon La destreza de su oficio no se acaba con los drinas, ebrias de espació, cruzan y recruzan años. -Se pule, se afina, se mejora, piensa el el lago rozando con sus alas las aguas. -En Ja viejo maestro... Pero hay que. resignarse, Y orilla, entre la verdura, se Ve un banco rus- menos mal si el nuevo, el mozo, el que le tico; desde él se puede contemplar sosegadareemplace, siente un mínimo de respeto y no mente el lago, -el cielo y la arboleda. Cansada N la escuela ha quedado solo el profe- piensa que tiene un derecho divino para desde- su caminata, Mari Cruz se sienta en el sor. Han salido, en algarabía, los alum- preciar- las canas. El. relevo, con respeto, será banco. La piedra blanca que lo forma- no pernos. Cuando, apenas extinguidas las úl- siempre más, cristiano, más digno. mitiría que se sentara más que. otro contemplador. En la lejanía, como algo irreal, se timas risas, se ha hecho el silencio en el aula, Las sombras se han echado sobre el aula. halla la cerrada carta. En este banco, sólo para el maestro recoge unos papeles y los pone en orden. Son ejercicios de sus discípulos, Para. Ya no ve el maestro los papeles, las cuartillas dos dialogadores, todo sería propicio- al colo- el viejo profesor- no hay- jornada de traba- manuscritas que ojeaba en tanto daba rienda quio romántico: la. soledad- el agua sosegada, Todas las horas parécenle escasas para su- mas ¡suelta, a- sus pensamientos. Guarda aquéllos Ja espesa; fronda y 1 el azul del cielo. Mari Cruz, gistepp. Hay vocaciones que no mueren, que en ana íjlfja cartera, acaso tan antigua como erguida un momento, inmoble, se pasa la roano, no- p, uedeíi morir, porque en la continuidad, éí mismo. Recoge las- gafas en su funda y la por la trente, como disipando la pesadilla ro- -e- t f i sirTiiejor fundamento. En la intelectuaí, deja caer en uno de sus amplios bolsillos. niánüca, y se levanta. la vocación alienta v í a experiencia contribu- Cambia el garrete negro por un. fieltro reso- La carta continúa- sin abrir junto al, libro ye. Es un proceso al revés. La lozanía se hado y brillante por el uso. Y se va á la calle, Se bermejo tafilete. A l otro día de la excur- mantiene. Y en muchos casos, se acrece; Lope sióndia tenido que ir? Mari Cruz a casa de su iy Cervantes, -cuándo escribieron las joyas. -li- pensando siempre en lo mismo. a ¡joyero Él i! ú rutee 1 liá; tendida eíí tíria me sita iHérárias- más rutilantes dé su- soberano inge- MED 1 TAC 1O N D EL VI El O MAESTRO E

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