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ABC MADRID 17-04-1942 página 3
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ABC MADRID 17-04-1942 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUSTRADO DE INFORMACIÓN GENERAL. 25 CÉNTIMOS EL FONDO HUMANO A- DO DE INFORMACIÓN GENERAL. 25 CÉNTIMOS g dfebajo de su ancho sombrero asomaba una la ¡plaza de la Constitución. Allí, sin prisas, melena cenicienta; la barba, gris también, dábamos, una y otra vez, la vuelta, y a cada ANIEL estaba pasando coa su familia una realzaba, en Su limpieza, lo zarco de. los ojos. ronda saludábamos la estatua del negro que temporada en la blanca ciudad; en la La imaginación de. Iqs dos novelistas iba ya se estira bajo el balcón de una casa cercana a misma callé, enfrente, vivía, también corriendo sin freno; cada, cual absorbía, sin la iglesia de San Juan, como si quisiera impecon los suyos, de paso, Celso. Daniel era es- proponérselo, instintivamente, sustancia para dir que aquél, se nos viniese encima. Después descendíamos por la calle Mayor, en hora que belto, rubio, con los ojos azules; Celso era utilizada en su arte. desgarbado, moreno y con los ojos negros. No puedo dudarlo- -dijo, alfin, Daniel por ser más avanzada nos aseguraba una maVagaba casi siempre una sonrisa de bondad como en el epílogo de una intensa medita- yor soledad. Hallábamos allí al periodista que por los labios de Daniel; el entrecejo dé Cel- ción -no puedo dudarlo. He dado a ese hom- acaba de cerrar la última sección de su dia- so se mostraba casi siempre íruncido. Todos bre, cómo, has visto, una moneda de veinti- rio. Él nos daba, entre pitillo y pitillo, nolos días, a las doce, Celso iba a visitar a Da- cinco céntimos. Figúrate que le hubiera dado ticias de la guerra. ¡Bah! ¡Está tan lejos 1 a niel; les unía entrañable amistad. Discutían una moneda de oro. Llevo yo siempre con- guerra, y son tan aburridos Jos combates de empeñadamente; en la mañana a que vamos migo una onza de Carlos IV; la suelo poner trincheras! España es refugio capaz de pera referirnos los dos se expresaron con fran- en la mesa cuando escribo y me sirve a ma- mitirnos esta paseata sin ni siquiera pensar. queza extremada. nera de estimulante, en él trabajo; ansio yo que, Europa es un volcán en plena, erupción. Este año en Madrid se puso de moda- -Dignificas en demasía los personajes de aproximarme todo lo ¡posible, en mi prosa, en la solapa la famosa plaquita- No mellevar hable tus novelas- -dijo Celso. a la pureza del oro. Si yo hubiera puesto en usted de la, -Y. tú los envileces excesivamente- -repu- la mano del mendigo esa moneda, ¿qué hu- pasar por losguerra. Tal vez más adelante, al años necesario? pata, estallecer ioso Daniel. biera pasado? El mendigo me hubiera mira- una perspectiva de morbilidad histórica, re- -No, te lo censuro; cada uno es como es; do con asombrq; luego hubiera examinado afirmaremos nuestra cabal, apreciación, al cony 3o que hago es tratar de explicarme tu caso. la. moneda para ver si era falsa; después la tatar, cpmo entonces lo hicimos, que ¿aquélla Tú, en parte, ves. idealizada la humanidad, y hubiera sonado en la piedra del umbral. Y era la liquidación de lo romántico y de lo ra- en parte, cedes al deseo de que tus lectores en- cerciorado ya de su legitimidad, me la hubie- cionalista, para retornar a- lo clásico, al Imcuentren en esa idealidad, en esos tipos idea- ra devuelto. Sí, me la hubiera devuelto. ¿Qué perio, que es la providencia, de las naciones, Jes, un apoyo en que estribar, ya sea con iba a hacer él con esa moneda? ¿Cómo jus- a lo universal, que es la redención de lo inobjeto de apartarse del extravío, o ya con latificar su procedencia? ¿No pondría en pe- ternacional, siempre vacuo y estéril. esperanza de subir a mayor perfección. ligro su libertad? La natural bondad de ese iban descendiendo lentamente por la esca- hombre y- su prudencia le hubieran hecho reSeguimos hacia la calle de Caballeros, y lerá y deteniéndose a cada momento, entrete- chazar el precioso don. subiendo su empinada cuesta, llegábamos has nidos en su charla. Los peldaños eran bajos, ta las menudas barriadas del viejo Seminario. Estaban los las últimas amplia la caja de la escalera y las paredes sas, del pueblodos amigos en a encontrarca- Allí tropezábamos con los loeps de Lérida, y volvieron al Mancas; la viva luz, luz de Levante, lo llenaDaniel, en un arranque entregados a los más extraños ritos. El. cá- i- ba todo. Al escuchar las últimas palabras de mendigo. De pronto, pordiosero y puso en su forero. de luengas barbas, atribuyéndose el pa- súbito, se dirigió al Celso, Daniel acusó más su sonrisa habitual. peí de nuevo apóstol; Santos, e. r curandero, onza de- -Todo eso que me dices, Celso; -comentó mano la qué pasó oro. hace marchar a sus enfermos desnú- T- ¿Y entonces- -preguntamos a que a la luz de lá luna, y les azotacasiespalda Daniel- -dimana de un hecho fundamental: el dos Celso, cuantos escuchábamos su relato. -con un haz de ortigas; el mago Perot, la hecho de que para ti es verdad- inconcusa la revestido ¿Qué hizo el mendigo? originaria maldad humana. con negras tocas, que regresa de los olivares, Celso: callaba y sonreía; al cabo dijo: -Y tú crees, Daniel, en la bondad innata donde dice ponerse en comunicación con los s del hombre. En mis novelas yo procuro no dar- -Ya comprenderán ustedes que el argu- númenes. j pábulo alguno a la ilusión engañadora, mi mento era pueril. El derrotado en el lance Son ya las cuatro, y el primer résplaatfoi análisis psicológico se inspira en la verdad. rio era Daniel, ni el triunfador era yo. Desauróral se inicia hacia el río. Las primeras -Tienes tu lógica y yo tengo la mía; idea- pués de todo, ¿qué demostraba, respecto de campanas de. los templos elevan al aire su lla- r la bondad o protervia del fondo humano, la lizo yo, según tu calificativo porque de entre. mada angélica, y los tintin ambulantes- cairo los mil rasgos de la vida que se me ofrecen, aceptación o- el repudio de una moneda de madrugadores les, responden con su alegre oró 5 donada por quien podía donarla? escojo los más benefactores. AZORIN cascabeleo, que es como un himno a la vida Llegafian en esto a la puerta de la calle; de que se reanuda. Corramos sin perder mmuto la luz reverberada por las blancas paredes de hacia la calle de San Antonio, porque los cirios 3 a escalera, desembocaban en el vivido fulel lejano- rumor PERSPECTIVAS encendidos, paso del Rosariode cánticos nos gor de una calle nítida- -nítida en su cal readvierten el de. la Aurora, ciente- -bajo un cielo ele azul pálido. La pri, Lérida evocadora divina flor matinal que limpia de sombras pemavera alentaba y el aire era templado. Al o habéis sentido nunca después de su- caminosas la ciudad doliente. Llegábamos, cjllegar a la puerta los dos amigos, llegó tammergiros durante largos años en elrio en mano, frente a los Pórticos de donde bién, viniendo por. la acera, un mendigo. El oleaje inquieto de las grandes urbes, el salimos én. peregrinación. nocturna, y tras una mendigo se quitó el sombrero y pidió una liincontenible deseo de retornar hacia la ciudad última salve, dejábanlos la procesión sumosna; Daniel puso en el sombrero una mo- provinciana de vuestra juventud y reconstruir bíamos las escaleras, silenciosos, fatigados. neda de real; el mendigo exolamó: ¡Dios se idealmente las escenas de un pasado; senti- Abríamos la puerta. Los padres dormían aún lo pague, señor; besó la moneda y continuó mental y prestigioso? Así nos ha ocurrido con sueño profundo de justos, y nosotro íbasu camino. ft más de una vez en el inquieto trajinar: de mosi- todavía, antes de envolvernos entre las Salieron a la calle Daniel y Celso y cami- una vida pródiga en contrastes y peregrina- -sábanas de nuestros lechos, al despacho, donde naron en dirección al, campo; iban los dos jes. Recordamos las canciones que trotaban existía la biblioteca, que es la mejor, porque- un poco pensativos; la vista del pordiosero alrededor nuestro. en. ese tiempo mejor y, como es nuestra y se ha seleccionado según nuesJes había impresionado. Se. detuvieron un fúlgida reviviscencia de escenas pretéritas, re- tros cánones. Tras largas deliberaciones, es- instante en una plazoleta, lindante con la. cam- sucitábamos nuestros paseos nocturnos por la cogíamos el libro preferido para concillar el piña. El sidecio solo era roto, de; cuando en Lérida de 1915. sueños- bajo e! influjo de su magia espiritual cuando, por el sonoro marchar de los, martiCreemos entonces asomarnos al balcón de Las ¡últimas sombras se agitan como conmollos en una herrería; era hondo el taller y se nuestra casa para presenciar a concentración viéndose antes de desaparecer. Un último- id os veían, en la penumbra, allá en lo hondo, las de serenos, que, apenas daban las diez de la. rípiy, asomados por el balcón que da al al chispas que saltaban del candente hierro en noche, se reunían frente a la casa de la Pa- puente, contemplábamos absortos el tnunfo el yunque y el fuego dé la fragua. hería, cantando con voz clara y reposada una. del día. ¡Ah! Si al menos esta ciudad que- ¿Has reparado- lijo Daniel al cabo- -estrofa dieciochesca, en que invocan la pro- vamos; a dejar en nuestro ensueño hubiese P en ese mendigo que nos ha pedido limosna? tección de la Virgen antes de dispersarse por dido (redimirse sin pena y sin dolor... pero- -Parecía- -contestó Celso- -un apóstol de las calles recónditas. Y marchábamos a en- un presentimiento trágico nos hacía adivi- Ribera. tregarnos a la ciudad, que nos esperaba con nár en esas excursiones nocturnales que, un -Su porte era distinguido, casi noble... arrullos de enamorada, bajando las escaleras; día, centenares de hijos de esta ciudad roma- -Había bella prestancia en toda su per- familiares, alegres y a grandes saltos. Aun los na e hispana, debían caminar hacia el martirio, vecinos se hallaban en el teatro de los. Cam- víctimas de los errores de una generación sona. Y así era, en efecto, ¿De dónde venía ese. pos Elíseos, donde una compañía. de ópera que desoyó la voz del pasado y renegó dé su mendigo? ¿Adonde- sé encaminaba? ¿Cuál italiana representaba Mefistófeles. -Desfilába- destino imperial. era su vida? Hombre de unos cincuenta años, mos con andar lento por los Pórticos, donde E D U A R D O A U N O S su faz se mostraba abierta 1 y expresiva; por se hallaba nuestra morada, y subíamos hacia. D N

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