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ABC MADRID 02-06-1939 página 3
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ABC MADRID 02-06-1939 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUSTRADO. AÑO TRIGE SIMOSEGUNDO. N. 10,397 1 tff 2 ABC DIARIO ILUSTRADO AÑO TRIGESIMOSEGUNDO. N. 10.397 tg LOS REBAÑOS DE ESPAÑA Al cruzar por esas carreteras de Dios y ver los campos que verdean con los primores primaverales, se me figura que hay más rebaños que nunca, como si la guerra hubiese multiplicado en proporción bíblica los carneros en España. Uno ignora los pormenores de los trabajos campestres; tal vez sea normal que por esta época salgan las majadas a dispersarse por oteros y collados. Pero la presencia de tanto rebaño lanar invita a suponer que hay ahí un negocio próspero, para fortuna de España. Y era cuando creíamos que la guerra iba a acabar con los ganados, entre el estrago de los bombardeos y las expoliaciones y las violencias. El jpastor. se supone ique es el último ser que comprende las complicidades de la civi- lizacióñ. Se le. figura al margen de las ideas que- a los, demás nos preocupan, perdido en la sociedad de los: campos y limitado a una vidasde máxima sobriedad. ¿Qué piensa el pasfor deSlá guerra? ¿Cómo reacciona su espíritu ante los efectos y: io ¿móviles de las batallas? Pero nuestro orgullo de ciudadanos nos impide. comprender que no existen hombres que vivan en un estado de. edénica ignorancia? y- i- que allí donde creemos que- reside la sencilla estupidez está bien despierta y vigilante la astucia. En el siglo pasado, la gente campesina hacía una definición socarrona de los elementos que forman una fértil agricultura. Agua, sol y guerra en Sebastopol La guerra, pues, con su poder extraordinario de adquisición de los productos elementales, se convierte para el agro en un negocio. Y nunca, en efecto, me han parecido tan ricos, tan preciosos y felices los rebaños como ahora, qu- e los veo crecer y agrandarse a los costados de las carreteras. Ahora es cuando valen cerno el mismo oro. Ahora es cuando sirven patrióticamente a la salud y la nutrición de nuestra España. Una nación está formada, principalmente, de un alma. España es un ejemplo de lo que puede el espíritu cuando se le somete a pruebas excepcionales. Pero una nación, al misino tiempo, es un vientre, que hay que saciar sin dilaciones, porque sus exigencias son inaplazables. Tripas lleva corazón dice el adagio popular, y es, efectivamente, cierto que un país bien nutrido rinde mejores frutos, lo mismo en los menesteres del trabajo que en los de la inteligencia. Durante toda la campaña, al Ejército nacional nunca le ha faltado una abundante alimentación, y si nos dicen que, aun hambrientos, nuestros soldados hubieran ganado las batallas, podemos contestar que más vale que no se haya presentado la eventualidad del hambre y que ha sido una suerte el poder combatir teniendo asegurada en todo momento la conveniente alimentación. No es conveniente abusar de los idealismos, ni es tampoco sano ufanarse con exceso de cualidades equívocas, como aquella de la sobriedad española. Es, realmen- i ¿obrio el español? Y si lo es, ¿lo es voluntariamente o porque la limitación de sus recursos le obliga a comer poco y mal? Esto es lo que conviene esclarecer, y cuestiones como éstas son las que más deben ocupar nuestra atención en vn momento en que aspiramos a transforma! la vida española. En términos generales, el español se j Alimenta a base de legumbres, como el ita- i liano recurre básicamente a las pastas a- rináceas. La carne está ausente en la niayo- cabe una sola de las atenuantes que los juría de los hogares, y en ciertas provincias, risconsultos han especificado para desvirsólo la comen a título de excepción, en las tuar la significación de un delito, para amifiestas sonadas. Atribuir esta ausencia de ia norar con un propósito más o menos discarne a la sobriedad racial parece una licen- culpable de benevolencia la enorme, la trecia demasiado cruel; lo más honrado es menda responsabilidad de las culpas indiconfesar que una inmensa parte de nuestra viduales. Aquí no cabe argüir ignorancia, población no come habitualmente carne, por- ni arrebato, ni ofuscación, ni sugestión, ni que es cara y no puede comerla. También miedo, ni reivindicación de ofensas recibiserá honrado afirmar que ese magnifico pue- das, ni desconocimiento del daño que se blo sería físicamente más bello, más fuerte puede inflingir, ni anormalidad patológica, y animoso y que rendiría mejores esfuer- ni taras psicopáticas. Ni siquiera el alefazos si consiguiese variar su menú y comer to manoseadísimo de la brutalidad y la incultura. Ni eso. Precisamente si dentro de una cantidad prudencial de carne. En uno de sus arrebatos de locura, Don esta ola de salvajismo y de barbarie que ha Quijote la emprendió a lanzadas contra un constituido la característica del Movimienrebaño de ovejas, realizando el natural es- to hay algo que debiera haber estado por tropicio. Para Don Quijote, todo se con- encima de la podredumbre del nivel genevertía en gigantes, porque su idealismo, por- ral eran los que tenían el deber ineludib e que su espíritu, en trance de permanente de cumplir la más alta prisión que puede 1 exaltación, le hacían, ver ias cosas, agranda- encomendarse a- una minoría selecta en. das con una descomunal! trascendencia. Ade- cualquiera nación civilizada: los maestros. Y han sido ellos, precisamente ellos, los más, él no entendíarde carne m carneros; no le. interesaba siquiera la función de comer. selectos, los- elegidos, los que cínicamente Pero allí, a su lado, estaba su escudero. San- se denominaban a sí mismos portavoces de cho sí que entendía- de- carneros al asadar la culturadlos encauzadbres de; la juverí- y de la virtuosa función de comer. Y gra- tud, los que han cometido con el niño la cias: a él, la vagabunda- pareja encontraba el más infame de las canalladas. ¡Y. de qué sitio de los mesones- y! a comida a punto, modo! Conscientemente, premeditadamen- unas veces escasa y otras opulenta. Sin la te, -a sabiendas y. -en frío. -Con qué cruel; providencia escuderil, sin- el sano ¡apetito de refinamiento, con qué complacencia morboSancho, el pobre Don Quijote hubiera pere- sa, con qué satisfacción tan depravada han realizado esta labor infame de ir arrancido de inanición a los cuatro días. El espíritu es la defensa y la virtud de cando de las candidas almas infantiles la un. pueblo; pero no hay que olvidar nunca el inocente ilusión de las creencias religiosas. vientre. Necesitamos una nación bien ali- Niño, ¿quieres un caramelo? Pídeselo a mentada. Nos interesa que el consumo de Dios. Vuélveselo a pedir. Pídeselo otra la carne se multiplique y llegue a todas las vez. ¿No te lo da? ¡Cómo te lo va a dar familias. Todo esto iba pensando mientras si Dios no existe! Si de verdad quieres el contemplaba, a los lados de la carretera, por caramelo, pídemelo a mí. ¿Le quieres? Tólos oteros y las cañadas, los lucidos reba- male. ¿Ves como yo te doy lo que Dios ños de carneros, que yo acariciaba con os no te da? ¿Ves cómo yo valgo más que ojos como si realmente íuesen míos. Pero Dios? ¿Ves como no hay Dios? ¿Ves como eran de España, y, para los efectos, es igual. es una tontería creer en El? Pensad un instante en lo que puede ser JOSÉ M. SALAVERRIA este argumento incrustado a martillo, cun esta brutal lógica contundente y primaria en la santa inocencia de un cerebro infantil de ocho o diez años. Pensad qué ocurriLA C O N C I E N C I A rá cuando esta criatura tenga dieciocho o veinte, o veinticinco y en los duros emDEL N I Ñ O bates éi. la vida se encuentre un día ante De todas las infamias cometidas por la una situación desesperada, abandonado, sóbarbarie roja en el truculento período de lo, sin fe, sin esperanza, sin consuelo y sin su dominación en la zona oprimida, acaso, Dios. ¿A quién acudirá en sus tribulaciones? ¿Quién le prestará aliento? ¿En dóny sin acaso, la más repugnante de todas ha sido la labor tenaz, perseverante, canalles- de encontrará la fuente de energía, de forcamente premeditada, que se ha venido rea- taleza y de resignación indispensables, para lizando a mansalva, con la cobardía de la no decaer? Y no es un caso aislado; son impunidad y el aliciente del aplauso para cientos, son millares, son millones de niños la inicua captación de la conciencia del ni- los que deambulan como animalitos por las ño. Por espantosos, por horrendos que sean calles de las ciudades y los pueblos. La conotros crímenes- ¡qué no habremos visto en ciencia turbada, el alma seca, la blasfemia este furibundo galopar de las pasiones des- en la boca. ¿Qué hacer con estos niños? atadas! los hay que si no en busca de jus- Antes no había problema. En la firme tratificación, que justificación para estas cosas dición de la España católica esta santa lano puede haberla humana ni divina, tra- bor de la educación religiosa del niño estatan de abroquelarse en el piélago inmen- ba encomendada a la familia. Eran la masurable de la respons? idad colectiva. El dre, la aímelita, las hermanas mayores argumento se ha esgriündo ya. Todas las quienes, llenas de fe, de cunvicción y de revoluciones- -se ha dicho- -se han hecho entusiasmo iban inculcando en la cera blancon sangre, y esto es inevitable, porque a da y dúctil de las imaginaciones infantiles las masas desbordadas no hay quien las los principios cristianos del amor a Dios. contenga. Evidente. Y mucho más ahora Ahora es el Estado el que tiene que realien que el rencor, c despecho, la ira, la zar esta obra magna de la recuperación rebrutalidad y la incultura se habían conca- ligiosa del niño. De todos los problemas que tenado al servicio de una propaganda fun- la liberación ívos ha traído éste es el más damentada exclusivamente en el odio. Pero urgente, el más apremiante. No hay más aun siendo así, como en efecto es, en. el ca- remedio que recuperar a estos niños por Dios y l or la Patria. so concreto, particular del niño ni siquiera este argumento se puede utilizar. Aquí no PEDRO MATA.

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