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ABC MADRID 20-05-1939 página 7
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ABC MADRID 20-05-1939 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
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PASA EL ÉJÉRCÍTO Por el paseo de la Castellana pasa un Ejército en desfile; lo que fue mancha victoriosa por la Geografía de España, es hoy linea, aguda y dura, como una lanza. Pasa un Ejército nostálgico del paisaje, del campo violento, peligroso d- la guerra; barcas de pontoneros en camiones, secas, sin ríos (Ebro o. Segre) que atravesar; cañones mudos, sin cresterías de montañas ni fortalezas que desmoronar, y el paso ondulante de los tanques, que se adapta a las rugosidades de los viñedos y los. surcos, sobre el liso asfalto. Orgullo levantado de las espadas! Un joven Caudillo, lleno de victorias, recibe la Laureada bajo las acacias madrileñas. Le rodean los héroes de la campaña. El lánguido cielo de Madrid se endurece de alegres motores; betales voladores pueblan de ruidos las azoteas. Sólo en un aire de hierro flamean seguras Jas banderas. Palpitan las motocicletas de los enlaces cuyos faros dilataban sus pupilas en los caminos perdidos, en la sorpresa de las carreteras que se internaban de noche en zona enemiga. Generales con boina roja en finos caballos, como un grabado romántico de 1870. Entre los mástiles con tiras de banderas, torres rojizas donde se han hecho monumento los nombres de los. viejos partes oficiales de Salamanca. Marinos y aviadores, artilleros, soldados de Caballería; ingenieros, camisas color aceituna del Tercio; azules camisas de la Falange y la gracia varonil de la Infantería. Recordamos, los. modestos desfiles de la; confiada España de la República cuando unos fracasados abogadetes y ateneístas enchisterados ocupaban el lugar de los héroes. Los golfos, encaramados en las acacias, insultaban a los oficiales que meses después iban a asesinar en el cuartel de la Montaña. Pero Nietzsche ha dicho: en el principio era- la espada y sobre el desorden y el caos rojo ha brillado la línea deslumbrante, cié este desfile como una limpia espada tendida sobre la funda del paseo enárehado. Lección de energía de un Caudillo y un pueblp; porque este Ejército que desfila ante la tribuna de los embajadores extranjeros lleva el. viento de la Victoria en la. espalda, y tuvo- antes- del; desfile que limpiarse lasangí e. y el barro de las batallas. Viéndolos pasar se comprende que el Ejército- -frente a la algarabía desordenada de los milicianos rojos- -es un sistema, un orden que va de la fuerza dé choque a! taller motorizado, de la sangre bulliciosa, de la priniera línea a la sangre estancada y tranquila, conservada en los botiquines para las transfusiones. Ante nuestros ojos se extiende toda la diversidad de la guerra. Vemos al principio moros, palomas mensajeras y caballos; luego, motores, ¿pi Stos de radio y buzos de antigases; de U guerra rpmántica a la técnica, de jinetes con ur- bante y capa de seda de- romance fronteri ¿o a ese extraño ser, futuro- 1 guerrero de otro astro, con su careta terminada en trompa. Cañones, tanques, antiaéreos, morteros, re- flectcres, máquinas, máquinas difíciles, calculadas, pero dirigidas por capitanes, por poetas, por hombres de espirita. La técnica más perfecta de Europa al servicio de ese descolorido pendón que aleteó én la brisa caliente de las Canarias, bordado por las biancas manos de la Rema Isabel. íLa. vieja- fe con las nuevas máquinas de ¿uerra: ni adoración marxista de la técnica ni líricas nostalgias del pasado, en este desfile, -Asi seremos invencibles. v Por esta ruidosa Castellana de las máscaras y el 14 de abril suenan! aí primeras pisadas de hierro de los fundadores del JmP trio. Ss: AGUSTÍN DE. FOXA, i Conde ás Foxü EL DESFILE SAGRADO UN DESFILÉ PARA EUROPA La ceremonia celebrada ayer durante cinco. horas largas en el Paseo del Generalísimo Fratico, suspendió los corazones, sin, dejar de sorprender, e inclusive confundir el entendimiento. Fue una comunión de entusiasmo y, al propio tiempo, un alarde de profunda y universal sustancia política. Tenía la sugestión de lo nuestro, localizado en el tiempo y en el espacio; pero tema también un aire insólito de manifestación ecuménica. Al cabo déla guerra más cruda que jamás prendió en. pueblo alguno, el Estado victorioso había concebido, llegado, el momento de la pas, momento propicio a- la distensión y il rclajamien o de unos resortes que aguantaron, sin quebrarse, la tremenda prueba, la orgauisación de- nn desfile que fuera cifra y trasunto de batallas cuyo objetivo era la posesión espirihiai de ¡trepa Faltaba todo lo indispensable, en el orden domestico, al logro de tan ambicioso designio. Sangraban todavía las heridas físicas y. morales de una población, recién arrancada a un suplicio- -suplicio chino, suplicio asiático- de hambre y terror. Escaseaban ¡o.i materiales que exigía el exorno adecuado de na- urbe afeada y preterida por meses y. aun años de sistemático abandono. Había, en definitiva, que improvisarlo todo, y ¡que proveer al crédito de la nueva 1 España en eos, donde la iniciativa extranjera, -utas preparada y mejor abastecida y alistada de algunos años a esta ¡arte m, una prueba de campeonato, había llegado a efectos de problemática superación. Pues bien, sin jactancias ni énfasis, cabe proclamar y se debe proclamar que el siglo XX no fue nunca, testigo de un desfile militar tan vasto, numeroso y completo como el que ayer rescató, ante los ojos? confusos, y sagaces del Cuerpo diplomático extranjero la leyenda de un pueblo incapaz de perseverancia en el esfuerzo y de exactitud y disciplina en el ejemplo incruento. Ni el desfile interaliado. de 1918, que reunió entre el Arco del Triunfo y la Plaza de la Concordia a ochenta mil cojkbatientes, ni el celebrado hace simarías eft Berlín, ni el qile dos veces por año convoca la pro pac anda del Ko mitern en la Plaza Roja dan idea de la parada de áyér. Más numerosa que todas y tan mo. derna, rítmica y ordenada como el más exigente Estado Mayor haya, podido soñar, este espectáculo dice lo que puede ser España, lo que será Espa- fia si cada español se hace digno en la vida profesional y en la inda social í; de la épica manifestación que acaban de- ofrecer a sus coterráneos V al mundo, los Ejércitos de Franco. Yo no sé por qué azar de la imaginación. me he detenido a la entrada de la populosa, avenida, como el que está presenciando un desfile marcial. La ciudad presenta a la visr ta sus calles alineadas. Toda esa corriente humana que va y viene, impelida por su afán cotidiano, ha olvidado la imagen de ai guerra, en un paréntesis mental que la vida fecunda exige a la memoria. Pero al elevar la vista al cielo o cerrando un instante los ojos, la visián espectral de la guerra se precisa y agranda como el único y enorme motivó que llena la escena imaginaria de España. Por allá, arriba está celebrándose un gran desfile. Todos los muettos de la guerra marchan correctamente, al compás de invisibles e innombrables tambores, y todos conservan su arma sobre el hombro, como cuando marchaban contra el enemigo. Son docenas de miles. Son los héroes elegidos por las balas traidoras, por las descargas imprevistas, caídos en la flor de su juventud y a veces con la sonrisa o la chirigota en los labios. Fusiles al hombro. Boinas coloradas y gorrillas cuarteleras, incli nadas a un lado con ingenua presunción fanfarrona. No son más que espectros, y tienen, si embargo, los atributos- más profundos de la realidad. Forman el ejército, de- la gloria, y aunque sólo la imaginación puede contemplarlos, ellos son los combatientes verdaderos, que han- conseguido superar la guerra y vencerla. Si hoy las campanas de España suenan a gloria, es porque ejlos, muriendo, dieron vida, y júbilo y poderío a la Patria. Así van las edades, las culturas y las civilizaciones, trazando en la Historia sus ademanes representativos, trágicos unas veces, otras veces dichosos, inspirados y sublimes. Dios lo quiere exclama la Humanidad en marcha, y los caminos se llenan del resplandor de las espadas y las cruces de los cruzados. ¡Libertad, libertad prorrumpe la turba, y los tronos y los altares se desploman en charcos de sangre. Los héroes que. han. sobrevivido a la gue- f rra desfilan en ordenados batallones, al- s n de las músicas militares y dándoles el sol en el rostro. Los ctros desfilan 1 allá arriba, a la luz de los luceros y al ritmo de. unas músicas ideales. Yo- los veo nada más que mirando al cielo o cerrando tm instante Iosojos. Los veo con una absoluta realidad, Porqué no son los hijos cíe una yana quimera, sino formas reales, que están llenáricL de vida el ciclo de España. Algunos de sus cuerpos no han regido todavía tiempo de descomponerse en la tierra de la Patria Hoy no son más que so ¡r. bras, que viven con la vitalidad de la sombras sublimes. Piíes una nación es tanto más poderosa y fértil cuanto más grande sea esa población de sombras sagradas que cubran s u cielo. Ellas son las que nutren de vitalidad; ideal la historia de un pueblo. Ellas están 1 actuando en nuestra vida como incentivo y; lección. Y ninguno de sus gestos queda perdido o inutilizado; ahora mismo, el ademánrabioso con que el último de los guerreros de Numancia blanda su espada insobornable está obrando directamente sobre el alma dpi; soldado que aprieta a la desesperada! a guarda de su fusil. Como están accionando sobtfe nuestros espíritus las sombras de los quecrearon las obras de pensamiento y de arte por las cuales el nombre de nuestra Patria está designado para ser eterno. Ahora es el instante de la victoria, cuando los hombres jóvenes, en plenitud de vida, ensayan el desfile glorioso. La vida llama a las puertas de España. España quiere y tiene precisión Az vivir. Pero precisamente- en este mernerítb me he acordado del otro desfilf- oue están celebrando arriba los- muertos sublimes. Paras verle? rio hay más. que cerrar los ojos materiales y reconcentrar el pfnsaniic; ío. Entonce- se los ve marchar, por brrís sagradas, en ideal ícrmación, por Ir- s caminos que abren- los luceros en el á; i; e de la eternidad. JOSÉ M. a SALAVERRIA T

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