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ABC MADRID 14-05-1937 página 16
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ABC MADRID 14-05-1937 página 16

  • EdiciónABC, MADRID
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LA REBELIÓN EN ÁFRICA Ángel Gómez. Nada menos q u et o d o un hombre Cuando oí contar la muerte de Ángel Gómez le lloré en silencio. Oía relatar su fusilamiento a un guardián de la cárcel, y aquella fría indiferencia de sus palabras, aquel aire zumbón de su relato recorría mi espalda en un escalofrío de indignación y dolor. Ángel Gómez, hombre joven, autodidacta, líder socialista, presidente de la Casa del Pueblo... Un gran carácter y un hombre bueno. Había logrado un gran ascendiente en las masas obreras y una gran confianza como hombre recto y justo en todos los sectores. Se le quería y se le respetaba. Cuando surgía un conflicto obsero allí estaba Ángel Gómez sirviendo de enlace entre la autoridad civil y sus compañeros. Su inteligencia, su corrección y su entereza estaban siempre al lado de la verdad y de la justicia. Yo recordaba a Ángel Gómez con afecto y agradecimiento. Me había ayudado lealmente en la solución de algunos conflictos, poniendo en la empresa su gran corazón y su espíritu mediador. ¡Qué sabía aquel guardián, educado en el ambiente cuartelero del Marruecos de aquellas campañas de la monarquía, lo que valía un hombre de la talla moral de Ángel Gómez! Aquel guardián (miope físico y espiritual) se dedicaba por aquellos días de agosto a dar su vueltecita por el depósito de cadáveres del cementerio para satisfacer su morbosa curiosidad de reconocer a los caídos bajo el plomo faccioso. Y al comentar ante sus compañeros ¡qué fauna de carceleros disfrutaban los presos de Victoria Grande! las novedades de sus macabras excursiones, la risa, una risa brutalmente estúpida, asomaba a su cara en una mueca de delectación. Ángel Gómez había sido detenido en los primeros días, cuando ya estaba oculto por una mano amiga. Y había sido detenido porque una boca delatora indicó en voz baja al oído de alguna autoridad rebelde el lugar de su escondite. Cuando le detuvieron le condujeron al cuartel de Almodóvar de la Guardia civil, y en él le tuvieron ocho días. Intentaron hacerle hablar, delatar los sitios donde se ocultaban algunos huidos, declarar contra sus compañeros. Pero Ángel Gómez, lleno de lina estoica serenidad! y una firme voluntad de hombre, no despegó los labios durante aquellos mortales ocho días. Ni el Las murallas de la Concepción, en la Yieja Melilla. En la torre de la izquierda está instalado el Observatorio Meteorológico saludo sonriente, ni las argucias (promesas de salvar su. vida, de hacer por él todo cuanto pudieran... empleadas para arrancarle una declaración, lograron que Ángel Gómez pronunciase una sola palabra. No pidió nada, no habló una sola vez. Mudo, sereno, estoico, permaneció en su celda durante aquellos ocho días que duró su encierro. Se convencieron, Impotentes contra aquella voluntad de hierro que se producía en un cuerpo débil, enfermizo, de que era inútil esperar. Al cabo- de esos ocho mortales días, la puerta del calabozo del cuartel de Almodóvar se abrió para dar paso a Ángel Gómez. Y éste, conservando su sonrisa, lleno de una serenidad que hacía bajar la mirada, a sus conductores, fue conducido junto al muro, donde las balas abatieron en descarga cerrada aquella firme voluntad. Aquel relato del carcelero miope había traído a mi recuerdo la última vez que vi a Ángel Gómez. Era el 17 de julio de 1936. Las cuatro de la tarde. Aun no habían entrado en Melilla los legionarios y los regulares al mando de la oficialidad rebelde. Se vivían unos momentos de dramática intensidad en mí despacho y a él acudió Ángel Gómez, poniéndose a mi lado con emoción y decisión de lucha. Advirtió el peligro que significaba la entrada- de las tropas sublevadas en Melilla, y, consciente de su deber, salió de mi despacho grave, sereno, lleno de energía, para cursar las órdenes de huelga general y levantar al pueblo. A los pocos minutos por las calles de Melilla. a pie y en autos, grupos de obreros voceaban la consigna de A. ngel Gómez: A la huelga, a la huelga! ¡Que viene el tercio. No pudo hacer más. Estaba seg uro de que si Ángel Gómez hubiese podido organizar una resistencia eficaz, su muerte no hubiese tenido lugar junto al trágico paredón de. Rostrogordo. Ángel Gómez habría agotado su último segundo de vida luchando con las armas, sin abandonar su sonrisa de hombre bueno, hasta que su gran corazón saltase roto en un latido vigoroso, huma. no, salvador... Oyendo el relato que de su muerte hacía, aquel carcelero miope, me imaginé las horas trágicas que habría vivido Ángel Gómez durante aquellos ocho días de encierro. Y en rui pensamiento le vi erguirse grave, con su habitual sonrisa, por encima de sus verdugos, segundos antes de que los fusiies españoles, en lfis manos de tropas moras, detuviesen a! latido de su gran corazón de hombre bueno, de luchador... Jaime GIIJ Melilla. Entrada a las tres principales calles de la ciudad nueva.

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