ABC MADRID 17-02-1937 página 16
- EdiciónABC, MADRID
- Página16
- Fecha de publicación17/02/1937
- ID0000341940
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La colilla redentora al servicio del fascio La noticia está recogida de un periódico faccioso ¡ue ha llegado a nuestro poder. Tiene, por lo tanto, una autenticidad arrolladora. La noticia contiene, sencillamente, la orden de que en todos los sitios públicos se coloquen recipientes para depositar en ellos las colillas de los cigarros, con el objeto de que no falte tabaco a los soldados de Franco. Uno no sabe, ante esta noticia, si sonreír o irritarse. Porque a veces, cuando el tedio nos abruma, nos dedicamos a captar las emisiones de las radios facciosas, y en, todas ellas, como fórmula inexorable, se dice que están al servicio de España y del Ejército. A España, como es una idea abstracta, realmente no pueden ofrecerle colillas. Pero al Ejército, sí. Al Ejército, objeto primordial de devoción patriótica, los facciosos le ofrecen colillas, y se las ofrecen, además, no así, de cualquier manera, sino sabiendo que con ello se hace una labor patriótica, de las que requieren tanta abne- positarán enorgullecidos a punta de su cigarro. Con sus propias pianos harán la ofrenda, para darle así más relieve. ¡El Ejército, el glorioso Ejército que fuma colillas, espléndida y generosamente donadas por los patriotas! Es una lástima que no se pueda llevar una relación exacta de estos señores que tan abnegadamente se sacrifican. Debería hacerse: El marqués de Tal, cinco colillas; el duque de Cual, tres colillas y ¡medio cigarro puro La Historia tendría, desde luego, una información exacta de las privaciones que se impusieron los facciosos para vencer. Por otra parte, se podría hacer una estadística muy interesante, con cuyas listas se aclararía mucho esta terrible y complicada cuestión de la lucha de clases. Porque resulta que la lucha de. clases es un problema que se resuelve con la prodigiosa facilidad y con la inefable sencillez de una colilla. (Fotos V. M. gación como para estar recomendada por los periódicos. en realidad, esa colilla, que se va coleccionando cuidadosamente en los cafés, en los casinos y en los círculos de las poblaciones facciosas, es todo un símbolo. Es quizá más: es nada menos que todo un programa político. Los facciosos son consecuentes con sus principios, y siempre han entendido que la justicia social, de la que ahora habla Franco en términos ponderativos, no es otra cosa sino una colilla que se arroja despectivamente al suelo, para no abrasarse los dedos. Para que sus intere- ses no se abrasasen es por lo que acusaron muchas veces que estaban dispuestos a hacer concesiones. Naturalmente, se referían a la colilla del cigarro cuando aludían a su generosidad. Es muy justo que ahora, que han implantado sus doctrinas totalitarias en el territorio por ellos dominado, lo hagan sin ninerún recato. Nos figuramos el fervor patriótico con el que se irán llenando los recipientes instalados en los lugares públicos. Los magnates del fascismo, aquellos propietarios castellanos y terratenientes andaluces, para los cuales se prcfdujo 1 esta guerra civil, de-