ABC MADRID 02-08-1936 página 17

A B C. DOMINGO a DE AGOSTO DE 1936, EDICIÓN DE LA MAÑANA. PÁG. 17. EL PRESIDENTE DE LA CÁMARA, SEÑOR MARTÍNEZ BARRIO; PRONUNCIA EN VALENCIA UN TRASCENDENTAL DISCURSO Anoche, a las diez y media, el- presidente de la Cámara y de la junta delegada del Gobjerno en Levante, D. Diego Martínez Barrio, pronunció, desde la emisora de Radio Valencia, el siguiente elocuentísimo discurso, que fue oído con honda emoción republicana por todos los españoles: Ya se han oído las voces autorizadas Españoles: La opinión universal y la de nuestro paás están perfecta y verazmente informadas por el Gobierno legítimo de la República acerca de la situación de España y- del desarrollo lamentable, de la sublevación militar. A su hora el Jefe del Estado, con la altísima autoridad de- que, por razón de su cargo y de sus condiciones personales, se encuentra investido, dejó oír su voz serena para que los españoles supieran la realidad de lo ocurrido y la firme voluntad de todos los Podres del Estado de reducir el daño y- vencerlo. No hubiera sido necesario que el presidente de la Cámara hablara también. Entregado con sus compañeros de la Junta delegada del Gobierno en Levante a la tarea de organizar auxilios de toda índole para ayudar al Gobierno legítimo, usó de este maravilloso medio de comunicación sólo para las comarcas entregadas a su mando, considerándose representado- -y con él a la Cámara- -por las personalidades republicanas y socialistas que ya hablaron desde Madrid. Estímulos a que obedece la intervención del presidente del Congreso Cambio ahora mi propósito ante la propaganda sistemática del enemigo, que quiere presentar la contienda como una pugna entre los partidos obreros y las restantes clases de la sociedad española. Con la autoridad de mi cargo, y la más modesta, pero inconfundible, de mi posición dentro de la, política española, me atravieso en el camino, y digo qué el aserto de los generales suhlevados es una pura falsedad. La rebelión militar no tiene enfrente a un Gobierno marxisia, ni a un Ejército marxis- ta, ni a un Estado marxista; los generales, jefes y oficiales que se han alzado en armas lo han hecho contra el Estado español, representado por un presidente de la República nombrado legalmente, con la asistencia y aun con el voto de diputados de todos los partidos; por una Cámara legítima, elegida sin tacha durante el mando de un Gobierno adversario de los partidos que resultaron triunfantes en las elecciones, y por un Poder ejecutivo, constitucionalmente designado al que rindieron formal acatamiento hasíaí la víspera de su rebelión las mismas gentes. su- blevadas. Cierto es que el Estado y sus Poderes. legítimos se encuentran asistidos con el más! desinteresado y admirable de los concursos de las clases obreras representadas por sus sindicatos y partidos: así el socialista, como el comunista, así la C. N. T. como la U. G. T. así la Federación de grupos libertarios como el partido sindicalista. ¡Honor a todos ellos, que 110 han regateado trabajo, ni vigilia, ni: sacrificio, ni sangre, sobre todo sangre, en defensa de la. República democrática! Perc detrás del K tider se encuentran también en Jínéa tic combate los partidos republicanos que contribuyeron a ¡a instauración de! -ré- gime en abril del 31, salvo la minúscula fracción que, roída por eUr iKO gbaridonó hace tres años sus posiciones y sas c 6- mpr misos públicos; las fuerzas de tierra, mar, aire, fieles al juramento que prestaron Lis clases comerciales, industriales y agrícolas del país; los funcionarios, que han sabido conservarse dignos de la responsabilidad de la función, y, sobre, todo; el pueblo español, 3 a auténtica y legítima España, cada vez más firmemente dueña de sí- misma y de sus destinos. iliegítiniidad de ¡los Poderes, C Í: K d Toda la rebelión vdéscansa- sobre- -tí ií supuesto de falsedad ¿1 filfeaparentar creer que la gobernación del. país ésí- á secü- esfrada por Poderes ilegítimos y que el triunfo del Estaño se traduciría en la implantación de un régimen político comunista. Se, -explica. que los generales- sublevados busquen una justificación a su conducta. No los disculp? ráu la á