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ABC MADRID 26-07-1936 página 8
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ABC MADRID 26-07-1936 página 8

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página8
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EL ULTIMO PEREGRINO DE SANTIAGO T opos los años, como en plena Edad Media, se organizan aún peregrinaciones a Santiago. Peregrinaciones que, siguiendo el camino marcado un día a la humanidad con las estrellas del cielo, van hasta allí desde el fondo de todas las naciones de Europa. Pero el último peregrino, de acuerdo verdaderamente con las tradiciones de la ciudad, tan habituada en otro tiempo a recibir, perdido entre las turbas, personalidades de la mayor importancia en un país y hasta en un siglo, la visitó hace ahora cinco años. Cierta mañana, el transatlántico inglés Oropesa, que se dirigía al Pacífico, hizo escala en el puerto de Coruña, y pronto hasta una falúa muy empavesada y llena de señores empavesadísimos también, descendió un joven de rostro entre pensativo e irónico, que, después de saludar en bastante buen español a las autoridades españolas de la falúa, cambió de idioma dirigiéndose casi autoritariamente al cónsul inglés: ¿Está dispuesto el automóvil para ir a Santiago? Pero el idioma natal del joven apenas si tiene secretos para los coruñeses. Cuando comenzó a hablarse del estatuto, como se pidiese la cooficialidad del español con. el gallego, alguien, gritó: Yo propongo la del inglés, más extendido todavía. Apenas tiene allí secretos este idioma, y, adelantándose al cónsul, fue el alcalde de la Coruña quien se inclinó respetuoso: -Antes quisiéramos que Su Alteza... Porque aquel joven era el actual Rey de Inglaterra nada menos, Entonces, aún prín- cipe de Gales, dirigíase, dando una vuelta le acogió con un repique general. de campapor el Pacífico, a inaugurar en Buenos. Ai- nas. Y, como si sospechase ya en él un peres la Exposición del Imperio Británico. regrino, le llevó a la catedral por la puerta Desde hacía diez años estaba recorriendo de los Reyes. De este modo, el príncipe, lo el mundo. se había bañado entre los cai- primero que de ella tuvo ante los ojos fue manes del Nilo, había descendido en pira- el pórtico de la Gloria. gua las rápidas de la costa de Oro, ca- -Al visitante de Sant: ago. quizá a! de zado el elefante con Jos rajahs de la India, España- -dijo- debiera traérsele aquí con montado potros salvajes entre los cow- boys los ojos, vendados y no quitarle la venda del Canadá. ¿Qué podía interesarle en San- sino delante de estos tres arcos por donde tiago? Pero por algo los reyes germanos tantas cosas salieron en. otro tiempo para de quienes desciende tuvieron siempre tan- mejorar el mundo. to interés hacia, esta peregrinación y por Después calló, tan embelesado en la conalgo llevaba el nombre de príncipe de Gales, príncipe del país donde nació la le- templación del monumento que su rostro yenda del Santo Grial que los peregrinos llegó a adquirir la expresión inefable de de Santiago precisamente difundieron al quien roza las cimas del éxtasis. ¿Sería posible? ¿Estaría oyendo realmente la músitravés del mundo. ca de aquellos ángeles y aquellos serafines? Asistió, pues, sin sentarse, al lunJh que Por desgracia, Santiago no se dio cuenta el alcalde de Coruña le ofreció, y, tras de la clase de visitante que tenía allí; como de una rápida visita a la tumba de sir John Coruña, creyó, que bastaría de arte, y le Moore en su romántico retiro del jardín ofreció un té. A las seis, aun con las pasde San Carlos, subió corriendo al automó- tas en la. boca, hubo que salir, para Vigo. vil. Lástima que el viaje no lo hiciese a pie ¿Y por qué, terminada la recepción, la co. y vestido de peregrino, esto es con la es- mida con las autoridades viguesas, no! a clavina sembrada de conchas, el sombrero presidió el príncipe, sino su hermano Jorde San Roque a la cabeza, el bordón de los ge? Príncipe tan de Santiago que visitancaminantes en la mano y sin conocerse si- do duante la guerra a los heridos tle un quiera su condición de príncipe. hospital, besó silenciosamente un rostro que era una llaga viva, ¿cómo pudiera confor. Pero Eduardo Cristian no tenía interés en peinar, vestía un gabán de trabilla, viajaba marse con la protocolaria visita? ¿Qué le dentro de un automóvil, y la historia no va importaba a un príncipe semejante aquel a ser tan ligera que, por amor de lo pinto- Vigo, como Coruña, bonito y risueño. resco desvirtúe estos detalles. A las cuatro pero tan frivolo y hasta tan inglés? ¿Y de la tarde llegaba la caravana a Santiago. quién era un joven que, de noche, ya de Ciudad muy habituada a recibir príncipes, verdadero incógnito, anduvo por Santiago abriendo la boca ante las piedras ilustres v deteniéndose a oír, cada cuarto de hora, la balada del reloj, de la catedral? El- cónsul inglés de Vigo atrevíase a una frase: ¡Que á las dos levanta anclas el buque! -Sí, vamonos- -resolvió el príncipe, como Romeo tenía al fin que hacer delante mismo de Julieta. En Vigo, entre el séquito, comenzaba a notarse cierta inquietud. Pero, puntual- el príncipe, minutos antes de las dos de la mañana, un automóvil llega al m u e 11 e jadeante. Y cinco años después, ya el príncipe, Rey d e Inglaterra, aun no se ha olvidado de su peregrinación, y le dice, a un español ilustre: -Fue una pena que a la v u e l t a de mi viaje el buque no hubiese tocado otra vez en Vigo, en Lisboa, en cualquier sitio desde donde ia distancia permitiese una escapada a Santiago. Y no estoy muy seguro de no hacerla cualquier día desde aquí mismo. FRANCISCO EL REY EDUARDO VIII DE INGLATERRA EN UN MOMENTO DE SU EXCURSIÓN, SIENDO PRINCIPE DE GALES, POR GALICIA. (FOTO BLAXCO) CAMBA murr

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