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ABC MADRID 18-07-1936 página 42
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ABC MADRID 18-07-1936 página 42

  • EdiciónABC, MADRID
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EL S É i O R é l BEMBIER E C; ONTINU V IOM) NOVELA POR ENRIQUE, GIL Y CARRASCO la edad al parecer. Era muy austero y taciturno, y- -sil- aire parecía como de quien en el siglo había sido un poderoso de la tierra. Esto, sin embargo, no dañaba a la modestia y suavidad de trato que con todos usaba, si bien por muy poco tiempo disfrutamos el suyo. mayor. Pocos días antes de su misteriosa llegada había fallecido el De la suerte posterior del señor de Bembibre, de la linda ermitaño de la Aquiana, santo varón muy dado a la penitencia; Martina, de; Millán y de Ñuño, nada más de lo que sabemos con- pero como la ermita está cubierta de nieve gran parte del año tenía; pero en el año pasado de 1842, visitando en compañía y la cerca tan grande soledad y desamparo, ninguno se sentía de uifamigo las montañas meridionales del Bierzo, hicimos en con fuerzas para vida tan áspera y rigurosa. Como quiera el el archivo del monasterio de San Pedro de Montes un hallaz- -nuevo- religioso no bien se hubo enterado de lo más necesario, go de grandísimo precio sobre el particular, que nos aclaró al reciente estado, se partió con consentimiento del abad a monuestras dudas. Era el tal una especie de códice antiguo, escri- rar en la ermita, dejando avergonzada; nuestra flaqueza con sil t o r a latín, por uno de los monjes de la casa, pero, como los su- valerosa resolución. Era esto a principios, del otoño cuando caen cesós- qiue en él se refieren exigen cierto conocimiento de los en aquella eminencia las primeras nieves, y nubarrones casi conlugares, -nuestros lectores pueden perdonarnos, mientras les en- tinuos comienzan a ceñirla como un ropaje flotante; pero sin teramos 1 de lo más preciso, haciéndose cargo de que habiendo te- arredrarse por eso, tomó posesión al punto de su nuevo cargo. nido paciencia pa- ra seguirnos hasta aquí, buen pueden decir Los resplandores su caridad rio pudieron estar con el refrán vulgar: Donde se fue el mar, que se vayan las largo tiempo ocultos, de así, virtud yse convirtió en el ídolo de y pronto arenas la comarca. Partía con los pastores pobres su escasa ración de El monasterio de San Pedro de Montes es antiquísimo, groseros alimentos, y cuando ss arrecían con el frío, les cedía pues se remonta su origen a San Fructuoso y San Valerio, san- la porción de vino que le daban en el convento y que sin duda tos ambos de la época gótica; y su restauración, después de ia recibía con este objeto, pues nunca lo llegaba a los labios. Aconinvasión sarracénica, pertenece a San Genadio, obispo de As- tecía algunas veces que una res vacuna o alguna cabra se perdía torga, cuya es la iglesia que aún en el día se conserva, con tra- a boca de noche en aquellas soledades, y él entonces, a trueque za de durar no pocos años. Su situación, en medio de las aspe- de ahorrar a su dueño el disgusto de su pérdida, salía de la errísimas sierras que ciñen el Bierzo por el lado del mediodía, mita, pisando la nieve endurecida y ia llevaba al pueblo a riesgo revela bien el terrible ascetismo de sus fundadores, pues está de ser devorado de los lobos, osos y otras alimañas de que tan montado sobre un precipio que da al riachuelo Oza y por todas se cría en partes le cercan montes altísimos, riscos inaccesibles y obscu- gran abundancia otras buenasestas breñas. manera se llevó tras Con estas obras, ros bosques. El rumor de aquel arroyo encerrado en su hondí- sí el respeto yylos corazones de esta de tal sencilla, que sus pasimo y peñascoso cauce, tiene un no sé qué de lastimero, y los labras eran para ellos como las quegente Moisés oyó de boca del pájaros que comúnmente se ven son águilas y buitres que habitan en las rocas. El pico de la Aquiana, cubierto de nieve du- Señor en el monte Oreb. El los consolaba en sus aflicciones, rante siete u ocho meses y el más alto de todos los del Bierzo, componía sus diferencias, les daba instrucciones para sus cacedomina el monasterio casi a vista de pájaro y dista poquísimo rías como persona muy entendida, y era, por fin, como la luz por el aire; pero son tales los derrumbaderos que por aquel lado de estas obscuras y enriscadas asperezas. Los fríos del invierno y el rigor de sus penitencias acabaron lo cercan, que el camino para llegar allá tiene que serpentear en la ladera por espacio de más de una legua y tomar además gran- de destruir su salud ya quebrantada; así es que la dulce estades rodeos. Esta montaña es muy pelada, pero está cubierta de ción de la primavera no le restauró en manera alguna. Sin emplantas medicinales y tiene en su misma cresta una ermita me- bargo, salía muy a menudo de la ermita, y paseando) aunque dio enterrada a causa de las nieves y ventarrones, en que se con trabajo, llegaba a las rocas de Ferradillo, desde donde se adoraba hasta la extinción del monasterio la imagen de Nuestra registran las careabas y pirámides de las Médulas y el plácido ¿Seniora- de. la Aquiana, cuya función se celebfaba el 15 de agos- y tranquilo lago- de Carracedo. Allí se pasaba las horas como arrobado, y hasta que se declinaba el día casi nunca volvía a to y era concurridísima romería. su estrecha celda. El abad, viendo cómo decaían sus fuerzas, le Da vista que desde aquella altísima eminencia se descubre rogó repetidas veces que dejase vida tan penosa y bajase a rees inmensa, pues domina la dilatada cuenca del Bierzo, llena de cobrarse ál monasterio, pero nunca lo pudo recabar de él. accidentes ai cual más pintorescos y hermosos y desde allí se Por fin, la noche antes de los idus de agosto (14) víspera extiende la mirada hacia los tendidos llanos de Castilla por el de la función de ia Virgen de la Aquiana, se oyó tocar a desholado de oriente y por el occidente hasta el valle de Monterrey, ra la campana del ermitaño con gran priesa, como pidiendo sosemiadentro de Galicia. La Cabrera, altísima y erizada de mon- corro. Alborotóse con esto, no sólo la comunidad, sino el pueblo tañas, le hace espalda, y es, en suma, uno de los puntos. de vista entero, y apresuradamente subieron a la ermita; pero por priesa más soberbios de que puede hacer alarde la España, a pesar que se dieron cuando llegaron los delanteros, ya le encontramos de que el lago de Carracedo y los barrancos y picachos encar- muerto. Grandes llantos se hicieron sobre él, pero aunque regisnados de las Médulas, adornos de los más raros y preciosos que traron su pobre ajuar, no encontraron sino una cartera destroel Bierzo tiene desaparecen detrás de las vecinas rocas de Fe- zada, con una porción de páginas desatadas al parecer, y sin. conirradillo. Este, sin embargo, es pequeño inconveniente, porque es- cierto, llenas de doloridas razones y sembradas de algunas tristán situadas a corta distancia de la ermita, y con un paseo se tísimas endechas, por las cuales nada podían rastrear sobre el puede gozar de la perspectiva de entrambos objetos. nombre y calidad del desconocido. Hechas, pues, estas explicaciones que hemos juzgado neAl otro día, según dejamos dicho, era la romería de Nuestra cesarias, volvamos al códice latino, cuyas palabras vamos a tra- Señora, y tanto para que recayesen sobre el difunto las orar ducir fielmente, haciendo antes una profunda cortesía a nuestros ciones de los fieles, cuanto por. ver si había alguno que le colectores, en señal de despedida, ya que después de ellas nada nociese entre aquel numeroso concurso, lo pusieron en unas anpodemos contarles de nuevo. Dice así: das tendidas de negro a los pies de la ermita, amortajado con su Por los años de 1320, ocho después de que el santo padre propio hábito y con la cartera de seda encima. Las gentes que vinieron aquel año fueron muchísimas; pero Clemente V, de santa memoria, disolvió la Orden y Caballería del ¡Temple, acaeció que un peregrino que volvía de ¡sitar el sepul- entre ellas llegó una familia que, por el vistoso arreo de su cro del Salvador, mal perdido por Jos pecados de los fieles, apa- traje, llamaba la atención. Componíase de un anciano que pasaba reció en la portería de esta santa casa, y habiendo pedido que ya de los sesenta; de un mozo como de treinta y dos, muy. galet llevasen a la cámara del abad, así lo hicieron. Largo rato duró llardo; de una mujer como de veinticinco, rubia, de ojos azules la plática con su reverencia, 3 a cual al cabo vino a dar por re- y tez blanca, de extraordinaria gracia y gentileza, que traía de sultado que el forastero de todo el mundo desconocido tomase el la mano, después que se apearon de sus yeguas, una niña como santo habito del glorioso patriarca San Benito a los dos días de siete años, con una túnica blanca de lienzo y una gran vela de con grande admiración de todos nosotros; pero el abad, con cera en la mano. La especie de mortaja que la cubría, la ofrenda quien, según oímos de sus labios, se había confesado el peregri- que llevaba en la mano, y más que todo su color un poco queno, pasó por encima de todos los trámites y requisitos acostum- brado, pero que en nada menguaba su hermosura de ángel, da brados para entrar en religión y nos impuso silencio con la voz ban a conocer que venía con sus padres a cumplir algún voto de stt autoridad. El nuevo monje podía tener como hasta treinta hecho a la Virgen en acción de gracias, por haberla sacado dé y dos años, y era alto, bien dispuesto y de hermosas facciones; pero las penitencias, sin duda, y tal vez los disgustos, le doblaban Concluirá. maba, y pasó a la Siria, dónde acabo sus días, en una revuelta de los cristianos oprimidos que acaudillaba. En resumen, el tal manuscrito no parece sino un libro de defunciones; porque, según él, hasta el mismo Mendo, el palafrenero, fue víctima de una apoplejía fulminante que le trajo su obesidad, cada vez inri

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