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ABC MADRID 17-07-1936 página 22
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ABC MADRID 17-07-1936 página 22

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C. VIERNES 17 DE JULIO DE 1936. EDICIÓN DE LA MAÑANA. PAG. as. política de opresión, de persecución y dé partidismo, en que no creo que su señoría- sintiera la satisfacción- de ver triunfar a los suyos sin pensar en si no eran también víctimas de una realidad política dificilísima, que se ha atravesado en la Historia de España y que de salir de ella en una u otra forma dependía el porvenir de nuestro país. I Pero es que el Sr. Gil Robles no sabe que ha habido destitución de gobernadores, de Gestoras y de alcaldes; que las hay a diario, que todos, absolutamente todos los resortes del Poder han sido puestos al servicio de la tranquilidad, en lo que era posible, y de la Justicia, y que hechos recentísimos- -sus señorías constantemente y a diario tienen que reconocerlo y proclamarlo- -encuentran la asistencia del ministerio de la Gobernación y de todo el Gobierno? El Sr. Gil Robles condenaba la violencia. ¿Quién no la va a condenar? ¿Pues qué representamos nosotros sino una protesta constante contra esa violencia? ¿Inspiradores nosotros de una Prensa sobre la que el señor Gil Robles vuelca toda, absolutamente toda la responsabilidad de cuanto está ocurriendo? ¿Quiere decirme... (El Sr. GIL ROBLES Perdóneme su señoría; no he volcado sobre la Prensa más responsabilidad que la- que le incumbe, que no es pequeña, pero no toda. ¿La responsabilidad que le incumbe a una Prensa inspirada por nosotros? ¿Qué Prensa tiene el Gobierno que pueda inspirar? ¿Cuál es la Prensa que inspira el Gobierno? Señor Gil Robles: su señoría es un dialéctico formidable, pero baraja y maneja de tal manera sus argumentos en estos instantes- -y perdóneme que se lo diga- con una ausencia del sentido de la responsabilidad al discriminar cuáles son las que nos alcanzan, que cuando le conviene nos las atribuye a nosotros y cuando le conviene las traspasa a los demás; pero, en definitiva, con este sentimiento notorio de injusticia, porque a su señoría le consta que el Gobierno ni inspira ni aplaude, ni puede aplaudir ni tolerar ninguna de esas campañas que su señoría condena como nosotros. Cuando la violencia surge, tiene nuestra condenación tan rotunda, tan categórica como pueda fulminarla su señoría. De situaciones puramente polémicas y parlamenta. rias, que no tenían el grado de importancia y gravedad que tienen ahora, retrospectivamente, cuando su señoría las señala como causa de efectos tristísimos y monstruosos, no ha vacilado su señoría en coger la figura del señor presidente del Con sejo de ministros, ponerla en función y en relación con manifestaciones hechas por él en momentos de debate, en que lo que decía no podía significar lo que su señoría le atribuye. El señor presidente del Consejo de ministros, cuando. formulaba determinadas expresiones, no hacía más que afirmar un sentido absoluto de autoridad, de sentimiento y de respeto a la ley, pero que precisamente manifestaba que sería beligerante frente a la violencia. Era éste todo el alcance y significado que se podían dar a las palabras del señor presidente del Consejo. Que sucesos luctuosísimos, desdichados, que todos abominamos, que yo deploro con toda mi alma, se hayan realizado y que ahora su señoría pretenda establecer una relación directa entre aquellas palabras y estos hechos, Sr. Gil Robles, yo a su señoría entrego por completo, para las horas de tranquilidad espiritual y de serenidad de conciencia, el valor y el alcance del acto que acaba de realizar. Y muy pocas palabras nás, Sr. Gil Robles, porque no quiero con mi intervención, dada la actitud, la forma, el tono, los modos con que su señoría se produjo, exacerbar más esta situación, por sí ya tan delicada y difícil; pero voy a admitir, para efectos polémicos, como realidad inconcusa, que ciertas y determinadas individualidades de un organismo del Estado se hayan insurreccionado y realizado los actos que su señoría les atribuye. ¿Cuál fue. la actitud, del Gobierno y cuál su deber? Desde el primer momento tomar gubernativamente todas, absolutamente todas las medidas que podía y tenía en sus maaos, y tomadas están. e inmediatamente buscar el juez de máxima garantía y de máxima jerarquía para que, entrando a fondo, sin detenerse én nada, llegando hasta donde tenga que llegar, esclarecerlo todo. A nadie como al Gobierno interesa esto, para evitar ciertas actitudes, señor Gil Robles. Su señoría, ya lo decía, y es exacto, no viene a hacer política en torno del cadáver del Sr. Calvo Sotelo; pero sin querer, con ocasión de esto, su señoría, en el fondo, está haciendo política, y no de la mejor calidad, porque al Gobierno no se le puede pedir más que esto: que llegue con sus medios hasta donde tiene que llegar para esclarecer los hechos; que, pase lo que pase, suceda lo que suceda, -brille la verdad y se imponga la Justicia. ¿Qué otra cosa puede hacer el Gobierno que no haya hecho desde el primer momento? Y yo, Sr. Gil Robles, no tengo por qué hacer, el contraste del proceder del Gobierno actual, cuando se encuentra con hechos tan desdichados, con otros procederes que hasta ahora, hasta que nosotros hemos llegado, no se ha buscado la responsabilidad de desmandamientos de agentes de la autoridad que obedecían a determinados Gobiernos que, seguramente, eran los primeros que, como el actual, lamentaban, rechazaban, y condenaban la posibilidad de que a ellos se les complicase en aquellos actos. De modo, señor Gil Robles, que sea cual fuere e! concepto que su señoría tenga de nuestra conducta, creo que sólo la pasión, enturbiando su juicio sereno, podía llevarle a hacer manifestaciones como las que acabamos de oír. ¿Responsabilidades? Todas las que nos vengan, desde ahora. aceptadas están; no hemos de eludir ninguna, como lo demuestra nuestra propia actitud actual, y si existen, reverentes con ej iitido de justicia, reverentes con las sanciones la opinión pública nos imponga, sabemos cuál nuestra actitud, sin qué ello nos invite, por vía de retorsión y buscando el hundimiento del templo, a ¿poner conducta a conductas y a contrastar procederes con procederes; no. Nos atenemos a nuestras responsabilidades. Vengan, sean las que fueren; pero lo que nadie, absolutamente nadie que esté en su sano juicio, podrá decir, es que haya, ni directa ni indirectamente, ni admisible ni posible, porque sería monstruoso, la relación más mínima entre estos hechos lamentables y actitudes del Gobierno, que, por tolerancia o por negligencia, hayan permitido actuaciones de organismos inferiores realizandti hechos a todas luces vituperables. Eso, señor Gil Robles, traspasa por, completo todos los límites de la licitud poSémica y va- más allá de lo que dialécticamente es permitido a su señoría decir dirigiéndose al señor presidente del Consejo de ministros. i Responsabilidades de tipo moral, de tipo político? Bien, inevitables; ésa es la realidad y eso es lo que debemos dilucidar; pero a nosotros la sangre no nos ahoga, en el sentido de que quienes hayan cometido los delitos habrán de purgarlo, y por parte del Gobierno se darán todos los medios, absolutamente todos, para que se esclarezca hasta Jo más hondo, en forma tal que los más exigentes han de advertir de qué manera el Gobierno, sin más estímulos que los de su conciencia y su deber, desde el acto inicial no se ha preocupado más que de eso. ¿Por evitar nuestras, responsabilidades? No; precisamente por algo que decía su señoría. No todos los hombres son perfectos ni todas las instituciones completas, y a los órganos del Estado, al Estado mismo y a la. vida jurídica española interesa, más que a 4i adie que donde haya que poner el cauterio se ponga, donde haya que hacer amputaciones, se efectúen; todo, absolutamente todo menos que quede impune la subversión monstruosa que su señoría apuntaba. Crea su señoría que para eso, y principalmente para eso, estamos donde nos mantenernos. Creo que con, esto queda contestada la parte esencial del discurso del Si Gil Robles. Discurso del Sr. Prieto El Sr. PRIETO TUERO: Los estados violentamente pasionales a que es tan propicio el espíritu del Sr. Gil Robles son, con toda evidencia, contagiosos; digo esto porque yo me siento casi bajo el imperio del contagio, y añado que, desde luego, no es un estado pasional el mejor elementó decantador de la justicia. A mi juicio, el Sr. Gil Robles, en las palabras tremendamente apasionadas que acaba de pronunciar, no ha sido justo. Ha venido a realizar un acto político. Yo no he de censurar ni poner tacha alguna a la desmesurada amplitud con que se ha consentido expresar su. criterio al Sr. Gil Robles; pero debo recordar que nosotros habíamos venido- -me limito a consignar el hecho- -a deliberar y resolver sobre una propuesta concreta de Gobierno, cual es la de que sé le autorice a prorrogar el estado de alarma por treinta días. No desdeño la congruencia que tienen con la petición formulada por el Gobierno y que nos ha congregado aquí algunas de las manifestaciones del Sr. Gil Robles, aunque no todas ellas, y advertimos- -lo habrán advertido quienes hayan observado tranquilamente el curso de la oración del Sr. Gil Robles- -cómo todos aquellos anuncios previos de desentenderse de determinadas plataformas políticas a- cuenta de un suceso, lamentabilísimo, -y doloroso se le han frustrado en flor, porque lo que ha- hecho, el Sr. Gil Robles es preferente o exclusivamente un. acto político, -al cual se sumaron dos. factores: estado pasional a- que es propicia su palabra y una premeditación, que aparece muy clara a lo largo de toda su peroración. Yo no. tengo- que hacer, en cuanto a lo que al Gobierno se refiere, ninguna defensa ni aportar ningún refuerzo; estimo, natural- GUIA AUTOMOVILISTA Á B EDICIÓN 1936 M V b 177 rutas, 1 S mapas. TODO, 6 ptas. Principales librerías. Por mayor: DATO, 18. 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