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ABC MADRID 17-06-1936 página 31
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ABC MADRID 17-06-1936 página 31

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C MIÉRCOLES 17 DE JUNIO DE 1936. EDICIÓN DE LA MAÑANA. PAO. 31. escucLado; pero no ponga nombres donde no se han pronunciado. El Sr. CALVO SOTELO: Tan clara y tan transparente es la alusión, que, efectiva. siente, no es preciso poner nombres y apeJ 1 ÍÍ 3 S, porque todos los hemos percibido con ckridad. En aras de un deber de caballerosidad, he decir que esa señorita no acaudilla ninguna de las organizaciones de tipo delincuente... CLa señora IBARRURI: El famoso coche, (Con los impactos, desde el que se asesinó a Juanita Rico, es un testigo de mayor excepción. Y, en segundo lugar, me permito indicar que los apellidos del padre de esta señorita no pueden suscitar el menor rescoldo de odio ni de pasión en ningún buen español, porque fue él quien pacificó Marruecos. (Rumores y protestas. La señora IBARRURI ¡Vamos! ¿Cómo que vamos? Es que cabe desconocer que muchos de los que se sientan ahí y allí (señalando varios escaños de la mayoría) colaboraron con el general Primo de Rivera? (Fuertes rumores. Entre varios diputados se cruzan palabras que no se perciben claramente. El presidente reclama orden. Rectificado esto, he de recoger algunas alusiones del mismo señor diputado diciendo que yo no he defendido, antes al contrario, he impugnado los salarios irrisorios de 1,50. He impugnado éstos y otros que, aun siendo bastante superiores, resultan siempre inferiores al mínimum vital de dignidad y de justicia reclamable. Voy a contestar ahora rapidísimamente una palabras y conceptos concretos del señor Casares Quiroga. Su señoría ha querido darme una lección de prudencia política, y yo, que soy modesto, jamás desdeño las lecciones que se me puedan dar por compatriotas míos, en auienes reconozco, por regla general, y a firiori, una superioridad, y cuando no se la reconozca por sus dotes personales me basta con que desempeñen una función pública para que yo, disciplinado siempre, estímelo priori, repito, que tienen derecho a fulminarme un anatema, a señalarme un camino o a imponerme fina, rectificación. Ahora bien, Sr. Casares Quiroga; para que S. S. dé lecciones de prudencia es preciso que comience por practicarla, y el discurso de S. S. de hoy es la máxima imprudencia que en mucho tiempo haya podido fulminarse desde el banco azul. ¿Imprudente yo porque haya tocado el problema militar y hablado concretamente del desorden militar? ¡Y esto lo dice un orador, un político que se vanagloria- -lo ha declarado con reiterada solemnidad esta tarde- -de demócrata y parlamentario! Se ha dicho del Parlamento, con referencia al inglés, que es tan soberano, que todo lo puede hacer menos cambiar un hombre en una mujer, y si un Parlamento lo puede hacer todo, ¿no va a poder servir para hablar de todo, siempre que la intención que guíe al orador sea (Rumores. -y en este caso la mía lo era plenamente, y no admito dudas o torcidas interpretaciones sobre este puntp- -patriótica y responda a. una preocu pación nobilísima de orden público y de in. ferés nacional? Esta es la deducción que obtengo de las palabras de su señoría, Sr. Casares Quiroga, v por eso las comento y por eso las repudio. ¡Yo he aludido al probjema militar, al desorden militar en cumplimiento de un deber; de un deber objetivo político y de un de ber temperamental. Yo no me presto a farar mallas; no me sumo a convencionalismos. ¡Yo que discrepo, honradamente lo digo, del sistema parlamentario democrático, como tengo una representación con que mis electores me ha honrado e- n los tres Parlamentos de la Rc- püblica, vengo aquí en aras de esa representación a decir honradamente lo que pienso y lo que siento, y seria un insensato insincero y faltaría a los más elementales deberes de veracidad si, en una especie de rapsodia panorámica sobre el problema del desorden público, como la que he hecho esta tarde, fuera a omitir lo que dicen, piensan y sienten millones de españoles acerca del desorden en todas sus magnitudes y en especial en cuanto concierne a las instituciones militares. Para mí, el Ejército (lo he dicho fuera de aquí, y en estas palabras no hay nada que signifique adulalación) para mí, el Ejército- -y discrepo en esto de amigos como el Sr. Gil Robles- no es en momentos culminantes para la vida de la Patria un mero brazo, es la columna vertebral. Y yo agrego que en estos instantes en España se desata una furia antimilitarista que tiene sus arranques y sus orígenes en Rusia, y que tiende a minar el prestigio y la eficiencia del Ejército español. ¿Que su señoría ama al Ejército? No lo he negado. ¿Que trata de servir al Ejército? No lo he puesto en duda; lo que sí he advertido a su señoría es la necesidad absoluta de que se evite que el Ejército pueda descomponerse, pueda di agregarse; pueda desmedularse a virtud de la acción envenenadora que en torno suyo se produce y a virtud también del abandono en que muchas veces se deja su prestigio corporativo frente a la acción cerril de masas que, como antes explicaba, 110 son mayoría, sino minoría. Hace unos momentos el Sr. Gil Robles se quejaba, con razón, del silencio que hasta ahora ha reinado en torno a manifestaciones vertidas aquí por la señora Ibarruri. En unión de otros muchos documentos, entre los cuales procuro andar siempre, que es buena compañía, tengo un recorte de un periódico ministerial, El Mundo Obrero (Risas y rumores. en el cual se comenta el episodio de Oviedo a que yo aludía en mi intervención de esta tarde, y en ese recorte la censura (que no hace ocho dias ha prohibido que a un militar se le llame heroico y en cambio ha permitido que se pida su encarcelamiento en un periódico que se publicaba el mismo día en que se tachaba el calificativo de heroico) en este recorte la censura ha consentido íntegramente sin tocar una tilde, sin tachar una coma, estos dos párrafos Han quedado en Asturias fuerzas del odio, fuerzas del crimen, fuerzas represivas, que tienen el regusto de los crímenes impunes. Esas mismas fuerzas que, al margen y en contra de las órdenes que reciben, aún promueven conflictos y cometen atentados y provocaciones indignantes. Si no se pone remedio a lo que es mal que hay que cortar de raíz, no podrá el Gobierno quejarse de la falta de asistencia de las masas. El problema de Asturias es especialísimo. Deberá comprenderlo el Gobierno. Allí se ha asesinado por centenares a hombres indefensos. Ni uno sólo de los individuos que componían las fuerzas represivas está libre de culpa. Entonces, ¿por qué han de seguir en Asturias los que en cada momento- -y la prueba es bien reciente- -provocan disparan contra el pueblo cuando se divierte pacíficamente en una verbena? Esto es lo que la censura del Gobierno de la República consiente que se publique sin tachar una tilde, sin suprimir una coma, y encuentro por ello muy acertadas y pertinentes las palabras del Sr. Gil Robles, que las echaba de menos en su señoría. Nada de adulación al Ejército; la defensa del Ejército ante la embestida que se le hacey se le dirige en nombre de una civilización contraria a la nuestra, y de otro ejército, el rojo, es en mí obligada. De eso hablaba el Sr. Largo Caballero en el mitin de Oviedo y por las calles de Oviedo, a las veinticuatro o a las cuarenta y ocho horas de la circular de su señoría, que prohibe ciertos desfiles y ciertas exhibiciones, han paseado tranquilamente uniformados y militarizados, cinco, seis, ocho o dip- mil jóvenes milicianos rojos, que, al pasar ante los cuarteles, no hacían el saludo fascista, que a su señoría le parece tan vitando, pero sí hacían el saludo comunista con el puño en alto y gritaban: ¡Viva el ejército rojo! palabras que no tenían el valor. (Un DIPUTADO No es cierto. Lo dice Claridad. (El mismo pIPUTADO: No han desfilado por delante de ningún cuartel. Esos vivas al ejército rojo quieren ser quizá una añagaza para disimular ciertas perspectivas bien sombrías sobre lo que quedaría de las instituciones militares actuales en el supuesto da que triunfase vuestra doctrina comunista. Pero no caben despistes. De los jefes, oficiales y clases del ejército zarista, ¿cuántos militan y figuran en las filas del ejército rojo? Muchos murieron pasados a cuchillo, otros murieron de hambre, otros pascan su melancolía conduciendo taxis en París o cantando canciones del Volga. (Risas. No ha quedado ninguno en el ejército rojo. -i Yo tengo, Sr. Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en todos, ha habido siempre la nota amenazadora. (Bien, Sr. Casares Quirogrj. Me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido su señoría en sujeto, y, por tanto, no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, Sr. Casares Quiroga. Lo repito: mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria (Exclamaciones. y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Dominsfo de Silos contestó a un Rey castellano: Señor, la vida podéis quitarme, pero más, no podéis Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. (Rumores. Pero, a mi vez, invito al Sr. Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor; estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos. Mida su señoría sus responsabilidades, repase la historia de los veinticinco últimos años y verá el resplandor doloroso y sangriento que acompaña a dos figuras que han tenido participación primerísima en la tragedia de dos pueblos: Rusia y Hungría, que fueron Kerenski y Karoly. Kerenski fue lá inconsciencia; Karoly, la traición a. toda una civilización milenaria. Su señoría no será Kerenski, porque no es inconsciente; tiene plena conciencia de lo que dice, de lo que calla y de lo que piensa. Quiera Dios que su señoría no pueda equipararse jamás a Karoly. (Grandes aplausos. La colaboración socialista con lá Dictadura El Sr. DE FRANCISCO rectifica. Manifiesta que la situación actual se debe a la avaricia de patronos y terratenientes. Rechaza lo dicho de que los socialistas hubieran colaborado con la Dictadura. El Sr. CALVO SOTELO: Varias veces, en mi presencia, el Sr, Llaneza conferenció con el general Primo de Rivera sobre problemas políticos de Asturias. (Protestas. El Sr. DE FRANCISCO: Y y 0 he estado hablando dos veces en su despacho con el general Primo de Rivera. Él Sr. CALVO SOTELO; Y en Mieres, ¿no colaboró ningún socialista? (Rumores y protestas. L

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