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ABC MADRID 04-06-1936 página 17
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ABC MADRID 04-06-1936 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA 4 DE IÜNÍO DE 39 3 6 NUMERO SUELTO 15 CENTS. B: W W DIARIO ILUSTRA DO. AÑO TR 1. GES 1 MOSEGÜNDO, N. 10.305: ES g g. SUSCRIPCIÓN: MADRID, UN MES, 3,50 PESETAS. PROVINCIAS: TRES MESES, 12. AMÉRICA Y PORTUGAL: TRES MESES, 1 2 5 KXTRANJERO; TRES MESES, 30 PESETAS. REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN! SERRANO, 6 1 MADRID. APARTADO N. 43 TEMAS VARIOS Goicoschea, desahuciado de! régimen parlamentario Por la fuerza de los votos, que cuando sirven para estrangular la fuerza de la razón son el más certero ataque contra el régimen que a los votos fían todas las decisiones, se lia- consumado el atropello. El señor Goicocchea, el insigne jefe monárquico, elegido dos veces diputado por Cuenca, se ha Quedado sin representación parlamentaria, lo que parece era el propósito decidido de los elementos de la izquierda, que para lograrlo no se han embarazado con legalisvios, no se lian rehusado los recursos Pero si nada queda por añadir a lo que Se ha expuesto en el Parlamento sobre el caso, bueno será insistir en lo que dijimos cuando la Junta provincial de Cuenca impidió la proclamación de candidatos para la segunda elección, considerándola arbitrariamente como segunda vuelta, o sea que los que tienen siempre en la boca el respeto a la ley en lo que les favorece, son los que, cuando les contraría, más fácilmente dan asueto a la legalidad. Probablemente, y aunque desde la ofuscación de su agresiva euforia no lo sepan ver los que se concitaron- para el despojo, no es D. Antonio Goicoechea quien pierde cuando se le arrebata el acta. Ya se ve cuáles son la fisonomía y el espíritu del Parlamento, en él que ninguna voz, ni aun la plañidera y suplicante de algún ex ministro de la C. E. D. A. encuentra un eco de comprensión o de respeto. Quien pierde es el propio Parlamento, que arbitrariamente se priva de una colaboración eminente, del dictamen de un hombre de profunda cultura, como algunos de sus adversarios pueden testimoniar, y que desde su incorruptible posición de monárquico, siempre leal a sus convicciones, pudo ilustrar a muchos cuando se hubieran de tratar problemas cuyas derivaciones alcanzaran a todos. En punió a colaboración legislativa han bastado muy pocas sesiones de esta Cámara jubilosa para comprobar que en ella nada tienen que hacer los grandes oradores, los jurisconsultos troquelados en el estudio del Derecho político y constitucional, los hombres rectilíneos que pueden aducir la ejeinplaridad de una vida pública intachable y henchida de valor cívico y de austeros pundonores. En este sentido, D. Antonio Goicoechea- -como, otras figuras ilustres de las derechas, y singularmente de las derechas monárquicas- -no puede encontrar en las Cortes actuales ni el clima propicio para sus dones de espiritualidad, de talento y de cultura, ni la sintonización que pide la incomparable oratoria del elocuentísimo tribuno monárquico. La Cámara se lo pierde. La Cámara v, en un ámbito más abstracto, el régimen parlamentario, para el que sus mayores enemigos, doctrinales no habrían podido Presagiar ni tirdir asechanzas y emboscadas cuales éstas que le preparan los predilectos hijos de la revolución. macE nes. y noticias te múmem Págs. J 21 viernes se explanará la interpelación de los marxistas sobre los sucesos de Yeste 19 Discursos de impugnación en las Cortes contra la ley sobre responsabilidad de jueces y magistrados i... 25 El virrey Badoglio Ilesa a Roma y el TCegus a Londres 35 ¿Al servicio de qué? Los que, cegados por la vanidad, decidieron hace unos años, ponerse al servicio de la República que era el modo más embozado de no someterse a ninguna jerarquía que les fuera superior, andan desperdigados por ahí, alguno de ellos conianda sus ahorros según expresión de El Socialista y ninguno dispuesto a reconocer que ya no pesa nada y que, todo lo inás, se le tolera o se le soporta a cambio de que no estorbe. La meteórica actuación política de aquellos fundadores del régimen que tan pronto se les volvía esquivo, sirvió para algo, sin embargo; para demostrar que si en las respectivas disciplinas de su habitual, ocupación alcanzaron casi todos fama y hasta prestigio, como aspirantes a gobernantes y jerarcas de la República no eran sino unos ramplocitos aficionados. De los rescoldos de aquel areópago inolvidable por su- deslucido papel y por su fracaso como redor del régimen salen a veces- -y ahora es una de ellas- -voces, dictámenes y juicios que se presentan con apariencias virginales, con intrepidez propia de quien surgiera ahora a la vida pública y no tuviese en ella los caltRcativos y antecedentes que todo el mundo recuerda. Igualmente recuerda todo el mundo que la campaña de los consabidos ensayistas de la política contra la Monarquía, sil petulante delenda sus apelaciones al sentido liberal de Espa ña y a la emoción civil, se levantó sobre la especie de, que el Rey había conculcado la Constitución trayendo la Dictadura. Pites bien, estos días hemos leído textos que agotan en nosotros la escasísima capacidad de asombro que, ya nos quedaba. Nos referimos a las siguientes palabras de un artículo de D. Gregorio Marañan en El Sol Y finalmente, el propio Rey de España, con visión muy perspicaz, estaba también tan convencido de la necesidad de renovar la estructura del Estado español, de la inutilidad de sus instrumentos políticos ante la evolución social del mundo, que ya empezaba a infiltrarse en la vida española, que se decidió a realizar un acto revolucionario, el que un Monarca podía hacer, la demolición de sus Gobiernos nonnales y su sustitución por una dictadura, que prometió, al instaurarse, reconstruir sobre moldes modernos. el Estado español. El año de l2 9 3 y los siguientes, y aun ahora, se dijo, para atacar al Rey, que él había organizado el golpe militar. Los que le defendían. aseguraban que fue obligado a aceptar, contra su voluntad, un hecho de fuerza. Rápidamente, ante el curso de la Historia, van perdiendo su valor aquellos escrúpulos constitucionales que tanto nos apasionaron entonces, y se ve claro- que lo que el día de mañana servirá de, defensa a Alfonso XIII es lo que se esgrimió entonces como su mayor culpa: el haber deseado el golpe de Estado, porque estaba convencido- -y muchos sabemos que lo estaba- -de que el régimen político español tenía que transformarse, de arriba abajo. Y en realidad lo que ocasionó la caída de su Trono no fue la infidelidad á la Constitución, pecado ante el cual ningún hombre político de- hoy podría tirar la primera piedra, sino el que después de haber iniciado la revolución, con mejor o peer técnica y fortuna, se volviera al pasado, que ya era inservible, en los Gobiernos que siguieron a la Dictadura y precedieron a la República. Dispersos los ilustres hombres de. ciencia, retóricos y filósofos que constituyeron aquel grupo de Al Servicio de la República estas aisladas opiniones de sus claros varones inás significados- son el único indicio que tenemos para conjeturar al servicio de qué sistema y de qué boga política se pondrían ahora si volvieran a congregarse. Verdaderamente criminal Sin tomar partido, decididamente, por alguna de las tendencias en que parece escindido el socialismo, uno de los órganos más caracterizados del Frente Popular informa ayer a sus lectores de lo ocurrido en Ecija, y parece apesadumbrado por el hecho de que iniciaran los tumultos chiquillos de doce a catorce años. Chicos y chicas. Había un qrupo de éstas que chillaban desenfrenadamente. Algunos de ellos debían tener, once o doce años, y ellos lo revolvían todo. Fue uno de estos chicos quien inició las agresiones. Terminados los sucesos se fueron los chicos uniformados en las camionetas en- que habían venido. Las muchachas s habían calmado y bromeaban entre sí y con los que se les acercaban. Cuando las preguntaron qué tenían contra González Peña v Belarniino Tomás contestaban que les habían dicho que eran fascistas Sí; es criminal esta especulación sobre la ignorancia, sobre los arranques de los niños, cubiertos con el seguro de su corta edad. Pero la especulación no comenzó en Ecija, y los que conocen testimonios gráficos del racimo de noticias que no pueden ofrecerse al lector saben qiie muchas veces, casi todas las veces, son jóvenes, casi chiquillos, los que intervienen y resuelven. De antes, pues, yie. ne nuestra pesadumbre, en lo que se refiere a este problema.

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