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ABC MADRID 06-05-1936 página 14
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ABC MADRID 06-05-1936 página 14

  • EdiciónABC, MADRID
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María G mes v Antoñita Colomé, protagonista e ingenua de La señorita de Trevéles película realizada por Edgar Nevitte. Charles Collins, famoso bailarín, que se incorpora al cinema con esta obra de la Pionner Pictures. En el numeroso reparto figuran los conocidos, actores del cinema yanqui Frank Morgan, Jack La Rué, William V. Mong- Luis Alberni y Víctor Varconi. Y varios artistas populares entre el público hispanoamericano: los cinco Cansinos, bailarines españoles; el terceto musical mejicano, Los trovadores chinacos; Alma Real, Alfonso Pedrosa y Julián Rivero. i El film francés Noches de España, dirigido por Willy Rozier, y cuyos exteriores han sido rodados ya en nuestro país, cambia su nombre por el de María de la noche. Paul Bernard, Monique Rolland, Abel Tarride, Gina Manes, Germaine Lix, Camille Bert, Henri Bosc, Gilbert Perigneaux -Lina d Acosta integran el reparto. John Ford filma las últimas escenas de María Estnardo, reina de Escocia, con Katharine Hepburn, Fredric March, Ía estrella que se reveló en La cucaracha, y eles serán desempeñados por Steffi Duna, de nuestro oído ta vez? -y la obscuridad casi completa de la sala nos aisla del público, lo elimina y lo borra, y perdemos nuestra condición colectiva de espectadores, y nos sentimos dentro de la escena, testigos de ella, a solas con nuestra visión y nuestro Versiones nuevas pensamiento, y así acabamos por considerar verdadero, y presente, y actual, un hecho de obras viejas fingido, recordado o inventado, y reconstruído or la fotografía. En ciertos momentos, En una estadística americana vemos que el cinc deja de ser cinc y parece vida verlas obras de mayor éxito aparecen en la dadera por el contrario, el t- atro nunca pantalla por lo menos una vez cada diez deja del todo de ser teatro: en la semipeaños. Aparte los títulos umversalmente co- numbra de la sala, ésta sigue presente; nuesnocidos- -Carmen, La viuda alegre, Madame tra condición de espectadores no se pierde, Biitterfly. La Pimpinela escarlata, Madame y formamos siempre parte de un público que Dubarry, El fantasma de la Opera, ¿Quo hemos, y que se nos manifiesta con sus vadisf y Sherlock Hohnes- aparte estos aplausos, con su emoción exteriorizada, y así títulos, tan explotados, que alguno de ellos nos devuelve a cada instante a la conciencia ha pasado al celuloide más de ocho veces, de la ficción; sabemos siempre, porque vehay otros, como Ramona, cuya tercera ver- mos el marco, que estamos ante un escesión se rueda ahora en 1 Hollywood, y Heren- nario, y se nos alcanza siempre la falsedad cia de muerte The trail of the lones ome del decorado y estamos lejos de él, y así tepine) que terminó hace pocos días en co- nemos ante nosotros, todo lo plástica que lores naturales, Henry Hathaway y que es se quiera, la idea de la cosa y no la cosa también la tercera edición del misino asunto. misma. Y ahí está el quid, que, en el fondo, Cecil B. de Mille fue el primero que llevó el público, sin saberlo, sin darse exacta cuenHerencia de Muerte al celuloide, en 1915, ta, prefiere que le den una idea del dolor, con Charlotte Walker, Thomas Meighan y mejor que el dolor mismo en su totalidad Theodore Roberts. Mary Miles Mintcr, An- y con todas sus expresiones. Entra para mí, tonio Moreno y Ernest Torrence fueron los desde luego, en el terreno de, io inefable, lo protagonistas de la misma obra en 1922. que pretendo explicar sin conseguirlo, y el En la producción actual, Sylvia Sidney, lector habrá de perdonarme mi torpeza de expresión. Pero insisto cómo lo Fred MacMurray y Henry Fonda son las que suele ir a buscar al en decirle un simuteatro es estrellas. lacro de la verdad y no la verdad misma, que es lo que a veces, aunque parezca imposible, suele encontrar en el cine. Por eso los autores cinematográficos han de pesar medir esa verdad; para que la disculpa de Í os retraídos del drama teatral, esa disculpa ¿Por que, aun cuando vamos al cine a estúpida cuando se trata del teatro propiabuscar en ciertas películas una representa- mente dicho, bastantes preocupaciones y ción plástica y animada de la verdad, nos dolores tengo ya en mi vida no se justimolesta la reproducción casi exacta- -salvo fique en lo que se refiere al cinematógrafo, por lo que atañe al color- -de las escenas donde, por desaparecer el aire de artificio y dolorosas y crueles? La pregunta, que ha ficción propio del arte verdadero, pudiera tiempo, informe y vaga, me daba vueltas en sentir el disgusto de que la emoción estéel magín, surge ahora clara y concreta, pen- tica se le convierta en desagradable sensasando en algunos cuadros de las últimas ción fisiológica, v no quisiera asistir a un cintas que vi: David Copperfield, Rebelión espectáculo -ficción de vida- -en el que paga a bordo y La señorita de Trevéles, ouesla por divertirse y distraerse, para, lejos de flagelación de que en la primera hacía víc- ello, ver y soportar lo que no quiere soportima al protagonista su padrastro, y las tor- tar ni ver en la vida verdadera. Pudiera turas y martirios de los galeotes en la se- ser disparate cuanto digo; pero... también gunda, y el desengaño amoroso de La seño- pudiera meditarse. rita de Trevéles, no me producían una emoFELIPE SASSONE ción estética ni una reacción de carácter intelectual y moral, considerando la injusticia y la maldad de dichos actos, sino una sensación casi insoportable de repugnancia y de dolor físico, que se transmitía a mi propia carne, -por la visión de los hechos y por los lamentos de las víctimas. Lo experimentado en David Copperfield me lo explicaba perfectamente, por la diferencia de procedimiento entre la narración novelesca, escrita y representada con palabras, y la visión plástica, animada y exacta de lo cinematográfico. Pero, ¿en Rebelión a bordo y en La señorita de Trevéles, principalmente, no había una dramatización idéntica que en el teatro? ¿Por qué, pues, si la ficción lo parecía menos y los hechos eran más exactos, y por consiguiente más eficaces, trie producían esa sensación de molestia? Caí en la cuenta de que era precisamente por eso, porque la ficción era menor y la eficacia mayor, y se me daba en la pantalla una cantidad de verdad que nunca se alcanza en el teatro. La pantalla y la escena tienen sus convencionalismos, desde luego; pero mientras en el cine desaparecen casi todos- -por un pequeño esfuerzo de imaginación, diría yo que todos absolutamente- en el teatro, que tiene muchos más, subsisten algunos a lo largo de la ficción escénica. Esta acaba por desaparecer en el cine; pero en el teatro no desaparece nunca del todo. En el cine, una vez que pasamos por el convencionalismo mayor, el fotográfico falto de color- -y no üigo falto de relieve porque el relieve lo A bert Prejean, el popular actor francés, que suple la imaginación- -las voces y los ruidos forma pareja con la encantadora Danieüe nos suenan a verdad absoluta- ¿por hábito Darrieux en Una chica insoportable (Caricaturas de Sirio. Douglas Walton, Ian Keith, Donald Crisp, Ralph Forbes, David Torrence, Doris Lloyd y Neil Eitzgerald entre los principales intérpretes. LA CRUELDAD EN EL CINE

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