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ABC MADRID 23-04-1936 página 3
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ABC MADRID 23-04-1936 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUSTRADO. AÑO TR 1 GE. SÍMOSEGUNDO. 15 CTS. NUMERO DIARIO ILUSTRADO. AÑO TRIGÉSIMO SEGÚN DO. 15 CTS. NUMERO FUNDADO EL; 0 DE JUNIO DE 1905 POR D. TORCUATO LUCA DE TENA POR ENCIMA DE LOS TEJADOS Mi barrio es una isla de silencio en el océano tumultuoso del Madrid 1936. Es el barrio ensimismado. Sueña en un vago son de campanas, de sus torres de leyenda- -la de San Andrés; con su campana Chula, que airea madroñera de bronce; la de San Pedro, el viejo que atraía las lluvias y espantaba a los diablos- Barrio de proceres, fantasmas en palacios que se han puesto tristes al verse trocados en casas de vecindad; de pasadizos y atrios conventuales- -monjitas blancas de Santa María; estampa de la sopa boba en el recodo del Panecillo, junto al palacio episcopal- En mi barrio hay relojes que, al sonar una hora, sabemos de cierto que es una hora que salta con tres siglos de retraso; hay casas cerradas que guardan una leyenda sobrenatural, como la del espadín del guardia de Cqrps, frente a la iglesia de San Justo: mansiones señoriales e históricas- -bastiones de España que han resistido a las piquetas ciegas ele la renovación municipal- la casa que veía salir con el alba al iluminado labriego Isidro de Madrid, y el palacio que aún conserva un balcón heráldico con el escudo de los escaques y que ve aún- -fantasma bajo capucha franciscana- -al gran cardenal soñando con la gran Isabel. De noche es cuando mi barrio se desarraiga del resto de ¡a ciudad y recobra xlos sus antañones prestigios de barrio brujo, entre recodos y encrucijadas- -desde la de la Cruz Verde, que se diría que aun tiene humo de verdes cirios, pasando por el Pretil de los Consejos, hasta ayer poblado en la noche de embozados, carbonarios, hasta la del Conde de Miranda- -plazoleta de provinciana y dulce paz, donde hay tina iglesia pequeñita, en cuyo atrio un pergamino secular concede cien días de indulgencia al que rece un Padrenuestro por el alma del Gran Capitán y de su mujer. Y en este barrio ensimismado, cantan de noche los altavoces ch- la, radio. En este silencio y en este anacrónico am- biente es donde comprendemos mejor este prodigio que capta la armonía de los múltiples caminos de ondas, que cruzan el éter. Se diría un vecino del barrio genuino de los Austrias, con los ojos muy abiertos al portento, en su pura manifestación de cienciamilagro, antes de vulgarizarse y de industrializarse. La radio es la carabela moderna que abre caminos ciertos a. nuestra fantasía para el descubrimiento, mejor que de otras tierras, de otros ciclos, mundos ideales del conocimiento. Nos concede la esperanza de que esos caminos de ondas que van de mente a rnente, serán pronto cautivados por los brujos modernos, que en nuestro tiempo se ¡laman ingenieros. Y tras de sujetar a la férula mágica de la mecánica estas telepáticas ondas, ¿por qué no confiar en captar las ondas remotas, de astronómicas distancias, que se entrecruzan en la atmósfera de otros astros, donde sabemos por ley analógica que también habrá vidas con amor y dolor de humanidad? La radio, que es un milagro, nos abrirá caminos inauditos... Pero desde que se ha. hecho cosa industrial y publicitaria, ha perdido su valor de poesía pura, de magia intelectual. Sólo lo recobra en esos momentos en que el progreso se detiene, en que la ci- yilización se estanca, en que las grandes ciudades se quedan paralíticas de repente. Qué es una huelga general, sino una paraplegía de las grandes urbes? Se. queda cataléptico el dinamismo. social, se suspende la ¡vida comercial y cultural; la ciudad pone jcara de duelo o rasgos de inquietud. Es difícil leer, es peligroso Caminar, es imposible, a veces, comer... La ciudad se ha quedado muerta, de prorito, en torno al ciudadano. No tiene ni el gusto de andar, ni el espiritual placer de conversar. ¿Qué sucede en el mundo? ¿Qué acaece en mi propia ciudad? Han enmudecido las lenguas de los periódicos, crónica dé cada hora e historia viva de cada día... El ciudadano descubre, con dolor, que ha perdido algo tan sublime, porque es don de Dios, como su libertad individual. El miedo, o por lo menos la inquietud, refugia a cada hombre- -como un galápagobajo la concha de su hogar. Se siente ¡uno como prisionero, como aislado, como asfixiado por una bárbara campana pneumática... Todo está muerto en torno nuestro. Todo menos la radio... La radio abre sus infinitos senderos del mundo... Es la voz viva del momento, la única sensibilidad que no se ha quedado paralítica. Nos dice que el progreso camina más allá de nuestrafmuralla, que la civilización no está narcotizada, que el mijindo sigue, aunque a nosotros nos parezca mentira... Voces y músicas, aliento universa! viene por las ondas. El portento de la radio nos llena el alma y nos dice que no estamos desconectados de la civilización ni del ¡universo. Y comprendemos su sentido sublime de magia- ciencia, de poesía pura, del misterio sobre la deleznable fugacidad dq los sucesos humanos. Y, prácticamente, nos iper ¡mite reanudar la comunicación humana, aunque sea... por encima de los tejados. EMILIO CARREJE EL DÍA DE CERVANTES Eh el vaivén de los tiempos, que arrastra a las almas entre zozobras de inquietud b de ilusión, sorteando los escollos del mundo, existen, salpicadas en la bruma, tenues lucecillas que señalan, como los faros a los njavegantes, aquellos lugares que pueden ofrecer un refugio momentáneo, antes de reanudar la peligrosa jornada. Cede entonces la desconfianza al sosiego; la i- T- ertidumbre a la esperanza y así, confortado con el pasajero alivio, el ánimo, más seguro de sí, no vacila en obedecer al ¡destino, siguiendo la ruta trazada, con aouella despreocupación de- quien tocto lo fía a la ventura; tranquila la conciencia y convencido de quj el riesgo que haya de correrse, es algo fatal, muy superior a sus fuerzas, para combatirlo y, en manera alguna, irhputable a sus actos. En el calendario de España- -más que nunca en la hora de ahora- -la fecha del 23 de abril, indicadora: del Día de Cervantes, con toda la espiritualidad y todo el simbolismo que nimba con destellos de gloria, un nombre representativo de una raza y de una civilización, constituye uno de esos puntos luminosos, puerto también d: refugio, y abrigo acogedor, que nos invita a pensar en la grandeza que fue, abriéndonos perspectivas de confianza en un porvenir más o menos lejano, acomodado a las leyes inmanentes que rigen a la humanidad, pese a las efímeras vicisitudes, derivadas de las radicales mudanzas, con su cortejo inseparable de estragos y ¡violencias. Distíngase entre lo permanente y lo jefímero. Lá vida de los pueblos, se cuenta! por siglos, y lo efímero, en lo que. implica lucha o convulsión, es cuestión de ños. Sobre: esto, que es lo accidental y que, sujeto a periodicidad crónica aflige por igual, en. los momentos que la Providencia estima precisos, a todas las épocas y a todas Jas naciones, sé halla la ley histórica que, es la que. preside el movimiento evolutivo de 1 a Humanidad, para que es da país cumpla la misión que: le está asignada, deptro del universal. concierto. Sin esta consideración, los héroes y íos mártires no hubieran existido. Linos y otros, en. holocausto de sus ideales, éstos por la religión y aquéllos por la patria, sacrificaron sus vidas y lo hicieron con gozo y hasta, con orgullo, iluminados por una fe que fortalecía sus creencias y sus ansias de gloria en bien de la colectividad, es decir, de los suyos, de los que seguían el camino de redención que ellos abrieron con su sacrificio. En la tremenda lucha entablada- -que lo e- de siempre- -entre la espiritualidad y la materia, los pueblos en que triunfó aquélla consiguieron redimirse y transformarse, mostrándose pletóricos de vitalidad y aptos para hacer frente a las crisis económicas que son el cáncer que corroe las entrañas de la sociedad actual. En cambio, aquellos otros que no atendieron sino a. lo puramente material, no viendo otra finalidad que la satisfacción de los instintos groseros de todo orden, yacen hoy como pueblos muertos, para escarnio de la civilización y son- los que constituyen esas zonas inmensas de estancamiento, especialmente en Asia y en el continente africano, señalando una. vergonzosa atrofia moral y una regresión a la vida salvaje. Símbolo de aquella espiritualidad, y más, en circunstancias como las presentes, de confusión y de intranquilidad, es o suele sef para los enamorados de la España inmortal, creyentes con fe ciega en sus destinos, el Día de Cervantes y también el mismo Cervantes. En el glorioso escritor, siempre anduvo la grandeza hermanada cpn el infortunio, el sufrimiento y la miseria con el mérito inconcuso y la noción exacta del propio valer la envidia de los necios, con- la estimación de los sabios, y la amargura infinita de no verse comprendido, con el presentimiento firme, obstinado, casi pro fético, de que la posteridad le habría de hacer justicia. Lo padeció todo en la vida y conquistó al morir la inmortalidad. ¿Qué puede significar ya la evocación de su dolor, ante la magnitud de su obra? Y sin embargo, por lo que tenga de edificante o de ejeroplaridad, convendría recordar aquél, y si no en su totalidad- -que ella equivaldría a resumir la vida entera del hijo de Alcalá de Henares que dio gloria a España- -en una parte al menos. Escojamos un lustro, para ello, el comprendido entre el mes de septiembre de 1575 y el de octubre de 1580, jalones en que se encierra el infausto cautiverio de Argel, desde los veintiocho a los treinta y tres años, esto es, en la plenitud del vigor, cuando las ilusiones se forjan con más pujanza, por el ansia de convertirlas en realidad con la madurez; cuando la imaginación lucha entre el recuerdo de. la gloria, alcanzada con la sangre derramada generosa en Lepanto y las creaciones poéticas y novelescas que ya se agitan en sus arcanos, no esperando sin o el instante propicio para hacer eclosión y cuando el ánimo, en zozobra constante de aflicción y esperanza, posee el temple y la serenidad para no deprimirse y no desconfiar.

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