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ABC MADRID 22-04-1936 página 55
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ABC MADRID 22-04-1936 página 55

  • EdiciónABC, MADRID
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NOVELA POR ENRIQUE GIL Y CARRASCO la reina prisionero. Despojáronle entonces de todos sus casti- -sorio llegaban a enlazarse, sus numerosos vasallos montañeses llos y heredades, pero poco tardaron eíi. volvérselas, -y para se- de las. fuentes del Baeza y del Burbia cerrarían gran porción de llar más fuertemente esta avenencia le hicieron mayordomo del entradas y desfiladeros y harían casi inexpugnable la posición rey, puesto el más aventajado y codiciado de su casa. Corrían, de la Orden en aquella comarca. Harto claro veían esto el iriempero, los tiempós tan turbios y- alterados, y el carácter de Nú- i a n t e y los suyos; y de ahí nacían las persecuciones del conde, ñez dé Lara era- tari enojadizo 1 y revoltoso que todais estas mer. que, lejos de venir a la jornada, de Tordehumos, se quedó, en cedes, no fuerdíj. bastantes a corregir sus malas propensiones. El ios confines de Galicia y en el, Bierzo, así para llevar adelante infante don Juan, que tan funesto nombre, ha dejado en nuessu particular propósito, como para juntar contra los templarios, tra historia para servir dé sombra y- de. contraste a. la resalan- con quienes paretía inevitable un rompimiento. deciente- figura de Guzmán el Bueno malhallado con la pérdiEncontróse, pues, solo don Alvaro en medio de la huestede da de su soñado reino de León, tardópoco en trabar con él Castilla, o por mejor decir, acompañado de la natural ojeriza amistad, y alianza. deseoso de fundar en. ella, sus r- retcnsiones. al y receló que inspiraba su alianza estrecha y sincera con el Tem- señorío de. Vizcaya, que pertenecía a su mujer doña; María Díaz pie, su. valor, su destreza en las armas y la nombradla que hade Haro, como heredera de su padre, el conde don Lope, pero bía sabido alcanzarse de antemano. Por fin, junto al ejército que, sin embargo, no había salido de las manos de don Diego, real, yvcbmpleta ya- la gente del señor de Bembibre, que con él su tío- poseedor de él a la- sazón. Era- este- pleito muy ajeno y segundo tercio, acaudillado por Robledo, se le había incorporadifícil de componer. y pocos señores además lo deseaban since- do, moviéronse dé Carrión y fueron a ponerse sobre Tordehuramente, porque con semejantes bandos y desavenencias, el pomos con grandes Aprestos, bagajes y máquinas de guerra. der de 1. a Corona sé enflaquecía al compás de sus usurpaciones y. desafueros, y no llegaba el caso de poner coto a este germen CAPITULO X I I L de debilidad que atacaba el corazón del Estado. Las: revueltas de Justamente el señor de Bembibre se alejaba del Bierzo cuan- la menor edad del rey habían enseñado a los señares el camino do la fiebre se cebaba en doña Beatriz con terrible saña, y la inde la rebelión, y, así el brazo cpmó el discurso del rey eran, amfeliz le llamaba a gritos en medio de su delirio. Quién le dijebos flojos. en demasía para atajar tan grave daño. ra a él, cuando en lo más alto de la sierra que divide al Bierzo. Á pesar de todo, por la discreción y habilidad de la reina de los llanos de Castilla volvió su caballo para mirar otra vez doña María llegó a sosegarse la diferencia de don Diego de Haro aquella tierra, cuyos recuerdos llenaban su corazón; quién le y del; fnfa nte don Juan, entregando aquél el señorío; cíe Vizcaya dijera que aquella doncella angelical, su único amor y su única a su sobrina doria. María Díaz, y recibiendo éste eií trueque las esperanza para el; porvenir, yacía en el lecho del dolor mirando, villas de Villalba y Miranda; pero el rey, cuyo natural ligero y con ojos, encendidos. y extraviados a cuantos la rodeaban y con- poco asentado íué causa gran número de veces de que se dessumidos sus delicados miembros por el ardor de la calentura? graciasen muy sabias. combinaciones políticas, excluyó de esta Tal era sin embargo, -la tremenda realidad, y mientras, la cuavenencia y concierto, en que mediaron los principales señores. chilla de. la muerte amagaba a la una, corría el otro por su parde sü. Corona, a su mayordomo don Juan Núñez de Lara. con te a innumerables: riesgos y peligros. Así, de dos hojas nacidas. quien comenzaba a disgustar. se y desabrirse. Según era- de espe- -en el. mismo ramo y mecidas por el mismo viento, cae. la una- rar de. sus fueros, y altanería, mirólo Lara como un ultraje san- al pie del árbol paterno, en tanto. que la compañera vuela con griento, y despidiéndose del. rey con palabras ásperas y descolas ráfagas del otoño a un campo desconocido y lejano. medidas, fuese a encerrar eh Tordehumos, lugar fuerte. ReparFigúrense nuestros lectores la consternación que causaría, tió su gente por Iscar, Montejo y otros lugares, y proveyénen Arganza la triste noticia de la enfermedad de su única he dose. de armas, víveres y pertrechos, se preparó a arrostrar la redera. Doña Blanca, por la primera vez de su vida, soltó la cólera del rey. su dolor y a sus quejas y en reproches e Este, por su parte, no menos resentido de las demasías dé. compresa a- contra la obstinación de su se. desató contra los plainvectivas esposo y don Juan Núñqz, después de tener consejo con los suyos envió nes qus así amenazaban a aquella criatura tan querida, en téra requerirle con un caballero, que, pues, -tan mal sabía agrademinos que aun al i conde, a pesar de la hospitalidad, le alcanzó cer sus mercedes, saliese al punto de la tierra y le entregase parte de su cólera. Inmediatamente declaró su resolución de ir las villas de Moya y Cañete en que le heredara poco antes. Cona pesar y de testóle don Juan Núñez, con su acostumbrada insolencia, que no a Villabuena, temeroso de sus dolencias, nuevaasistir a su hija; y de causar una desgracia saldría de una tierra donde era tan natural como el más natural don Alonso, medio de su agitación, ordenó que en una contrariándola- en especie de ella, y que, en cuanto a. las villas, harto bien ganadas las tetrasladasen al monasterio. En cuanto nía. Con esto, el rey juntó sus tropas y se preparó a cercarle de silla de pianos la paralíticos parecieron desatarse, y susllegó, sus miembros casi do- en Tordehumos lores habituaies cesaron; por manera que todos estaban n a- A pesar de estas disensiones, tanto el monarca cómo los seravillados de verlo. ¡Admirable energía la del amor maternal, ñores del partido de Lara, estaban acordes en un. punto: el santc destello del; amor divino, que para todo encuentra fuerodio á los templarios, y, sobre todo, en- el deseo de repartirse zas y janiás se cansa de los sacrificios v fatigas más insoporsus despojos. Cierto es que. el. rey no había. recibido daño de la tables! t Orden en las pasadas turbulencias y que los caballeros se haDoña ¡Beatriz rio conoció ya a su madre, aunque. sus miradas, bían mantenido- neutrales cuando menos, durante aquella época se clavaban incesantemente en ella y parecía poner atención a azarosa, pero no lo es. menos que un miembro de ella, el comentodas 2 las- palabras de ternura que de sus. labios salían; pero, dador Martín Martínez, había entregado al infante D. Juan, era aquella especie de atención a un tiempo intensa y distraída el castillo y plaza del puente de Alcántara. EL rey, sin embarque se advierte en los locos. Su delirio tenía fases muy raras go, tuvo más en cuenta este hecho aislado que el comportamieny diversas; a veces era tranquilo y melancóKco, y otras lleno to. decoroso de toda la; Orden; y por otra parte, el deseo de repasar, con sus bienes los: descalabros de la Corona, y de acallar, de convulsiones y de angustias. El nombre de su padre y el de su amante eran ios que más frecuentemente se le escapaban; con ellos la codicia de sus ricos hombres, acabaron dé incliy aunque el del conde se le escuchaba alguna vez, siempre era nar la balanza de su ánimo en contra, de- tan- ilustre milicia. No tapándose la cara; con las sábanas o haciendo algún gesto de obstante, como el papa Clemente IV no acababa de fulminar sus anatemas, ni se atrevía, a tomar, bajo su protección a aque- repugnancia, lia tan perseguida Caballería, estaban los ánimos en suspenso y. Un monje anciano- de- Can- acedo, mtryí Versado en la fís. ica. y con la espada a medíb sacar de la vaina. De todas maneras, no que conocía casi ¡todas las plantas medicinales que se crían se cesaba un punto dé minar en la opinión los cimiento. s del por aquellos montes, estaba constantemente a su. cabecera, obTemple y de urdir. sordas cabalas para el día en que hubiesen servando, los progresos del mal, y había ya propinado a la enfer- de romperse las hostilidades. El infante don Juan, centro de to- ma varias bebidas y cordiales pero el máí, lejos: de ceder, pá- das ellas, no reposaba un momento, y como- dejamos ya indica- r. ecía complicarse- ¡y acercarse a una crisis temible. Una noche do, los proyectos del conde de Lemus y las amarguras de dtíña en que su tía, su madre y el buen religioso estaban sentados alBeatriz y de don Alvaro, eran obra de aquellas manos, que así rededor de, su lecho, se incorporó, y mirando a. todas partes con asesinaban en la cuna los niños inocentes, como las, esperanzas atención, usé fijó en 1 a; escasa luz; desuna lampeara queden ¡o ¡1 más. santas y legítimas. Los templarios eran dueños de las ¡enmás apartado de la pieza lanzaba trémulos y desiguales, resplan- tradas de Galicia por, la. parte del p. üerto de Piedrafita, Valdeo- dores, Estuvo un rato contemplándola, y luego preguntó con irrás, con los castillos dé Corriatel. y del Valcarce. Las fortalezas una voz débíl, pero que nada había perdido dé su armonioso metal. í! e Gorullón, Ponferrada, Bembibre dominaban las llanuras más pingües del país, y, por otra parte, si las casas de Yáñez y Os. Continuará) r 2 0 h

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