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ABC MADRID 17-04-1936 página 4
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ABC MADRID 17-04-1936 página 4

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página4
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sü mueca petulante y fanfarrona en la Francia de la glorióla y como Bablit caracteriza toda la democrática mediocridad de Norteamérica, podrida de dólares y del entusiasVarias generaciones de ingleses se han mo de la prospérüy. Lo interesante en estos casos es que el reído a costa de Samuel Pickwick, Esq. y es justo que ahora celebren como es debido personaje ridículo viva con una existencia el primer centenario de la aparición de tan sincera y cordial. Este fue el acierto de Dickens. En toda la historia excelente como regocijado caballero. Hace hay un momento de acidez de Pickwick no ni Kíl siglo que un editor llamó a Dickens y le intenciones lacerantes; ninguna de segundas de ese rriostró un grupo de dibujos del famoso ar- veneno sádico o masoquista que gota escritor un tista. Seymour, diciéndole: ¿Quiere usted ruso, por ejemplo, vierte con abundancia en escribir algunas páginas de prosa de relleno las más cómicas creaciones. Y lo curioso es para completar estas bellas ilustraciones? que Dickens tenía bastantes motivos para Haremos una publicación que aparecerá en sentirse disgustado con la vida y la sociedad; cuadernos mensuales. Le pagaré a usted de niño conoció todas las amarguras de la bien... Y Carlos Dickens, que por enton- miseria y la humillación, desde el padre que ces tenía veinticuatro años y esperaba el mo- va a la cárcel por deudas, hasta el tener que mento de poder casarse, aceptó muy conten- trabajar a los mueve años en casa de un tintó el encargo y se puso a escribir los Pa- torero, con un jornal de un chelín diario, peles postumos del Club Pickwick, a salga único dinero con que alimentar a la familo- que saliere. Pero le salió tan bien la cosa, lia. Estas hambres y tristezas no acibararon que al tercer cuaderno de aquel folletín es- el alma de Dickens; el alma se conservó limtrambótico, toda Inglaterra estaba pendien- pa de despecho, libre de resentimiento, y tote, de las ridiculas hazañas de los pickwic- das las penas de los principios sirvieron, al kiano. s. Los dibujos de. Seymaur quedaron contrario, para enriquecer su gran fondo relegados a un segundo término, y el pobre de ternura. artista se murió- inmediatamente, sea de hu. LTn- poco demasiado tierno- -dicen hoy los millación o de fiebres malignas. que consideran a Dickens a distancia- No Semejante éxito se debió indudablemente le perdonan el haber sido el autor mimado a. que Dickens supo retratar a esa persona de la era victoriana y una especie de cómridicula- que todos los pueblos contienen. Per- plice del soberbio optimismo británico en su sona cómica trazada con rasgos grotescos y mejor instante de felicidad y poderío. Pero absurdos, pero r e a l y representativa sin em- él respondía con eso a su propia naturaleza bargo. Los pueblos ofrecen varias caras, de hombre romántico, humorista y sentiunas brillantes y- gloriosas, otras vulgares, mental. El alma inglesa prefiere, como ninotras ridiculas; el genio literario se encar- guna otra, asociar en una oportuna liga el ga de acusar estas- últimas con líneas y som- humorismo y el sentimentalismo, y ahí está bras satíricas, para que haya de todo en la como modelo típico Sterne, el admirable. Por figura entera de un país: Pickwick es el lado otra parte, Dickens se encontró con la forridículo de la Inglaterra capitalista del si- tuna de haber descubierto un filón en esa glo xix, como Don Quijote es la exagera- literatura tierna, pintoresca y amable que el ción caballeresca de la España altiva del si- público devoraba, y sin duda opinó que si el glo xiv, como Tartarín de Tarascón hace que descubre una mina de oro es natural CUMPLE CIEN AÑOS que la explote, -por qué no tiene que hacer igual un artista cuando su buena suerte le pone en el mismo caso. Su humorismo es alegre, matizado, rico, en- giros regocijantes. Y fresco como una fuente imprevista. Al cabo de un siglo, los Papeles postumos del Club Pickwick conservan una gracia viva que encanta, y muchos de sus episodios, soare la diferencia de trajes y accesorios, tienen una sorpíenaente actualidad. Como, por ejemplo, este pasaje, en el que los honorables pickwickianos asisten a una elección de diputados en una ciudad de provincias: Y de nuevo gritó la multitud, cual si fueran sus pulmones de hierro fundido guarnecido con nervios de acero. ¡Siempre Slumkey! -rugió la multitud. ¡Siempre Slumkey! -coreó Mr. Pickwick, quitándose el sombrero. -i Nunca Fiskin! -grito la nmltitud. ¡Nunca! -respondió Pickwick. ¡Hurra! Vino después otro espantoso rugido, igual que el que produce toda una casa de fieras cuando el elefante toca ¡a campana para el fiambre. ¿Quién es Slumkey? -murmuró míster Tupman. -No lo sé- -replicó en el mismo tono Mr. Pickwick- ¡Chist! No pregunte. En estos casos lo mejor es hacer lo que hace la r Htitud. -Pero, ¿y si hubiese, dos multitudes? sugirió Mr. Snodgrass. -Pues se grita lo que grite la mayor- -replicó Mr. Pickwick. ¡Cien volúmenes no podrían decir más! Y añadamos nosotros por nuestra parte que, en efecto, Mr. Pickwick no podría decir hoy una verdad más. exacta y sintética acerca de las multitudes de la política multitudinaria. JOSÉ M. l SALAVERRIA ALEGRÍA Y APETITO con las últimas nieves, las últimas ¡ornadas de ski. Luego las gratas excursiones de primavera y verano. Y, cada vez, unos paquetes de María Artiach en la mochila son el delicioso sabor de un descanso y la energía nueva para escalar los picos. María Artiach y una excursión son inseparables. La galleta de gran calidad. Una María diferente hecha con alimentos frescos y sanos. PAQUETE DE 200 GRAMOS: UNA PESETA ARTIACH La buena María MARÍA

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