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ABC MADRID 09-04-1936 página 29
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ABC MADRID 09-04-1936 página 29

  • EdiciónABC, MADRID
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LA PLAZA Q U E SUEÑA de Orieatc se ha ¡do poniendo iie e lia hecho prematuramente vieja. rieii -u gracia decimonona, su sal ca garbo castizo de final de reinado XII. El sol madrileño que está de ella y manda sus piropo? de -la. -mañanas a esta plaza uc es la- t: ncnte luminosa de la villa. Pero de Oriente ya no recobrará su c. c! a- ica. Es como esas mujeres jóve ¡ellas aún a las que una pena ha pues cabello blanco. Los parajes tienen un peculiar y una tradición que es su v- n poesía, creada en el Tiempo por- s que en ellos vivieron, y por los su ic acaecieron entre sus muros y bajo- indas. La vida que pasa va dejando- ircjrnación astral, un balito invisible- -r: u. -o. Lo que ha sido una vez sigue e: i forma de fantasma. Las casas y ¡c- son seres vivos que tienen sus emo -y sus recuerdos. Asi, esta madrileña 1 de Oriente se diría que está enferma r. dade. L i cierto es que tenia una aleare poesía y la ha perdido. Ahora los madrileños la han c ¡ado sola. Sus bancos de piedra se van hundiendo; algunos parecen ya lápidas fúnebres a ras del suelo. Los reyes de piedra ciesnarigados desaparecerán un día por escotillón como en una comedia de magia. Sólo Je son fieles a la poesía del paraje, las minúsculas carrozas de la ilusión infantil- -los mismos cochecitos con campanillas en los que nosotros dimos la vuelta a la plaza, con la emoción inédita de dar nuestra primera vuelta al mundo- -donde han gritado su alborozo nuestros hijos y donde reirán muchos seres que aún no han nacido... Es exactamente la misma viejecita, el mismo borriquito simpático y la misma carroza del primer viaje de nuestra vida. No podemos dudar de que esto tiene su misterio. Esta vieia que no envejece más y que no se muere nunca es el Hada de los jardines de la plaza de Oriente. Vivirá aquí todas las primaveras hasta que la plaza se hunda definitivamente. Conviene que los niños se enteren de que es una hada auténtica. Los niños, como los poetas, deben creer en lo sobrenatural. Es abrirles el alma al milagro. Esta plaza que de noche es, hogaño, un paraje agreste y solitario, de vagabundos, de inventores sin fortuna, de presuntos suicidas, tuvo su estampa amable, juvenil y romántica de clase media, cuando agonizaba el siglo, a un son de habaneras lánguidas -traídas de allende el mar por los soldados con traje de rayadillo- -y un sabor de ceniza del 98 en el alma española. Estampa de damiselas con moño alto y de cadetes con pantalón encarnado, que oían con emoción lacanciones de corro que cantaban las niñas- sobre 1 1 fresca música de las fuentes- -salterios de cristales en las noches azules- -poniendo la letra de su corazón a la vaga armonía del momento. La espada de ese cadete dicen c (ue la tengo yo: la tiene mi amiETíi Laura clavada en el corazón. La gran saudade de esta plaza solitaria y envejecida, que parece que sueña, diñase que fluye hilo a hilo- -como M llorasen lo. siglos- -por los ventanales del palacio. No es la nostalgia de un principe, es una añoranza de fausto, de historia, de tradición, de leyenda, de poesía... El espíritu (le las mansiones y de los parajes, en relación espiritual con, lo perenne, no tiene nada que ver con lo político que os tema tan actual Vr voladizo. El Palacio de Oriente está extático en un- ueño de realeza como la plaza de Antón Martín en un sueño popular de morriones v barricadas. Cada cosa tiene su alma. La melancolía de cosa pretérita, exangüe y profunda ói esta plaza novia del sol, la producen los fantasmas del Palacio- -alguno- con pelucas rizadas y espadines como jugucie- (JU- vieron la traza versallesca de Feline y oíros con uniformes barrocos de bord iduras, toisones y bandas y espadones de cuya cazoleta pendían como caireles al viento, la libertad o el despotismo, saudade de las carrozas de oro y marfil, de las piedras preciosas y de los encajes sobre los bir- tos femeninos de las modelos de Madrazo: de las fiestas suntuosas, de los golpes de alabarda, de las paradas y de los bailes de Corle. Un palacio no es una mansión burguesa, y su alma antigua, preciosista y misterio- a tiene las emociones de su brillante pretérito que es poesía de la Historia. A lo- lacios de la plaza, los jardínillos de avía y de Lepanto tañen en sus fontanas camarinas, el romance elegiaco de la Reiivi Mercedes... EMILIO CARRERE LOS Cl NCU ENTA AÑOS En una de las narraciones fantásticas de Alejandro Dumas- -La mujer del collar de terciopelo- el novelista hace la presentación de un personaje con estas palabras: Era un señor viejo, de unos cincuenta años de edad Y ahora, en Francia, a un señor de cincuenta años, a poco bien que se conserve, le llaman garcon. En los periódicos españoles, sobre todo en provincias, se leen a menudo frases como éstas: La anciana de cincuenta y dos años... el anciano de cincuenta y uno... Como si el número cinco marcase, inexorable, la hora de la vejez. Pero el concepto de la edad ha cambiado. A pesar de todo- -a pesar de las guerras, de las revoluciones, del pistolerismo y de los accidentes de la locomoción automovilística y aérea- -la vida del hombre se ha prolongado. Hoy se vive más y mejor que antes. Se vive como el inventor de Zarathustra pretendía que c viviese: en peligro, en zozobra perpetua, sin garantías, en estado de alarma ¡Niefzsche se salió con la suya... Pero, con todo, la demografía nos dice que cada vez nacen más hombres (y, desde luego, más mujeres que hombres) y que el hecho de la existencia humana ha ganado en extensión, en duración. Y. por qué? No es absolutamente cierto, como decía el filósofo Boutroux, que la ciencia moderna se aplique antes que nada a destruir. A la columna de las invenciones mortíferas ha que oponer la lista de los descubrimientos humanitarios, los grandes progresos de la medicina en profilaxis y en terapéutica. La vejez, lector, comienza por la boca. Y los odontólogo. -actúale? al defender, rehacer y aun perfeccionar las dentaduras, contribuyen al alejamiento de la vejez. También la barba envejecía y han desaparecido casi todas las barbas. Quedan algunas por ahí, anacrónicas o como piezas de museo. Y no solamente se vive hoy más que antaño, sino que la ancianidad sin achaques, la ai erasia de los griegos, ha dejado de ser insólita. Hace pocas semanas, perdimos los españoles a Gutiérrez Gamero. que representaba entre nosotros a la ancianidad saludable y risueña. Un verdadero caso de ac crasia. Ramón y Caja! murió pasados lo ochenta años. Y, ¿quién, dada la inmarcesible vida de su cerebro, le hubiese llamado anciano, caduco, decrépito a Ramón y Cajal? También pipaba los ochenta Clcmenceau cuando fue el hombre que necesitaba Francia Diréis que las dos figuras cesárea? de nuestra Europa, en cl crisol- -Mussolini e Hitler- on jóvenes. Mas no puede olvidarse que el político, que el hombre de Estado más prudente y certero de esta época tan difícil es un anciano: Masaryk. Sin ser nosotros partidarios del predominio de los viejos en la gobernación de las naciones, lo somos todavía menos del predominio Silos jóvenes. No es posible gobernar sin una técnica. Y la técnica sólo la produce la experiencia. Los gobernantes improvisados, cuando carecen de genio, no aciertan sino a concitar catástrofes. Lo indiscutible es esto: que la edad fisiológica sólo tiene un valor aprcciable en el Registro civil. La edad no está en los años inscriptos en la cédula, sino en la manera de llevarlos y en la conducta que se les imprime. Los jóvenes que padecen una enfermedad incurable son inútiles; es decir, peores que viejos. Y la gran vejez o la gran niñez- -como queráis, no dicen que los viejos vuelven a ser niños? -es la ignorancia. Volvamos a nuestro punto de partida. El número cinco ha dejado de marcar, en nuestra época, la hora en que se inicia el crepúsculo del hombre. Los cincuenta años constituven. al contrario, el cénit de su existencia. Edad de plenitud, equidistante de tos arrebatos juveniles y de los egoísmos y cegueras de la vejez. Un quincuagenario, sano de alma y de espíritu- -meiis sana in coi pqrc sano- puede considerarse, proclamarse, joven. Aunque se haya quedado calvo. ¿Y una quincuagenaria... Pues, lo mismo. O casi lo mismo. Físicamente, la mujer envejece antes que su compañero, por obra y gracia- -y no desgracia- -de su noble función maternal. Pero. una mujer no necesita parecer joven al cumplir los cincuenta, sino cuando es bailarina, actriz o estrella del cinematógrafo. Y esto lo consigue. Eva Lavalliére hacía papeles de niña cuando frisaba con los sesenta. Loreto Prado aun puede encarnar uno de los protagonistas de Los dos Y queda la cirugía estetica, tan en boga entre las émulas de Niñón de Léñelos. En resumen, un anciano de cincuenta años es una frase que hoy no puede escribirse sin mover a risa. ¡A los cincuenta- -exclama un amigo mío- -es cuando se empieza a vivir, porque se ha aprendido a vivir! Y añade: No es que yo los tenga. Sólo cuarenta y ocho Se quita cuatro. ALBERTO INSUA DESCUBRIMIENTO DE EL TROVADOR Este año se han escrito muchos artículos sobre El Trovador, de García Gutiérrez, y nosotros vamos a escribir el nuestro, porque hace unos días asistimos a una representación de la obra inmortal. Fue puesta en escena por el grupo Anfistora, que es un grupo inteligente y sensible a las brisas más sutiles del teatro moderno. No se asombrará nadie si decimos que allí hubo intérpretes de clase, jue el decorado y los trajes fueron del mejor gusto y que se advertía en todo una delicada preocupación plástica. En el teatro de la Comedia se doró esa noche El Trox- ador, como quizá no se haya dorado nunca. Y después de colocar a salvo el esfuerzo de los que dieron una versión limpia y juvenil de las desventuras de Manrique, digamos que no se comprende nada... Queremos creer, porque somos optimistas, que los que se empeñan en que El Trovador sea un jefe de obra del romanticismo español, ni lo han leído ni lo han visto. Porque El Trovador 110 es, ni puede ser otra co. -a que una Venganza de Don Mcndo en broma. La broma, sin embargo, es demasi. tdo monstruosa. Ni se comprende el éxito que alcanzó el día de su estreno- -según se dice- -ni la buena voluntad que hemos puesto los españoles en conservar como una joya o poco menos este maravilloso engendro de la precocidad. El Trovador fue muerto a calderones por II Trovattorc. Los franceses suelen asegurar que lo que no puede decirse porque es demasiado idiota, se canta... A U hora ém

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