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ABC MADRID 11-03-1936 página 4
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ABC MADRID 11-03-1936 página 4

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página4
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El Tratado comercia 1 con Alemania. Una Exposición. El presidente de la Comisión negociadora de Alemania, director general del ministerio de Hacienda alemán, doctor Wucher, firmando el Tratado comercial con España en presencia del ministro de Estado, Sr. Barcia, y demás delegados españoles. (Foto Rico. Habiendo sido el Estatuto posterior a la Constitución, ¿no debe considerarse suprimido e incompatible con el precepto constitucional el referendum a que se refiere el Estatuto? Es intolerable la injusticia y la desigualdad verdaderamente vejatoria para el pueblo español de que, sin consultar con éste se haya dispuesto de su soberanía y para recobrarla haya que contar con el referendum del pueblo catalán. Dice el artículo segundo de la Constitución que todos los españoles son iguales ante la ley. Ya se ve que no. Después de la teoría sentada por el Tribunal de Garantías en cuyos considerandos brillan por su ausencia el artículo primero, el artículo segundo y el artículo 66 de la Constitución, bien puede deerrse que no todos los españoles somos iguales. Los españoles que no somos catalanes somos ciudadanos de tercera clase. ANTONIO ROYO VILLANOVA En la Embajada de Cuba se ha inaugurado mta Exposición de obras de los pensionados cubanos- en España D. Antonio Valdés, D. Cándido Alvares y D. Pablo Porras. Con este nwtivo el encargado de Negocios de la Embajada ofreció un vino de honor a los expositores y distinguidos invitados. (Foto Tello. ESTAMPA TORERA Y apareció en el ruedo un toro enorme, colorao, botinero, con divisa roja y negra v con un par de ganchos como de aquí a Moscú; astillado el izquierdo. Por la zurda se vencía también, según vimos muy pronto, y de salida arremetió contra los de a pie, contra los de a caballo, contra todo bicho viviente. Los piqueros lograron ponerle alguna puya, siempre de refilón; pero fueron bastantes más los marronazos y las caídas con estrépito, al descubierto siempre. Con que, dadas las condiciones del pájaro no hará falta decir que el redondel fue un herradero; nadie estaba en su sitio, se llevaba la lidia al revés y, tanto desde los tendidos de sombra como de los del sol, se le increpaba mucho al presidente por no llamar al orden al director da escena. Como la fiera tomaba los capotes con malísimo estilo (porque, cuando no se colaba por debajo de la tela, se quedaba en el centro de la suerte y su cabeza descompuesta tiraba veinte hachazos por segundo) tocóse a banderillas y los pobres peones pasaion las moras para entrar a la media vuel- ta y colgarle un palito donde malamente pudieron. Total, que cuando comenzó el tercer acto, encampanado el bicho en el centro de la plaza y lanzando bramidos imponentes, desafiaba a todo el mundo. Brindó el primer espada- -un cordobés, ya veterano- -y se fue al toro. Después de un ayudado por alto y unos cuantos trapazos de pitón a pitón, entró a volapié y metió una estocada corta, un poquitín pasada y desprendida, de la que dobló el animal; pero lo levantó el puntillero, y el espada fue perseguido y revolcado, teniendo que pasar al taller de reparaciones, donde se le apreciaron magullamiento general y unas ganas enormes de retirarse del toreo. Tomó, entonces, los trastos el otro matador, un salmantino joven que contaba con muchos partidarios en las localidades de sombra, y realizó con la derecha una íaenita incolora, bastante distanciado, que, aunque agradaba a la parroquia, a los no feligreses no les gustó ni pizca. Alguien que estaba oculto detrás de un burladero le hizo ver que a aquel toro había que consentirle mucho, y el espada siguió el consejo y consintió hasta lo indecible. Claro que siguió la faena por alio, y a un animal que tiene la cabeza por las nubes, venga a pasarle por alto y venga a pasarle por alto, es natural que- no pediera dominarlo ni a la de tres. Ni a la de tres avisos que escuchó el gran fenómeno. (Decepción. Los antipatizantes le chillaban: -Pero, ¿cómo lo quieres, alma mía? ¿En arroz? ¡Anda, que te lo amarren a un árbol, a ver si así te atreves! ¡Cuidao que lo lias tenido lo que se dice a huevo ¡Vete ya, so guasón! En esto, el toro se le arranca y ¡zas! al extrarradio. Otra baja sensible. Y digo baja, porque volvió a bajar, aunque se quedó entre barreras. Mientras, el animal, cada vez más flamenco y con mayor fiereza, miraba a los tendidos amenazando con saltar hasta allí. Varias espectadoras pusilánimes abandonaron sus asientos. Y, a una indicación de la presidencia, un hombre ínuy maduro y con el pelo blanco, que figuraba como sobresaliente, empuñó los trebejos de rigor; pero era un diestro muy siniestro, y, en cuanto vio venir al enemigo, soltó la espada y el mandil y se fue al callejón cabeza abajo. ¡Una pena! ¿Qué hacer, entonces? ¿Cómo rresolver el conflicto? Los maestros que anunciaba el cartel se habían acabado. Los peones se retiraban al estribo y el colorao lanzaba unos bramidos espantables y escarbaba la arena. A ver quién era el guapo que se atrevía a darle un molinete. En esto, un espontáneo- -aunque profesio-

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