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ABC MADRID 03-02-1936 página 3
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ABC MADRID 03-02-1936 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUSTRADO. AÑO TR 1 GEálMOSEGUNDO. 15 CTS, NUMERO FUNDADO EL i. DE JUNIO DE 1905 POR D. TORCUATO LUCA DE TENA ABC Duerme el campo tirado sobre el campo. La tiniebla, sobre la tiniebla. Vamos, por Kenitra, hacia Tánger, para, sin orden de conciencia turista, volver cruzando de nuevo Rabat, a Casablanca, a Marrakech... De pronto, sin transición apenas, alguien da violentos y largos brochazos morados en el horizonte negro. Todo clarea, pasa del imperio violeta a un amarillo lívido, y surge el sol con una locura adolescente, adueñándose de las sombras a manotazos de luces, jugando a los incendios maravillosos. Yo me acuerdo del sol y de la cruz beréber, y de la media luna árabe. Me acuerdo de la raza solar en pugna de íntimas y sutiles diferencias con las razas solares. El sol parece enloquecer de júbilo en un júbilo concéntrico a su júbilo. No es un sol dorado, sino un sol rojo. Sin querer se le asocia en el recuerdo a aquellos focos sangrientos con que Meknes ha iluminado su carretera. Corre ahoráf por el campo en una carrera tan veloz, tan tremenda, que uno hace, desde la ventanilla del autocar, un movimiento defensivo como para evitar que el sol se eche encima. Yo no había visto nunca correr así un sol tan terriblemente rojo que ha entrado la mañana en una carga a la bayoneta. Misterioso- y profundo, indiferente y abstraído, la barba negra caneada por años que sin sentir nacieron y murieron, canta a media voz un tingitano que regresa a su tierra, declarada nada menos que internacional por el mundo europeo. Su melopea densa, pegajosa, se estrella con su aliento contra el cristal de la ventanilla, contra su mano en la que lacra el sangriento belfo sensual y exagerado. Vamos hacia Tánger, abrasados de un sol de enero milagroso. CESAR GONZALEZ- RUANO DIARIO ILUSTRADO. AÑO TR 1 GESIMOSEGUNDO. 15 CTS. NUMERO CUARTO V 1 A 1 E A MARRUECOS El despertar del sol Marruecos es ir y venir sobre los mismos sitios, sobre los mismos conceptos, sobre días que son siempre iguales. Siempre vacilantes entre la facilidad cómoda del Norte y la seducción difícil del Sur, pasamos por Rabat cuarenta veces. Rabat es como una araña: de ella salen las patas motorizadas que corren por todo el Imperio feliz. La europeización de Marruecos no es de líneas férreas, sino de pistas y autocars. La privilegiada cabeza de Lyautey quiso que Rabat, próxima y distante a todo, fuera la capital diplomática, la residencia de la metrópoli de un imperio formado por un conjunto de azoteas. Lejos del mundo mercantil de Casablanca, Rabat está a una hora de automóvil de Casablanca. Lejos de la influencia de las grandes familias indígenas de Fez, Rabat está, por la misma carretera que cruza Meknés, a tres horas del corazón histórico marrueco. Junto a Salé, el amurallado enigma nacionalista, la vieja ciudad brava y pirata, Rabat pone por medio la cinta de un río. Por RaSat, en fin, pasamos para ir a Marrakech, y bajo las murallas larguísimas de Rabat pa an los coches de la línea que, por la costa, lleva a Mazagán, a Mogador, a Agadir... En Rabat, silenciosa y blanca, no hacen ruido los automóviles; tiene sordina el amor que grita en Casablanca y que susurra ofrecimientos en el zoco chico de Tánger, djr. de la noche habla diez idiomas y la playa es larga como los ojos de las mujeres, como la palabra de los hombres y como las horas ilustremente inútiles que arden en la pipa de kif al costado del té. De ese té que forma el aroma del sentimiento nacional. Salgo ahora de Rabat, adonde llegué por cuarta vez sólo en quince días. Salimos cpn la noche aún cerrada. Parte el autocar a las seis menos cuarto, y da casi miedo saltar de la cama del hotel resguardada por el tul nupcial del mosquitero. Parece, ya de pie, que se queda allí el sueño entre las sábanas y el tul, como una mosca que no hubiera podido salir, de allí precisamente donde las moscas no pueden entrar. Frente a las murallas, en un bar adormilado, me sirven una copa de rhuni. Minutos antes de las seis, el coche enorme, arianca. Vamos delante tres europeos y un moro rico. Detrás, separados por una especie de cristal jerárquico, los indígenas, casi sentados unos sobre otros. Hay bereberes cuyo perfil hermoso se acuña en las ventanillas como medallas de raza. Vienen negros fabulosos, descendientes acaso de las lamosas guardias negras de los sultanes, poderoso? d? Meknes y Marrakech. Una judía como rebozada, mejor que embozada, en su mantón de floripondios, siente el vértigo, y los ojos de una morita se le clavan burlones en la cara verdosa. El autocar, con flechas frescas que se nos clavan por barbacanas de ventanillas, apuñala la carretera con los faros. Son las seis, las seis y cuarto, las seis y media, y n noche no cede. Rabat- Tánger, enero 1936. VICENTE PALMAROL 1 Ha estado abierta- -acaso aún lo esté cuando aparezcan estas líneas- -una Exposición limitada en número y espléndida en calidade: la del pintor Vicente Palmaroli, gloria y justificación del calumniado ochocientos, muy superior al nuestro, que pudiéramos llamar siglo de las vanidades. Vicente Palmaroli fue artista y conoció su oficio, con lo que unió la gracia a la técnica, y supo darle emoción a las líneas y a los colores. Hoy, in udabler jnte, hay pintores que no por gozar del divino soplo de la inspiración desdeñan el conocimiento de las reglas con que la inspir ción se plasma sob r e el lienzo; pero son muchos los que disfrazan su impotencia o ignorancia de superioridad desdeñosa y siguen caminos que son más fáciles, pero que, sin duda ninguna, los han de llevar a rincones de oh ido en plazo muy corto. Ño se siente indignado el espectador ante los lienz s de esta escuela nueva y fugaz, sino apiadado o risueño, según el tono de su humor, y la indignación, si algvna brota, no va hacia el que se llama artista y crea lo que sus pobres facultades o conocimientos le permiten, sino contra los que vier- ten alabanzas sobre la esterilidad, acaso porque no sea todo desierto y se llene de palabras lo que falta de pintura. Por eso estas Exposiciones retrospectivas, si para los desdeñosos de hoy son peligro de que se descubran sus miserias, para los que sólo buscan belleza y no polémicas de mala literatura sobre pintura mala, son un oasis entre el desierto de los tiempos. Aquí se refresca la emoción; aquí se airea el espíritu; aquí nos sentimos acariciados por la gracia del arte. Vicente Palmaroli fue un técnico prodigioso; ese lienzo de su Capilla sixtina, ue en tan breve espacio encierra una composición de maravilla, nos lo ofrece por maestro de maestros; cientos de menudos retratos, donde cada uno de los cuales es un prodigio de expresión diversa, y la transparencia del aire en la suave luz de la capilla, y la graciosa armonía de las tonalidades... No es aventurado afirmar que es este cuadro una de las más altas creaciones de nuestra pintura en el pasado siglo. Pero a la técnica, Vicente Palmaroli une la emoción en sus Víctimas del z de mayo, obra más conocida y popular que el anterior lienzo. Por estos campos arrasados de la Moncloa sopla un huracán de tragedia. Y no es lo que más nos angustia el dolor da esas mozas que claman al cielo contra los verdugos de un pueblo, ni los mismos fusilados que yacen en tierra, cuyas dos figuras son un prodigio de naturalidad- -la naturalidad en arte es la mayor belleza de todas- sino esa frente inclinada sobre el azadón que ha de cavar la fosa y los faldones en la misma figura, violentamente agitados por un viento que lo sentimos llorar dentro de nosotros. Y emoción tiene también, por la dulzura del gesto y la gracia de la mirada, ese retrato de señora que se adorna de negros terciopelos, y el delicioso lienzo que se conserva en el Museo de Arte Moderno y que representa el Martirio de Santa Cristina. Aquí todo parece nube, y viento sutil, y cristal clarísimo; algo que se nos ha de quebrar con sólo mirarlo o ha de empañarse con nuestras palabras próximas; emoción de sueño dulce del que no quisiéramos despertar, o cíe rezo, que es una cosa misma. Diríamos de este lienzo, con palabras de otro gran artista que hoy desdeñan quienes no saben imitarlo: Todo gracia y pureza, como el Ave María Se quejan los artistas de la poca atención que el público les concede. No venden sus lienzos, ni sus esculturas, ni sus libros, y todavía son más amargos y fundados los lamentos de los artistas plásticos; porque, pocos o muchos, el libro aún tiene sus aficionados. Ss puede creer que el mayor fundamento de esta crisis acentuada en la literatura son las Exposiciones de los que se llaman ellos mismos renovadores. Cuando ha visitado dos o tres de estas muestras, el hombre de buena fe piensa que todo el arte de hoy es de aquel modo, y no hay nadie que malgaste su dinero en adquirir lo que hoy no tiene ningún valor de agrado y mañana no lo ha de tener de estimación. No se crea sin esfuerzo, y hoy los que maldicen de la técnica, que es dibujo y perspectiva en pintura y gramática en literatura, es porque se sienten cansados o impotentes antes de la fatiga y se libran desenfadadamente del fardo. Pera no se quejen luego de incomprensiones, porque ya son sobrada-

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