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ABC MADRID 12-01-1936 página 17
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ABC MADRID 12-01-1936 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página17
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Ricardo Calvo El teatro Español tiene a la calle de Feinátidez y González una puerta, tras de la cual hay unas escaleras Conducen a un vestíbulo, que tiene un busto en máimol gigantesco y feo de doña María Guerrero, dos banco de porte antiguo, un gran farol que imita vejez v unos cuadros de Academia o Ateneo, idénticos de dimensiones y marcos, que reproducen al óleo las principales figuras del arte dramático español En el momento de llegar nosotros está invadido por un grupo de actores y acti ices que vistiendo atavíos del siglo xvi, charlan en alegre camaradería. A su izquierda hay una gran puerta que deja ver parte del saloncillo, y en él, D. Jacinto Benavente, sin adjetivos, que ya es hermoso no necesitarlos, juega una partida de ajedrez con Guillermo Marín, ti notable galán de la compañía, junto a la caricia cálida de una chimenea descomunal. Cerca de esta puerta, otra más diminuta conduce al cuarto de Ricardo Calvo, y a poco de estar en él, el gran actor, vestido a la usanza de los tiempos gloriosos en que España bordaba grandezas en el mapa del mundo, entra, nos saluda, y con una gentile- al terminar la repie entación de la. noche, vov a la tertulia del café Castilla, como usted sabe, puesto que asirte a ella, en la que con Sassone, Benlhure y Tuero, Sirio, Vélez, Camba y otros menos asiduos estoy charlando hasta las tres o tre y media, en que me voy a la cama. Los domingos, indefectiblemente asisto a un partido de fútbol, a los que soy muy aficionado, y a eso queda reducida mi vida fuera de la escena. -Yo no lo sé; pues mire usted: fui actor porque la generación nuestra fue muy despreocupada en lo de pensar en un medio de vida. Pasé mi juventud haciendo versos y bohemia con los Machado, y en esta delicia maravillosa se me presentó la necesidad de trabajar y la de huir de cierta cosa que en Madrid me tenía obsesionado, que me destrozaba y de la que estaba desengañado; me fui a ver a Fernando Díaz de Mendoza, que iba a emprender una gran tourné por América; me aceptó en el acto, y allá me fui. Estuve cinco años haciendo de comparsa, porque el aprendizaje entonces era mucho más duro; tan es asi, que yo llegué a hacer el papel principal de La Dolores, de Feliú y Codina, cuando Fernando quería descansar; y cuando él trabajaba, un ariiero que sale con una vaia no dice nada en toda la obra Me aplaudieron el primer papel; me acorde que tenia un apellido ilustre en el teatro que me obligaba mucho, y puse todo mi amor pi opio en sel lo que so -c Causa de la decadencia actual del teatro? Pues no sé Qui 7 a la ra ón económica de que los gastos de un teatro son un disparate aritmético en relación a lo que paga el público. Quizá que el personaje dramático ha perdido vuelos v la gente ha reído demasiado en estos últimos años. El no haber un teatro oficial capaz de sostener su decoro. Tal vez el que el cine sonoro, donde no hay lenguaje de altura, ha reducido la sensibilidad del público y el teatro le parece una cosa de Academia o Ateneo. Posiblemente el que los autores de altura literaria escriben un poco en frío y olvidan ciertas concesiones que hay que hacer al público, que no puede formarse de documentados; y los que sirven obras de popularidad están un poco al margen de la literatura, que también es indispensable. Naturalmente, cuando se dan las dos condiciones, de altura literaria al servicio de Jo pasional y popular, como ha ocurrido recientemente con el ¿Quién soy- o? de Luca de Tena, la gente responde y llena el teatro. ¿La mayor satisfacción? Pues mire usted hay un momento en que es uno más que nada v más que nadie, y es aquel en que estando ante el público sintiendo un personaje se nota uno poseído del arte supremo de dioses de hacerlo vivir. ¿Lo más ingrato? Esas cosas que al margen del arte suelen hacernos olvidar los papeles y esas censuras agrias y sin razonar, como la que me ha hecho recientemente el Sr. Ortega y Gasset, descortés predicador de cortesías, que me critica que no haga aquello precisamente que hago, y del que no quiero decir más que él sabe muchas cosas y yo muy pocas, pero entre las pocas que él no sabe está el teatro, que figura entre las pocas que yo sé. Durante nuestra conversación hemos salido del Español, y en el coche de Calvo nos trasladamos al Castilla. A su puerta, el ilustre actor, al conjuro de cuyo arte vive imperecedera toda la grandeza, de nuestro teatro clásico, nos hace las últimas confesiones. Dentro Sassone, el gran Sassone, nos obsequia con unos versos improvisados que ha escrito en una servilleta, magníficos e impublicables. F. BONMATI DE CODECIDO Ricardo Calvo (haría con nttestro colaborado Sr. Eonmati de Codecido, en un descanso de la farsa. 2 a propia de aquellas edades se somete amablemente a nuestro interrogatorio. -Yo no tengo vida fuera del teatro como no la tiene en España ningún actor, sobre todo los que trabajamos en Madrid. Me despierto a las diez, estudio o leo en la cama, según haya o no obra en preparación, y cuando me queda el tiempo indispensable para vestirme y almorzar, me levanto, lo hago, y en seguida al teatro, de donde no salgo hasta después de la función de la noche. En él, durante el tiempo que me dejan libre los ensayos y las intervenciones en escena, atiendo a todo ese mundo de cosas desagradables que lleva consigo la condición de empresario, a las personas que me vienen a ver y me entretengo viendo las partidas de ajedrez de D. Jacinto, que al cabo del día jugará catorce o quince. Como aquí, y Ricardo Calvo, en su tertidia de última hora en el café Castilla (Fotos Zegrí.

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