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ABC MADRID 02-01-1936 página 16
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ABC MADRID 02-01-1936 página 16

  • EdiciónABC, MADRID
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DE TEATRO En una de sus recientes reuniones el patronato del Teatro Español acordó la designación de un comité de lectura de las obras que se presenten a la compañía y don Emilio Cotarelo tuvo la deferencia de prestarse a presidirlo. Hay que agradecer al eminente académico ese servicio, primero porque su gran autoridad literaria es una garantía para los autores y luego porque supone un trabajo que no todos los críticos de su elevada categoría asumirían con su desinterés. En Francia esas funciones v otras similares, que son confiadas a personalidades de prestigio, suelen ser retribuidas y ío raro es que aquí, donde se le asignan dietas a cualquier figurón político por un simple acto de presencia en determinadas romisiones oficiales, se cotice el tiempo del literato a cero, como si sus afanes tuvieran la condigna compensación en sus mismos fines. Es un modo de ver las cosas propio de un país en el que exponer ideas y convertirlas en motivos estéticos tiene menos importancia que colocar hiladas de ladrillos al pie de una casa en construcción. Viendo en aquella reunión a hombres del relieve intelectual de Cotarelo maestro de todos pese a su ingénita modestia, y a otros que han subido va, por su talento, la cuesta de la fama, yo me preguntaba, ¿hay derecho a convocar periódicamente a estos señores y a tenerlos reunidos en una deliberación sin amenidad ni atractivo alguno especial, sin que el poder público les haga sentir, de algún modo, su gratitud? El desinterés del español es un tema sin novedad, sobre el cual no vamos a insistir, pero, el que se exige del escritor cuando la política echa mano de él para cualquier misión, rebasa la medida de lo tolerable. Porque, va va siendo hora de preguntar ¿qué honor hay en pertenecer a comités, a título de miembro consultivo cuando los llamados a resolver el caso se reservan toda la libertad? ¿Quién ha dicho que una asesoría de índole artística deba ser gratuita? No estov reivindicando la reparación de una injusticia, sino exponiendo una realidad que me parece onerosa para el literato. Dicho eso, entro en materia. El Sr. Salazar Alonso, a quien se finge menospreciar ahora, poniéndole en unas consideraciones de inferioridad política a todas luces injusta, quiso en su breve, probo y fecundo tránsito por el Ayuntamiento hacer algo en favor del Teatro Español y una dis sus iniciativas plausibles fue la de anexionarse, como elemento técnico, un grupo de escritores entre los cuales me hizo e! honor de figurar. Sin penetrar en las intenciones diel dignísimo ex alcalde de Madrid, tengo como el presentimiento de que. al dar ese. paso, proponíase algo más que atraer la atención del vecindario sobre un aspecto de su gestión. Talento emprendedor y con noble ambición de popularidad, no de la efectista que se satisface con la simulación del éxito, sino de la auténtica que se gana con las obras, el Sr. Salazar Alonso debió pensar que realzando un poco el decoro del Teatro Español, podría influir sobre más altos poderes para decidirlos ni ensanche de sus dominios. Ya el conde de Gimeno, que fue un ministro de Instrucción pública de los que honran el cargo por la luminosa fertilidad de sus iniciativas, tuvo ese proyecto que una crisis ministerial intempestiva frustró. Estoy apuntando, como va se habrá adivinado, a la creación del Teatro nacional, no como un anejo de la política, sino con los vuelos de autonomía necesarios para asegurar su existencia. He ahí un pensamiento que debiera reaparecer en el plano de lo posible V realizable. ¿No habrá quien le prohije de nuevo y le preste el calor de su entusiasmo? Ahora que el creciente auge del cine es una grave amenaza para el arte dramático, que mal vive en condiciones precarias que no son un secreto para nadie, convendría que alguien se interesase por sacar adelante un proyec- to que aun llevado a la práctica con toda amplitud, no sería para alarmar al señor ministro de Hacienda. Quizá se nos haga la objeción de que las circunstancias actuales, tan llenas de enigmas pavorosos, no sean los más propicios para pensar en lo que, superficialmente considerado, parece füperfluo. Esa interpretación de las cosas es inadmisible. Un país no puede interrumpir su vida porque dos grandes fuerzas políticas estén en vísperas de lanzarse la una sobre la otra con la violencia de dos trenes expresos. Como dice el libro de los Proverbios, hay tiempo, para todo y el hecho de que los bandos beligerantes estén nreparando sus tinglados electorales, no debe ser óbice para que el señor alcalde de Madrid rehabilite el proyecto de su antecesor v procure que sea tomado t or lo serio en las alturas del Gobierno. De lo contrario no vale la pena de que los escritores n o molestarnos en asesorar al Municipio sobre la marcha de un organismo- desvencijado y ruinoso aue si parece hoy un teatro es porque lo ilustran con sus nombres Enrique Borras. Ricardo Calvo y Emilio Thuilüer, que si peronifican un presente honroso no son, por desgracia, arbitros del porvenir. MANUEL BUENO do trabajar el tema con esa pasión de realismo y de lirismo que es- -lo recordaba días atrás un gran escritor joven, J. Díaz- Fernández- -producto natural de las tierras del Norte. No escribo ninguna comedia por que sí. Ni las fuerzo. Una obra debe ser, a mi juicio, lo que es, no lo que el autor disponga arbitrariamente. Aspiro a que tLa casada sin nutrido responda, dentro de su tono, a una línea personal, que es lo que importa. Mi agradecimiento a la prestigiosa compañía de Lara. -Ángel Lázaro. UNA APOLOGÍA AMERICANA DE LOPE, El año del centenario, salvado, como se sabe, en su dignidad por las iniciativas privadas frente a la indiferencia casi absoluta de lo oficial, queda cerrado por una curiosa aportación americana, que tendría por su spla procedencia especial interés. Con la particularidad de que tal estudio fue publicado por primera vez hace cuatro lustros, con independencia, por lo tanto, de la conmemoración lopiana, lo que demuestra que no se trata de una atención y un entusiasmo circunstanciales, sino de una veneración sincera, desprendida de las solicitaciones de un momento determinado. Y más, el hecho de que el trabajo se encarase por aquellos días con otra conmemoración- -la del centenario del Quijote- proyecto que hubo de malograr la tormenta desencadenada en Europa, y de que, no obstante, señorease el libro la figura de Lope contra el plan mismo del autor, que intentaba contrastar el héroe de Cervantes con la significación adjudicada por él al Segismundo calderoniano, acaba de marcar los quilates de una admiración que se desbordaba, sobreponiéndose al pro pósito principal. Por eso, Luis Ruiz Contreras, ilustre escritor para el que no pasa inadvertida ninguna curiosidad literaria, creyó oportuno reeditar el libro de Fernando Boedo, que éste es el nombre del ensayista, a fin de sumar otra ofrenda al centenario reciente. Y atento al sentido de la apología de Boedo, que en su perspectiva personalísima de dos Españas, informadora de sus juicios, se recrea en la demostración de la raigambre ibérica de Lope de Vega, ha antepuesto a los títulos antiguos del volumen este del Iberismo de Lope, que con tanta efusión proclamaba la pluma de un hispano- americano. El fervor de Fernando Boedo que, como apunta agudamente Ruiz Contreras en el prólogo, deriva seguramente de haber leído el teatro de Lope en la primera mocedad, cuando se pegan a la entraña esas lecturas presta a su crítica una claridad y una originalidad indiscutibles, con lo que el magnífico paisaje lopiano se extiende ante nosotros con todo su poder de sugestión. Así, partiendo de la idea fundamental de que la Historia de España presenta dos aspectos irreconciliables, el del pueblo 1 indígena y el de los invasores, cuyos espíritus respectivos jamás se confundieron, sostendrá que el tipo español genuino, el elemento étnico representativo, hay que buscarlo en el teatro ele Lope de Vega. Y si bien esa concepción histórica llevada al extremo altera gravemente su visión en lo que respecta a héroes como Don Quijote y Segismundo, cuya pretendida oposición o contraste consideramos totalmente recusable, pues parece no percibir Boedo el idealismo del uno ni el hondo contenido filosófico del otro, su estudio del teatro de Lope posee, sin disputa, evidente valor. A la luz de ese exaltado iberismo señalará, efectivamente, la presencia del español puro, no sólo en los dramas francamente populares como Los Tellos de Metieses, t. 1 villano en su rincón, Peribáñes, El alcalde de Zalamea, o Fuenteovejvna, sino en aquellos otrus t ¡ue, según él, procuran despertar los ideales de la raza. No en vano, añadiría, surge Lope de Vega en cuanto logran los precursores do nuestro teatro el tránsito del AUTOCR 1 TICA La casada sin marido Comedia en tres actos y en prosa, original de Ángel Lázaro, que se estrena el sábado, 4, en el teatro Lara. Rosalía de Castro- -la inmensa Rosalía- -llamó viudas de vivos a esas mujeres que en Galicia se quedan solas, con la carga de los hijos, cuando el hombre marcha a América a probar fortuna. Muchas veces no vuelve a saberse de él Soyas o mais d o tempo- -dice Rosalía de Castro- tendo que traballar de sol a sol, e sin axuda pra mal manterse, pra manter os seus fulos, e quisáis ó pai valetudinario, parecen condenadas a n atopar nunca reposo... Pensando en una de estas mujeres, he trazado la protagonista de La casada sin inarido, a la que he puesto por nombre Rosalía. Intenté plantar en escena una mujer recia, dinámica, que, lejos de acobardarse cuando falta el hombre de la casa, hace frente a la vida resueltamente. Es muy gallego este tipo de mujer, contra la creencia, generalmente extendida fuera de Galicia, en el tópico de la mujer melosa y lloriqueante. La obra creo yo que apunta algo más que un problema doméstico. En el amor con que Rosalía cuida y defiende su cacho de tierra -ya se sabe que en Galicia, y en otras regiones por desgracia hay un pajarraco, mezcla de usurero y cacique, acechante siempre- -en la obra, digo, puede asomar tal vez una angustia colectiva. Ambiente, entre villa y aldea. Buscando dar la impresión de lo gallego, no por Ja intromisión de palabras gallegas n el diálogo, ni por el acento de los intérpretes, que de esto tengo tiempo, sino por el ritmo de construcción y por la sintaxis. Y procuran- CONSTJLTE SUS COMPRAS DE MAQUINARIA X MATB 5 ÍIAL ELÉCTRICO, CON:

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