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ABC MADRID 01-01-1936 página 107
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ABC MADRID 01-01-1936 página 107

  • EdiciónABC, MADRID
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a novela JACK, original de fl. Versión española de H. Giner de ios Ríos Figúrense ustedes que el pobrecillo Jack, encariñado por aquella dulzura insólita, tuvo un arranque, una necesidad de confianza, y se le ocurrió confesar al Sr. D Argenten que decididamente, ninguna afición sentía por la vida que hacía, que nunca sería un buen obrero, que estaba demasiado solo, demasiado lejos de su madre; que quizá pudiera hallarse una vida más conforme con sus gustos, con sus fuerzas... ¡Qh, no le arredraba el trabajo... Sólo que hubiese él querido ún trabajo en que trabajaran menos los brazos y se desarrollara más la inteligencia. Mientras esto decía, estrechaba Jack la mano del poeta, y la iba sintiendo, poco a poco, enfriarse, retirarse, desasirse. De repente halló enfrente de él la cara impasible, Ja mirada azul, cruel, del antiguo enemigo -Me apesadumbra usted mucho, Jack, me apesadumbra usted mucho; y su madre de usted quedaría muy apenada si le viese en tales disposiciones. Ha olvidado usted lo que tantas veces le dije: No hay en el mundo gente peor que los soñadores... Desconfiemos de los utópicos, de los ensueños calenturientos... Este siglo es un siglo de hierro... ¡Al trabajo, Jack, al trabajo! Y durante una hora tuvo el niño que aguantar frases de éstas; durante una hora oyó el desgraciado aquella moral más helada, más aguda y más penetrante que la lluvia que en aquel momento caía y principiaba a envolver el paisaje. Y mientras se paseaba de arriba a abajo en la orilla, había allá, del otro lado de la ría, una mujer que, aburriéndose de esperar en el cuarto de la posada, había venido al muelle para acechar al barguero, de cuya lancha saldría luego aquel abominable criminalillo adorado, a quien ella no había visto desde hacía dos años. Pero ahora ya tenía D Argenton su pretexto. En las malas disposiciones en que se hallaba el chiquillo, la vista de su madre no haría sino descorazonarlo más... Más prudente era que no la viese... Carlota sería bastante razonable para comprenderlo y hacer ese sacrificio en interés de su hijo... ¡La vida no es una novela. ¡Qué demonio! Y así íué cómo, aunque separados sólo por la anchura de la ría, tan cerca uno de otro que llamándose un poco fuerte se habrían oído, Jack y su madre no se vieron aquella tarde, ni en mucho tiempo. VIII ficantes de D Argenton ocupaban lugar preferente en las cartas de su paciente víctima. Así es como supo Jack que La hija de Fausto, ya terminada- y- leída a los artistas del teatro Francés, habían tenido la desvergüenza de rechazarla aquellos trastos, por unanimidad, lo cual les mereció una palabra cruel por parte de D Argenton. Otra gran noticia: la reconciliación con los Moronval, admitidos ya a la mesa de Parva Domus, a donde llevaban los domingos muchachillos exóticos de todos los colores que asustaban mucho a la señora Archambauld. Moronval, Madú, el Gimnasio: ¡qué lejos estaba todo eso! Más largo que la distancia entre Indret y el paisaje de las Doce Casas; más largo que los años transcurridos entne aquel pasado fantástico y este presente tan lúgubre. El Jack de aquel tiempo hacíale el efecto de un Jack de una raza superiormjente más fina, que nada había transmitido de su cabellera rubia, de su piel rosada y fina a aquel muchacho alto, curtido, desgarbado, con pómulos rojos, encorvada la espalda, altos y dielgados los hombros bajo su blusa. Así es como se hallaban justificadas las palabras del señor Rivals: Las grandes separaciones las motivan las diferencias sociales. Otro triste recuerdo para Jack: esos Rivals. A pesar die las observaciones de D Argenton, ha consérvalo en su corazón infinito agradecimiento hacia aquel excelente hombre, tierna amistad por Cecilia, y todos los años, el primero de Enero, les escribe una larga carta. Pues bien: ya van dos veces que quedan sus cartas sin contestación. ¿Por qué? ¿Qué ha podido hacerles también a esos? Sólo un pensamiento sostiene a nuestro amigo Jack en medio de los chascos de su triste existencia: Gana tu vida... tu madre te necesitará Pero ¡ay! los salarios están en proporción del trabajo y no en relación con la voluntad del obrero. Querer, no es nada; lo que hace falta es poder. Y Jack no puede. A pesar de las predicciones de Labassindre, nunca valdrá dos cuartos en su oficio. No tiene el don. Y ahora con diecisiete años, habiendo acabado su aprendizaje, apenas si consigue ganar tres francos diarios. Con esos tres francos tiene que pagar su cuarto, mantenerse, vestirse, es decir, comprarse otro traje cuando esté ya demasiado roto el que lleva puesto. ¡Valiente oficio le han puesto entre las manos! ¿Y cómo se las arreglaría si le escribiera su madre: Llego, voy a vivir contigo? -Mira, nene- -dice el señor Roudic, quien ha conservado al aprendiz ese apelativo de nene aunque Jack le lleva toda la cabeza; tus padres han hecho mal en no escucharme; esto no es lo que te conviene. Nunca sentirás la lima, y ños veremos obligados a dejarte siempre en los trabajos groseros, en donde no consigue uno ganarse la vida. En tu lugar yo, preferiría rodai por el mundo y buscar fortuna por un lado y por otro. Mira, el otro día entró en el taller de ajuste Blanchet, el maquinista jefe del Cydtius, y viene en busca de fogoneros. Si el departamento de, las calderas no te asusta, podrías probar. Ganarías tus seis francos diarios dando la vuelta a. 1 mundo, con casa, comida y lumbre... ¡Eso sí, lo que es como lumbre... ele firme! El oficio es rudo, pero no se muere uno; yo Jo practiqué durante dos años, y aquí estoy. Vamos a ver: ¿quieres que le f escriba a Blanchet? -Sí, señor Roudic... Prefiero eso. La idea de tener doble sueldo, ver otras tierras, esa afición a los viajes heredada desde su infancia, historias de Madú, campañas déla Bayonesa, contadas ppr el señor Rivals, razones fueron todas que acabaron de decidir a Jack a que emprendiese el oficio de fogonero; oficio adoptado por fodos los malos obreros del hierro, por todos los inútiles del martillo y del yunque, y que sólo pide vigor y una gran resistencia. r Salió de Indret una mañana de julio, cuatro años justos después de su llegada. ¡Qué tiempo tan hermoso también aquel día! Desde el puente del barquito, en el que estaba Jack de pie junto al señor Roudic, quien había querido acompañarle, el espectáculo era grandioso. La ría se ensanchaba a cada movimiento de rueda, separando, ahuyentando sus ribazos con r toda su fuerza, como para aumentar el trecho de embocadu a en el mar. El aire se hacía más vivo, los árboles se achicaban, hundíanse las dos orillas, alejándose una de otra en una perspectiva desarrollada, al parecer, por el viento me soplaba de cara. De trecho en trecho, estanques brillaban en el interior de las tierras, humaredas sub an en la atmósfera, miles de gaviotas (Continuará. El departamento de. Jas calderas ¿Cómo se explica que días tan largos, tan duros, tan llenos de ocupaciones, consigan formar años tan cortos? Dos años, ya hace dos años que se casó Zenaida y que fue Jack el héroe de una terrible aventura. ¿Qué se ha hecho durante esos dos años? Ha trabajado, sufrido, seguido paso Jxas paso el camino que lleva el aprendiz al conocimiento del oficio y a la paga del obrero. Ha pasado del torno a la elaboración déí hierro. Primero le hicieron forjar con máquina, luego coa el martillo. Sus manos han adquirido callos, y su inteligencia también. Por la noche cae rendido en la cama, pues no es fuerte; duerme de un tirón, y al día siguiente recomienza una existencia sin ilusiones, sin distracción. Le horroriza la taberna desde el famoso viaje de Nantes. La casa de los Roudic está triste. Mangin y su mujer se han instalado en el Pouliguen, en la costa, y toda la casa parece vacía desde que se marchó aquella muchachota, así como su cuarto pareció quedar vacío desde el día en que mandó quitar su armario, el gran armario del equipo. La 4 señora de Roudic ya no sale; permanece sentada en un rincón al lado de la ventana, cuyo visillo está siempre, echado, pues ya no espera a nadie ahora; arrastra una existencia indiferente, automática, dejando la vida marcharse, como la sangre por una herida abierta. Sólo el señor Roudic conserva la serenidad de su conciencia feliz. Sus ojillos tan listos, tan agudos han conservado la viveza de su mirada, que forma extraño contiaste con su alma candida, ciega y crédula, para la cual el mal no existe. Ni un acontecimiento en la vida de Tack. El último invierno fue muv rudo; el Loiia ha hecho muchos destrozos, invadiendo casi toda la isH. parte de la cual permaneció cuatro meses debajo del agua. Han trabajado los obreios en la humedad, respnando niebla v miasmas de los pantanos; Jack ha tosido mucho, y la fiebre le ha tenido clavado en la enfermería; pero esos no snn acontecimientos. Ds tarde en tarde alguna carta de Etií) l! es, rouy tierna cuando escribía su madre, en secreto, autoritaria y fría cuando dictaba el poeta. Los actos más insigni- -7 Á

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