ABC MADRID 29-12-1934 página 6

Las Exposiciones Artísticas de la femporadi Miguel Viladrich: Pestor moro. Miguel Viladrich: Novia hebrea. Miguel Viladrich He aquí un pintor que ha sabido encontrar su inspiración y su estilo, espontáneamente, sin. retorcimientos, sin piruetas. Yi habiéndolos encontrado, se complace en entregarse a ellos con absoluta sinceridad, sin afanes de hacer- un arte de receta, cdn el designio natural de crear el arte aüe siente. Miguel Viladrich ha presentado en los Amigos del Arte una notabilísima colección de cuadros de asunto marrueco. Son los tipos y escenas del más vibrante colorismo las que el pintor reproduce én sus lienzos con una fidelidad realista, para cuyo logro se- necesita poseer como instrumehto que la ejecute una paleta caliente y rica, cual, la de ¡Viladrich, y una técnica del dibujo y del color tan modeladora como la suya. Es Viladrich un inspiradísimo rapsoda, del gran i poema orientalista qué es la vida de una raza cuyos oficios, cuyas tiestas y cuya vida entera conservan tan pintoresco y solemne rito de religiosidad. En esta Exposición de 28 obras muestra Viladrich las. excelencias de un arte cuyo mejor elogio- puede resumirse diciendo que Esteban Domenech- w nn- cón de la iglesia de San Lorenzo. es lá pintura elocuente de la poe Fotos Duque. sía colorista que hay en los tipos y escei- ji. s de ambiente vasa. rrueco. Esteban Domenech Esteban Domenech, el pintor, cubano que se aclimató en Toledo hasta trasfundir todo su temperamento artístico en el paisaje y en las cosas toledanas, nos acaba de ofrecer en el Museo del Arte Moderno, una magnífica visión de Toledo. Es un Toledo que rio ha sabido ver nadie como él, a pesar de ser un Toledo tan... evidente. El Toledo de Domenech es amable, dulce, luminoso; sobre todo, luminoso. Por ser así- -como es en la realidad- los cuadros que Domenech pinta para representarlo verazmente están llenos de luz, qué reverbera sobre todo el lienzo y envuelve las cosas en una atmósfera fluida y vibrante. Casi nó tiene que hacer nada más el colorista, porque de aquella reverberación nacen las calidades cromáticas del cuadro. En sus paisajes de aire libre, en sus interiores toledanos, Domenech hace de la luz un asunto. No creo que ciudad encantadora haya tenido nunca de los pintores qué tanto la rondaron y la hicieron el amor, pleitesía y arrullos que mejor halagaran su ufanía: cantar su luminosidad. Este canto, en el área del oficio, está instrumentado por una técnica perfectamente acordada con el sentimiento hondo y sinesro que la niueye. Quiero decir.