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ABC MADRID 27-08-1933 página 23
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ABC MADRID 27-08-1933 página 23

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página23
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NADERÍAS INCOHERENTES Tras tanto huir... ¿De que? ¿Del calor, de mí mismo, de la monotonía cotidiana de tina vida que ya nada espera... Tras tanto huir de la montaña al mar y del mar a la montaña, al fin he conseguido juntarlos; quiero decir que me los dio juntos una casualidad geográfica del camino, y ya estoy, con un monte detrás y con el mar delante como cantaba Rubén Darío en su epístola poemática a la señora de Lugones desde el paraíso mallorquín. Pero estoy en Santander, donde se me aviva un rescoldo de recuerdos afectuosos y literarios. Y el recuerdo no es política, ni siquiera deseo: sólo una remembranza melancólica, simpática y sentimental: yo vi, no ha mucho, sobre esta arena bermeja, diríase una arena con sangre, según la de la plaza de toros de Sevilla, cómo una joven princesa rubia, que viniera de las brumas dpi Norte de Europa a ascender a mayor dignidad, bascaba sol y aire del mar para la carne de los hijos que le había dado un amor español. El prestigio de literatura lo tendrían en el ambiente el recuerdo de Pereda, naturalista minucioso, que hizo el inventario novelesco de las cosas de su tierruca; el de D. Marcelino Menéndez Pelayo, ahito de literrtura, de arte v de vino como Horacio, y el de D. Benito Pérez Galdós. creador de familias dramáticas, historiador poético de siís días, que aquí veraneaba todos los años en su finca de San Quintín. ¡San Quintín! Nombre de batalla; título de aquella duquesa de su drama romántico social. ¡Con cuánto cariño evoco a aquel obrerito que no queiía despojar ni matar a la du Juesa, porque la amaba y se casó con ella, y no quería bajarla a sí; pero auparse, subir hasta la altura de su corazón! ¡Qué lejos ya todo aquello, y qué viejo para los nuevos destructores y constructores de hoy! Mal oficio éste del que lleva por sitios demasiado conocidos la maldición de escribir; porque, como no puede substraerse al ambiente, cuando se desinteresa, por cansancio, de la política, se pone a descubrir Mediterráneos. Y hay en el idioma muchas palabras- ¡oh, si, muchas! pero usamos muy pocas, acaso no nos hagan falta más para nuestras ideas, y siempre corremos el peligro de escribir lo mismo. La actualidad y el deseo de dar una noticia me obligan a decir que en Santander hay mucha gente, más ciue en San Sebastián, y que en el Casino del Sardinero, igual que en los dos de San Sebastián, no se juega a los prohibidos. Pero todo ello no le quita interés al veraneante. Toda esta gente, aunque se lo permitiesen, no jugaría. Es... a ver cómo podré expresarlo, es gente cual ese lector imaginario a quien Baudelaire deci Vaba en un soneto con versos de nueve sílabas- -un profesor de Retórica me dirá que ro era soneto- -su libro de Las lores del vial: Lector anacible y bucólico, sobrio e ingenuo hombre de bien. No sigo la traducción, y ¡al buen entendedor, salud! ¿Qué más se me ocurre? ¡Ah! una anécdota chiquita. Meros aún: uní frase. Estaba mirando el mar, y un hombre, que se hallaba junto a rr i con otros, exclamó de repente: ¡Mire -No digas tonterías- -le replicó un camarada- Este no es el mare nostrum, porque no es el Mediterráneo sino el Cantábrico. Y el del disparate le argüyó con gran firmeza, como aquel que al decir me lavo las manos como Herodes acaso confundiéndole con Pilatos, argumentó, tan fres- co, que Herodes también solía lavárselas. ¿Y por qué es nostrum el Mediterráneo, que es íjmbién de Francia y de Italia, y éste no? Nostrum, ¿no quiere decir nuestro? Pues más nostrum que este mar del Sardinero, donde no llega ningún acorazado de otras patiias... Reí de buena gruía, y luego, cuando anduve hacia Santander, y me entré, vagando al azar, por callejas pinas y sinuosas, sucias y maloliente; donde plañía el acordeón, y vagaba aquella gente de algunos cuentos de Maupassant y de algunas comedias de Salvatore di Giacomo- -Ñapóles y Marsella- le di una p; rte de razón al ingenioso tonto- -se puede ser las dos cosas a la vez, y hasta ganar dinero- que había dicho Í U dislate en latín. Porque toda España es mediterránea, y todos sus puertos lo son, menos aquellos de VJzcaya donde los marineros tienen otra cara, y cantan a voces solas, y juegan a la pelota v danzan con espadas e ignoran la bouillalaise, y mejor que a las callejas donde merodea la Maya- de Gantillon, asoman las aristas- de sus facciones de madera roja a los lienzos de los Zubiaurre. Y así me pareció Santander, tan sucio y a la vez tan pinto: esco, luminoso y alegre como un puerto del Mediterráneo. Pero, ¡un gran puerto! Y ésta es su comodidad, y éste su inconveniente como playa de verano que tiene dos mares, y el del Sardinero, entre jardines, hay que ir a buscarlo lejos de la ciudad. De ese mar azul y terso, inútil y aleare, mar del baño de los veraneantes, vuelven é tos, indefectiblemente, al mar obscuro, revueltt y sucio, al mar útil, práctico y triste de muelles y dársenas con los cetáceos monstruosos de los transatlánticos, que sabe ae esperas y de adioses desesperacos. Cierta noche hubo gran algazara en el comedor del hotel. Los comensales se levantaban de sus asientos, gritando cada uno a su vez la misma palabra, llenos de regocijado asombro. Era una tropa de camisas de deporte, sin chaqueta, y de ágiles piernas de mujeres sin inedias. Parecían un coro de ópera, bien compuesto. Como los coristas del Lohcngrin wagneriano y del Ótelo, de Verdi, exclamaban: II ciqno, ü cignoj l... o Una vela, un vess ülo 1! ellos gritaban alborozados: ¡un smoking, un smokingV... En efecto- ¡rara avisl- había entrado un smoking en el comedor. Cómo era posible! ¿Pero hay quien se viste de noche todavía? ¿Habría alguna fiesta en el Casino, algún baile particular? No pudimos averiguarlo. Pero a la noche siguiente, y otras más, vimos hacer su entrada en el comedor de los veraniegos al señorito de smoking. No, no iba a ninguna parte, seguía una buena costumbre; era un caballero antiguo y bien educado, tan bien educado, que, en medio del calor agobiante, triunfaba su voluntad de no sudar. Allí estaba, correctamente erguido, impecablemente ahorcado entre las pajaritas brillantes del cuello almidonado. Sobre la pechera lisa, nulquérripia, como encerada, una sola perla blanca dejaba de ser absolutamente blanca tornasolando su oriente bajo las luces frenéticas del comedor. Anoche, muy tarde, lo vi acodado, esparciendo humo, v acaso pensamientos, en la balaustrada del Sardinero, junto al mar solo, inútil y alegre. Este mar no se queda, las noches sin lima, negro v triste como el mar de La Concha de San Sebastián. Los fanales del jardín cercano y las luces del caserío se reflejan en el agua, y está lleno de chispas luminosas y palpitantes como astros, como si se hubiera hundido en él una constelación. ¡Estrellas de luz en el agua! Y en el cielo, nubes blancas, apelotonadas, inmóviles, como islotes de nieve en un océano profundo, i Y así el cielo es marino, y el mar es celeste! FELIPE SASSONE PERSONALIDAD INTERNACIONAL DE MUSS OLINI Me cuesta esfuerzo reconocerlo, por mi doctrinal antipatía a toda forma de dictadura; pero la realidad se impere. El prestigio y la personalidad internacional del duce ciecen constante; -ente. Los once años que lleva de ejercicio del Poder, lejos de desgastarle, le han fortalecido y 3 e fortalecen. Comenzó como un condoliere del Renacimiento, con autoridad exclusivamente nacional. Ludwig, en sus charlas con el dictador, le comparó con Bartolcmeo Colleoni, cuya magnífica cíatua ecuestre veneciana del Vcrrochio, tai ez la mejor en su género, rcíieja la energía, la talidad y la apostura, que oon tambiái cualidades típicas de Mussoüni. Proletario de 01 ¡gen, Mussoiini se envanece recordando que es hijo de un herrero y de una maestra de escuela que sólo ganaba So liras mti. suales. Por espíritu de clase y de necesidad se sintió atraído hacia los ideales socialistas, e ingresó en el partido. De espíritu, más que rebelde, francamente revoluciona! io, cuenta, sin arrepentirse, haber abandonado a ios diecinueve años la emprendidi carrera de maestro, y, dejando en la cárcel a su padre, por conflictos sociales, marchó a Suiza a trabajar como obrero. Trabajó y conspiró, dando once veces con srs huesos en la cáicel. En una de esas forzadas encerronas dice que le ó nussiro Qhi ¡jie, y le divirtió extraordinariamente. Llcvab? en el lolsülo, a manera de talismán y como buen íupersticioro italiano, una meda ia de Cario: -Marx. Siempre tuvo el presentimiento de c tar destina do a funciones muy elevadas. No es de extrañar que con la 1 presentimiento soportase sin descorazonarle las mayores contrariedades. El periodismo, que abre aritos caminos y ensancha tantos horizontes a los verdaderamente inteligentes, le condujo a la dirección del pcriór ico sívanti, ¿ígano oficial entonces del socialismo italiano. Conductor instintivo de hombres, estudioso, metócÜGO, inflexible, se impuso y cicó, más que discípulos, secuaces dispuestos a seguirle donde les mandase. El caso de- Mu solini, como el de Hitler, como tí de Pilsucíiki, como el cíe Mustafá Keninl, como el de tantos otros que son c fueron oictadores, se repite con extraña frecuencia, pese a su aspecto providenciahsta o mi agroso. Tirios vienen de abajo, surgen de Ir nada, actúan de revolucionarios y hacen la revolución, encaminándola a un ordea nuevo, que imponen con extremada severidad. Las dictaduras tienen entre sí gran parecido, coincidiendo todas en la destrucción del astro luminoso de la libertad, aue fue en otros tieínpos el ideal común de los mejores, y que hoy sólo defendemos unos pocos viejos califirados de ilusos. Se equivocan los muchos que creen que Mussoliiv se pu o a frente de las U- oiones que realizaron la Marcha sobre Roma y que con ellas c. tró en la Ciudad Eterna. La verdad es muy otra. Dii ió el movimiento y lo fome itó desde Ñapóles y Milán, instalando en esta última capital norteña su cuartel general. Se preocupó de tener pn su rjoder ci Valle del Po, donde, sesjún Mu solini, te decidieron siempre los destinos de Italia Era preciurión necesaria, por iraca aba el golpe c e Roma. Le ayudaron in. circunsta: i as y, sobre todo, h debilidad y la pequenez riel ministro Sr. Facta, llegado a la Presidencia fiel Consejo sin i- éritos propios, por su amistad íntima con Giolitti, a quien a última hora parece que quiso suplantar, coa el ensueño de ser él quien encauzara el fascismo, cuyos orígenes, diplomáticos coa Sonnino, literarios c Q D Arjtnízzio, polru- Santander, agosto, 1933.

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