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ABC MADRID 24-04-1931 página 6
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ABC MADRID 24-04-1931 página 6

  • EdiciónABC, MADRID
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La infanta 1 en Buenos Aires, con el presidente de la. Argentina, Sr. Figueroa Alcorta, durante celebrados con ocasión de su triunfal viaje a America en IQTO. uno de los actos debo personal gratitud por felicitaciones al I almas humildes, exentas de envidia y ás escritor que hizo llegar a mí con generosa rencor, que con razón la contaban por suya. oportunidad. Esta fue una mujer española, de la que duNadie pretenderá, sin embargo, ni el más rante tantos años de viudez opulenta, ni esa supersticioso, que la súbita desaparición de maledicencia odiosa que ahora se ha desatala egregia dama haya venido a poner el do contra los. ausentes y los vencidos, tuvo sello de lo irrevocable sobre los aconteci- nada que decir. Mucha gente que alardea de mientos últimos. Muere doña Isabel porque democrática, y en el fondo no considera, al era anciana y los achaques la habían que- pueblo sino en la forma en que el dinamitebrantado mucho, y además porque su. espí- ro estima al explosivo de que se sirve cuanritu, contundido por la caída del régimen, do es menester, hallaba risible la ingenua no pudo suplir, como otras veces, a los des. -fidelidad que la princesa anciana guardaba a fallecimientos de Ja materia. Con ella se ha las devociones y fiestas madrileñas; la esido de este mundo una gran española, que pontaneidad con que se mezclaba a las musin dengues ni deja en nuestro recuerdo una imborrable es- chedumbres, alegría común. reservas, participando de la No alcanzaban a tela de simpatía y de respeto. comprender que en el fondo era eso, que no MANUEL BUENO es poco: una mujer del pueblo de Madrid. Y al pueblo de Madrid estaba unida por algo que vale más que los razonamientos y las ironías: por el sentimiento de cierUn dia, en un puerto militar español, don- tas tradiciones de esta villa castellana; por de por casualidad me hallaba, la infanta un gracejo y desenfado que sólo extinIsabel visitó un barco de guerra. Entró en guieron la veiez y la enfermedad; por una las cabinas de los oficiales, recorrió la cá- religiosidad sin mojigaterías y una cormara y el departamento de máquinas, su- dialidad que para no hacerse empalagosa bió por esas escaleras aéreas por donde la a veces se erizaba de brusquedad. Rome. ascensión tiene siempre algo de acrobático. rías de San Isidro y San Eugenio, verbeYa no era joyen. ni mucho menos. Y como nas alegres de Santiago, del Carmen y Ja alguien la felicitara por su resistencia físi- Paloma, en esas noches en que palpitaba ca, contestó en son de broma: j ilusionado el corazón popular de Madrid; -Me cuesta trabajo, no crean ustedes: ya no les añadirá su prestigio cortesano la pero tengo que hacerlo. Está a mi cargo c) presencia de una princesa real. Ahora tennegociado de la populai idad. dremos aquí a las madames Kolland y a No por obligación, sino por gusto, culti- las madames Recamier de nuestra- Repúvaba y sentía la popularidad la ilustre dama, blica. A veces serán más bellas; y con íreen efecto. Todos esos músicos y artistas in- cuencia más intelectuales Por eso no cipientes a quienes protegió, le interesaban ¡irán a las fiestas del pueblo, salvo con mpor lo que de pueblo había eien ellos. Y vivo tención prosclitista, como quien hace una afán del. contacto nnT ular a aquel hábito meritoria concesión. de ir a- verbenas y romerías madrileñas, en Y hay algo desgarrador en esa muerte coche abierto, recibiendo el homenaje de las de la pobre gran señora en país extranjero; después, de ese viaje en que ha ido agonizando a través de la tierra española que tanto amó, lejos de este Madrid donde transcurrió su vida y donde a nadie hizo sino bien; JUAN PUJOL: La infanta protectora de ía música Entre las personas que lograron acercarse a última hora a la. augusta dama y despedirse de ella besándola la mano, conteniendo lágrimas y ahogando sollozos, figuraron los maestros D. Emilio Serrano y D. Arturo Saco del. Valle. La gratitud, la veneración y. el cariño les hacían espontáneos embajadores de la música, que daban un patético adiós a la protectora de todas las manifestaciones de arte y con predilección acaso las de la música. Serrano fue su maestro y sucedió al inolvidable Vázquez en la dirección de lo que pudiéramos llamar Cámara musical de Su Alteza, Cámara por la que desfilaron los más insignes concertistas nacionales y extranjeros, y en la que Su Alteza repasaba al piano las obras que luego había de oír en el Real o en los conciertos. Por ser fervorosa devota del divino arte protegió a muchísimos artistas, unos que llegaron a las cumbres de la gloria, otros que no pasaron de genios malogrados. A todos los. oyó, a todos les alentó, a muchos les ayudó con pensiones y socorros de momento, porque la generosidad en ella no tuvo freno, y es fama que. -como su madre, se vio y deseó en ocasiones para hacer ir en- Princesa de Madrid

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