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ABC MADRID 30-10-1927 página 17
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ABC MADRID 30-10-1927 página 17

  • EdiciónABC, MADRID
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Meditación. EL DÍA DE DIFUNTOS EN EL ENTERRGRIO DEL V I E J O M O N A S T E R I O VED ESTE MOIVJE QUE MEDITA. VED ESTE MON JE QUE ORA... Mirad. Este es el apacible enterrorio del viejo Monasterio, donde duermen en dulce sereriidad el sueño de la muerte unos santos varones. que en sus vidas de abnegación y sacrificio supieron labrarse para lo eterno una felicidad plena sin fin ni acabamiento. Yo quise una vez- vivir la vida de la Trapa. Y el mitrado prior me abrió las puertas de esta mansión del silencio, del silencio hasta la muerte, que lleva como lema en su vivir el orar y el trabajar hasta extinguirse. Yo vi, y me edifiqué con ejemplos de oración, la vetusta iglesia monasterial, donde en extáticos fervores culminan estas almas privilegiadas en la mística contemplación de lo divino, desperezado el cuerpo y ligera el alma én las horas silentes de la media noche, dormida la llanura, mudos los caminos y las pueblos, vigilante tan sólo el espíritu alerta que vaga incesante en el monasterio para alabar a Dios. Yo vi el scriptorimn, de amplios ventanales en ojiva, y en sus pupitres medievales las figuras de estos monjes, escondida la cabeza en la nivea capucha, baja la frente, absortos los ojos en el miniado códice, nerviosa la mano, sobre la amplia hoja, inextinto en ella él destello de una soberana inteligencia envuelta en los fulgores de la fe, y a! noble servicio de un corazón henchido en las delicias imperecederas de lo eterna! Yo vi los campos en. fértil cultivo, deshechos los abrojos, pregonando, risueños, la labor de estos hombre, que saben desentrañar la ciencia en los libros y en la tierra remover sus entrañas para obtener en su regazo amoroso los más espléndidos frutos. Yo vi cómo la esterilidad se trocaba en abundancia, y de los yermos y barbechos castellanos surgir umbrosas fron- das, y prados verdegueantes, y tierras ubérrimas de espigas y racimos. Yo vi también en la Trapa la mansión de la muerte. Y a la. sombra de. sus cipreses, con la más honda emoción, escuché el murmullo de una plegaria, que parecíame se engarzaba a la humildad de una cruz de hierro, para elevarse, magnífica, libre de lo finito, a las alturas infinitas del cielo. ¡La mansión de la muerte! Fenecen en ella, en el mundo, sus mentidos afanes y sus glorias. Resplandecen, en la del n nasterio, flores de santidad, que fueron espinas, y embalsaman ahora y hacen dulce el morir. Ved este monje que medita. Ved este monje que ora. Acaso los dos piensan igual y sienten lo mismo He aquí el premio de su vida: su muerte. FRANCISCO MENDIZABAL. (Foto Carvajal.

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