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10/11/1925
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Periódico ABC MADRID 10-11-1925, portada

  • EdiciónABC, MADRID
  • Páginas36
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MADRID DÍA lODE NOVBRE. DE 1925 NUMERO SUELTO 10 CENTS. f ÍS uiiu iiiuii iiim F U N D A D O E L i. D E J U N I O D E 1905 P O R D T O R C U A T O L U C A D E T E N A lll! l: ll; lN! l! lli! ABC DIARIO ILUSTRADO. AÑO VICESIMOPRIMERO N: 7 J 3 2 RABAT. LLEGADA DEL NUEVO RESIDENTE FRANCÉS M. STEEG (l) SUCESOR DEL MARISCAL LYAUTEY, AL DESEMBARCAR EN MARRUECOS, RECIBIDO Y LAS AUTORIDADES, (F O T O CIIUStSEAU- FLAVIENS) iüiMiiinr. POR EL MARISCAL PETAIN (2) EL INGENIO DE CLEMENCEAÜ Recientemente se ha publicado en Francia un librito que alcanzará, de seguro, gran éxito de venta. Se titula L Esprit de Clemenceaii, y está compuesto de anécdotas y frases del farnoso político francés, reunidas por León Treich. Viene además el libro a completar la serie, jja publicada, de Tristán Bernard, Sacha Guitry, y se anuncian otros dedicados a Feideau, Bernard Shaw, Maurice Donnay, Forain y otras ilustres personalidades. Es lástima que. este ejemplo no lo imiten Pos editores en España, donde no han faltado, ciertamente, hom bres de agudo ingenio en la política, en el arte y en las letras, cuyos chistes se Dividan o se adulteran en las tertulias de sobreniesa. En el caso referente a Clemenceau, el recopilador ha reunido lo más característico del ingenio mordaz áe Tigre diseminado en conversaciones, escritos periodísticos o trabajos literarios. Acaso lo mejor sean sus espontáneos chistes sobre personas y cosaSj aun cuando en este libro se omitan algunog de los más celebrados o aparezcan otros algo distintos a como hemos de referirlos por haberlos oído contar de otro modo. A pesar de ello, esta obrita divertida y fragmentaria, no só o deleitará a un vasto público de admiradores, sino ue reconstituirá la verdadera personalidad del anciano político mejor que muchas biografías oficiales. Porque es preciso recordar que antes de ser el ídolo de Francia en la gran guerra, por su energía y su ardiente patriotismo, Clemenceau, durante su larga y turbulenta vida, ha conocido también amargos momentos de impopularidad durante la cuestión del Panamá y también l affaire Dreyfus. Entonces la calumnia y la venganza le pagaron con creces sus despiadadas polémicas y sus zarpazos feroces. Este hombre terrible, que, según decía Derouléde, inspiraba temor por su lengua, su pluma y su pistola (Clemenceau, ha sido un gran tirador y se ha desafiado varias veces) no hubiese despertado tantos odios si en la mayor parte de sus juicios no estuviera ausente toda benevolencia. Ni siquiera sus amigos y sus protegidos se libran de las garras del Tigre. Al formar su primer Ministerio, cierto nombramiento de ministro causó verdadero estupor. ¿Cómo ha pensado usted en X, que es un verdadero asno? -le dijeron. -Pues por eso mismo- -contestó gravemente Clemenceau- porque es el mayor asno de Francia, y creo que merece una compensación. Su cinismo desarmaba las censuras. Criticábase delante de él otro ascenso diplomático. -Fulano no tiene talla de embajador- -insinuó alguien. -Pero tiene una mujer muy guapa- -ex- plicó Clemenceau, dando la clave del enigma. Otro día, en el Senado, un anciano coiega suyo pronunciaba su discurso en voz tan baja y tan cascada, que era imposible oírle. ¡Más alto! ¡Más alto -gritaban en vano varios senadores. Y Clemenceau observó a media voz: -No es un discurso. Es una confidencia. A veces el humorismo se torna agrio y corrosivo, como en una ocasión en que un grupo de parlamentarios alababa las dotes de cierto político influyente, muy ducho en cuestiones de Hacienda. Clemenceau no decía nada, y por fin uno de los del grupo quiso saber su opinión. -j No cree usted aue es un gran financiero? -Para su propio bolsillo, sí. Para el país, no- -afirmó bruscamente Clemenceau. Vale también la pena de relatar un caso que revela al polernista apasionado y que no menciona el librito. Siendo aún director de periódico, Clemenceau hacía una violenta campaga contra uno de sus muchos adversarios. -Llámele usted ladrón. Diga usted que es unlDandido- -le dijo al joven redactor encargado de confeccionar el artículo. í- ¡Pero, señpr director- se atrevió a in-

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